sábado, 3 de febrero de 2018

Espejismos

Está sentado en su mecedora. Tiene la mirada turbia. ¿Qué ve?
Una figura grácil pasa frente a sus ojos. Es que ella no hace otra cosa más que despertar los deseos, uno tras otro. Se le despiertan de pronto, lo rodean y él se ve obligado a ahogarlos restregándose los ojos.
Ella es engañosa, un poco benigna, otro poco perversa. Le da todo, pero al cabo de un rato, él va transformándose en su esclavo 
Es todos sus sueños, y cuando la ve pasar, una tierra vacía se extiende hasta el horizonte. Días iguales, tardes eternas y noches tan largas. Todos sus sueños van a esconderse detrás de las nubes.
Ahora, todos sus deseos son ya recuerdos. 


La niña tiene deseos. De repente se ruboriza; siente fiebre en sus sienes y en las entrañas. Duda y en su mente acalorada tiene recuerdos, escucha consejos y piropos irreverentes, pero ella sabe. Deberá esperar otra primavera, cuando sus caderas se fortalezcan, cuando su cintura se afine, cuando sus senos se redondeen, cuando sus labios se abran como un pimpollo florece en el amanecer.

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