domingo, 11 de marzo de 2018

Libre

Volar y nadar son mis preferencias, porque soy libre. Vuelo entre las mariposas en las tardes de estío y me sumerjo en las profundidades del mar. Curiosear entre las flores de arriba y las flores de abajo.
Sencillas florecitas del campo, señoriales tulipanes, sensuales orquídeas. Eso me atrapa, y disputar entre las abejas, libar las flores de trébol, de albahaca y de tomillo.
Y como soy sibarita de la belleza, nado cerca de los corales para perseguir al cardumen de pez payaso, y jugamos a las escondidas. Luego me adorno la cabeza y todo el cuerpo con cintas de algas verdes. Atisbo en la cueva de rocas y me asusto. Los ojos brillantes de un pulpo negro me custodian. Paree que es el instante de ver lo ignoto y ahí está la barracuda, al acecho.
Y porque el miedo es una sensación que hay que experimentar, rápidamente asciendo y estoy sola entre las muchas burbujas que voy dejando en el trayecto. Al fin llego a la superficie y a grandes bocanadas, aspiro el aire salino y el sol candente me abraza.

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