miércoles, 21 de marzo de 2018

Babel y una rosa

Hay un ritmo vertiginoso que no cesa. Prefiero los pueblos tranquilos y el alma sosegada de sus pobladores. Sin embargo, estoy aquí, como un notero de un multimedio, apostado en un banco de la plaza, porque es aquí donde se agita la vida, se revuelven las argumentaciones y entre dimes y diretes, raras veces se acuerda. 
En otras ocasiones, disfruto mirando el lago sereno y transparente, o cuando está tan embravecido como el mar; le doy la espalda a la estatua ecuestre y a los edificios municipales, pero nunca ignoro a mi bandera a media asta, porque ha muerto un hombre probo de mi ciudad. Hoy no, estoy frente al monumento y al reloj del municipio, patrimonio cultural. Esto no es Sodoma, ni está cerca del Mar Muerto, pero percibo que ¡nos están sodomizando!
-No hay acuerdo en el Concejo Deliberante... otra vez el flagelo de la corrupción...-dos señoras pasan frente a mí y comentan.
-Digo yo, cuando hacen varias marchas de protesta, ¿se ponen de acuerdo antes? -el señor se sentó a mi lado con ganas de conversar. Y sin esperar respuesta, continúa.
-Mire, desde la esquina de Parques Nacionales, vienen marchando los guardaparques y aquellos son los municipales, que están en retención de servicios. -Por la calle principal, los bombos y los cánticos aturden cuando pasan debajo de las arcadas del centro cívico.
-¡Bariló...! ¡Bariló...! -grita el contingente de señoritas boca-sucias que están de viaje de egresadas. La leyenda de sus remeras dice: "Sexo gratis en la primera clase".
-Ahí bajan esposadas las "mecheras" que robaban en el outlet de ropa deportiva -señala mi acompañante. La comisaría está sólo a 50 m. de mi lugar de avistaje.
-"Esta mañana un joven, cuya identidad se desconoce, ha rociado con nafta al intendente, quien ingresaba a su despacho..." -desde la ventanilla abierta del coche detenido en lugar prohibido, la radio propala. Le aviso, entonces, al conductor que la grúa está llegando para retirar los autos en infracción. Con un guiño y un bramido cómplice, se va raudamente.
-Estamos buscando el carnet de estudiantes para viajar gratis al cole -me dicen las chicas que hacen una larga fila frente al ex correo. -Ahora dicen que "se colgó el sistema". Igual, hay paro docente, así que esperamos. 
-Me parece que se va a "armar la podrida". Mandaron efectivos desde todos los rincones del país... Es por el tema de los pueblos originarios y la extradición, creo -me anoticia el hablador. Tres camionetas de Gendarmería Nacional se apuestan, en este momento, frente al Museo Municipal. 
-Sí, y además se viene en unos días el Encuentro Nacional de Mujeres y hay que atajarse, porque son bravas y arrasan con todo. ¿Se acuerda el año pasado, cómo pintaron la catedral y todas las paredes? "Muerte al macho". "Curas pederastas putos" "Viva el aborto" "Abortá tu moral" ... Eso decían, pero dígame, ¿QUé tienen en la cabeza?
Sigue su monólogo y me acuerdo de los comentarios de los viejitos tomando el sol en la plaza: "Antes usted se casaba para toda la vida y ahora, se casan, se descasan, y lo que es peor, entre hombres o entre mujeres, qué me dice?! 
Como un trofeo, frente a la sala de exposiciones, se muestra el último auto chocado, cuyos tripulantes iban con exceso de velocidad y borrachos, huyendo del control de alcoholemia. "El alcohol mata", dice el sloga.
Como mulas, las estudiantes acarrean sus mochilas repletas de diferentes bebidas hacia el hotel. Es para "la previa", para estar bien "colocadas" antes de ir al boliche.
-Mirá, ahí se llevan en ambulancia al acuchillado del pub -comentan las chicas que vuelven de la noche. -Era el amigo de mi amiga.
-¡En qué mundo vivimos, señor! Ayer, en pleno mediodía, una pareja hacía el amor en la playa, frente a la mirada de un policía y los curiosos. Eso salió en todos los medios... -El señor hablador se sopla los mocos, se asegura el sombrero y se va meneando la cabeza. 
Un grupo mapuche despliega su bandera sobre la estatua del Gral Roca. Junto a ellos, representantes de los Derechos Humanos. Con aerosol escriben "Asesino traidor", sobre el pedestal de piedra.
Paso del asombro a la resignación: la indiferencia no es buena consejera y entonces observo un despliegue inusual. Hombres de mameluco azul arman con rapidez inusitada, un mínimo escenario y ya llegan los artistas. Espectáculo a la gorra. Zumba, tango, folklore y más. Las narradoras ya nos deleitan otra vez. En el extremo opuesto, decoran para las Pascuas que se avecinan. Simpáticos conejos gigantes ofrecerán huevos a los transeúntes y las chocolaterías tendrán el éxito mayor de ventas de temporada.
Ahora, están armando una tarima sobre el jardín arruinado a pisotones. Un predicador arenga a los paseantes: "Dios viene a salvarnos" y los parlantes tapan los sonidos de una chacarera que bailan al otro lado.
Mientras me alejo veo "de ojito" el titular de un diario local: "Allanaron la casa del Cuqui Medina y encontraron drogas varias, plantas de marihuana y armas". En la bajada: "El dueño de casa alcanzó a huir por los techos"
-¿Es Gomorra? ¿Es la camorra napolitana? -me pregunto. 
Las protestas han cesado y veo una sola rosa que ha quedado intacta en el cantero. En la madrugada habían saqueado el jardín de rosas.Sólo quedó una, blanca, vulnerable y cubierta de rocío.
-Es la poesía, la que nos salvará. 

domingo, 11 de marzo de 2018

La cita

Lomadas suaves en el parque. Un banco de plaza y una dama de naftalina mirando hacia el poniente.
Su vestido huele a añejo. En su sombrero rosa lleva prendido un ramito de violetas. 
Ella mira con atención la loma y el horizonte, pero no ve. Los pies, modositos, uno junto al otro, no pueden quedarse quietos; cruza los dedos, se restriega las manos, hace crujir los nudillos. Al galope anda su pecho. Una vaquita de San Antonio sube por la puntilla del canesú. Dicen que traen suerte. A la vez, un coro de grillos alborota el atardecer, cuando la brisa se calma. Los grillos también dan suerte, se consuela.
Se aturde, se tapa los oídos y entonces retumban los versos que una vez él le dedicó: "Un día, cuando coincidan el camino con la plaza, me costarás todo eso que ibas a contarme, o tal vez no me cuentes nada, porque estaremos, nadas, como el árbol o el río, pegados a la tierra, en silencio, con la naturalidad de lo que es y nada más".
Cierra los ojos y el enrejado de sus pestañas le recuerda una prisión de amor. Le transpiran las manos y no quiere ver, pero ve en el horizonte cómo gasas rosadas, sedas naranjas, danzan en el aire y luego se tiñen de lila, y ya son un tapizado de terciopelo azul, donde vuelan las luciérnagas.
Es en esa hora de la tardecita, cuando ve asomarse por la loma, un sombrero oscuro que se bambolea hacia un lado y hacia el otro. Reconoce ese andar y ese sombrero de pana. Distingue luego una silueta que ya no es flaca y desgarbada; es un hombre macizo que se acerca. 

Los tramoyistas están cambiando el decorado, hasta que antes de correr el telón, vemos, los espectadores, un banco de plaza con dos sombreros; detrás, la espesura del bosque.
El público, de pie, aplaude incansablemente y se encienden las luces de la sala. 

Libre

Volar y nadar son mis preferencias, porque soy libre. Vuelo entre las mariposas en las tardes de estío y me sumerjo en las profundidades del mar. Curiosear entre las flores de arriba y las flores de abajo.
Sencillas florecitas del campo, señoriales tulipanes, sensuales orquídeas. Eso me atrapa, y disputar entre las abejas, libar las flores de trébol, de albahaca y de tomillo.
Y como soy sibarita de la belleza, nado cerca de los corales para perseguir al cardumen de pez payaso, y jugamos a las escondidas. Luego me adorno la cabeza y todo el cuerpo con cintas de algas verdes. Atisbo en la cueva de rocas y me asusto. Los ojos brillantes de un pulpo negro me custodian. Paree que es el instante de ver lo ignoto y ahí está la barracuda, al acecho.
Y porque el miedo es una sensación que hay que experimentar, rápidamente asciendo y estoy sola entre las muchas burbujas que voy dejando en el trayecto. Al fin llego a la superficie y a grandes bocanadas, aspiro el aire salino y el sol candente me abraza.

jueves, 8 de marzo de 2018

Curiosidades desde Argentina

Hay dudas, certezas, contradicciones que es preciso develar y compartir. Entre ellas, se dice que Carlos Gardel, el zorzal criollo, es argentino. Los uruguayos se lo disputan también, y los franceses atribuyen su nacimiento en Toullousse.
Lo cierto es que su verdadero apellido es Gardés, descubierto recién en 1935, cuando acaeció su muerte en Medellín, Colombia.
Elena Irene Gardés, sobrina nieta de Gardel, ya fallecida, da testimonio a partir de sus investigaciones en Argentina y del viaje a Europa en busca de sus orígenes, en su libro, "Carlos Gardel y la raíz de la genealogía (Ed. Corregidor, 2004). Tengo en mi poder la obra y la partida de nacimiento del cantor, porque Elena era mi amiga. Carlos Gardel nació en Toullouse el 11/12/1890.
Bertha Gardés, madre soltera, guardó celosamente el secreto de quien fue el padre y se vio obligada a radicarse con el pequeño Charles Romuald en Argentina, adonde llegó con la familia que la acogió y con quienes realizaba trabajos domésticos. Vivieron desde siempre en el Barrio del Abasto, precisamente en la calle Jean Jaurés 735. Más de un siglo para develar la incógnita.
Es la historia de un amor prohibido. José Gardés, primo de Bertha, ingresado a la vida monástica, fue recluido por el Superior de la orden a Asia y luego a África. Ella sufrió el desprecio, la humillación y el desarraigo. ¿Bertha y José se encontraron finalmente? Se los contaré en la próxima entrega.

miércoles, 7 de marzo de 2018

La viuda negra

Vive en los rincones, al acecho para cazar toda clase de insectos. Es negra, chiquita y peluda. A veces, cuando se para en cuatro patas, se le ve un tatuaje en la panza, con forma de reloj de arena. Abre su boca cazadora y ¡Glup!
Si  la molestamos, muerde y destila su veneno mortal. Yo no le tengo miedo, porque me parece que ya somos amigas, cuando fija su mirada dura. Me reconoce. Hace un tiempo fui a llevarle su almuerzo: de entrada, dos tijeretas; plato principal, cucarachitas-bebé, y de postre, una abeja chupa miel.
Pero no hice bien las cosas. Como es muy glotona, comió demasiado y se empachó. Ahora tengo que "tirarle el cuerito"para curarla, pero a eso sí que no me animo. Está muy ofuscada y puede morderme. Desde que quedó viuda se ha puesto un tanto agria. Refunfuña y se esconde en su rincón favorito. Su esposo se había ido de tapas con los amigos, dando arañazos. Otros dicen: "No estaba muerto. Estaba de parranda".
Y hablando de esas cuestiones, en el barrio porteño de "Abasto", las prostitutas hacen caer en sus brazos a los esposos infieles. Les dicen "viudas negras", los despojan de todo objeto de valor y dinero y los mandan en calzoncillos a la calle. Las comadronas y las vecinas dicen: "Miren, ahí va un adúltero". 

Cuestión de fe

Muchas veces, la enigmática señora le pasó cerca, casi rozándolo. Es un hombre valiente que se ha arriesgado siempre, caminando al borde del abismo, siempre hacia adelante.
-Pasó por la ventana de la habitación donde me hallaba internado- me dijo. Era una sombra negra que iba y venía. Aunque cerraba los ojos, igual la seguía viendo. El miedo no es zonzo, dicen. Sin forma, me miraba desde sus cavidades vacías -aseguró.
De incógnito, misteriosamente, otra vez apareció. En esa ocasión, ataviada con una túnica negra, una capelina al tono, y una máscara. De la boca que no podía ver, exhalaba el humo de un cigarro con olor a incienso.
-No me hablaba y yo pensaba que antes tenía que vengarme de quien me había herido mortalmente. Cuestiones de la política y la ideología. Mi piel se estaba tornando amarilla, dicen que a causa del rencor. Ni los rezos, ni las tisanas logran limpiar el ama de los desalmados. Cavilaba y entonces soñé que me crecían garras de ave de rapiña, que me abalanzaba sobre él y le arrancaba los ojos. No encontraba reposo. Luego, desperté de ese sueño estupendo y vívido. La venganza estaba concretada.
Pero supe, en ese instante, que había comenzado a morir. Oí el crujido de cristal de mi corazón roto; a la par percibí un olor dulzón, como el que despiden las flores resecas que van pudriéndose en los cementerios. Hasta imaginé el momento en que la casquivana de negro me llevaba hasta el borde de la laguna y me ayudaba a subir a la barca de Caronte para ir al infierno. Pero era sólo imaginación.
La pasada noche apareció otra vez. La vio llegar cuando estaba tirado en una zanja. Resulta que en la fiesta hubo una reyerta. Su rival le birló la mujer y lo golpeó con furia. Se limpió el sudor y la sangre. Se dijo que esa aparición ya no le daba miedo, ya eran viejos conocidos. Entonces, se paró y aún mareado y borracho, le tendió la mano. Ahora era él quien la invitaba. El baile había terminado y la mujer misteriosa trocó el negro por colores vibrantes. Llevaba una careta de carnaval. Todo fue muy fácil.
Así, ella contoneó sus caderas poderosas: él se estremeció y a la vez sacudió sus hombros. La salsa era cada vez más picante y mientras la seducía, gritaba: "Como los gatos, tengo siete vidas, y acá estoy, vivito y coleando".