jueves, 1 de noviembre de 2018

Será una buena noche

Se sentó al borde de la cama y se sintió exhausto. Tiró las monedas y los billetes arrugados que había guardado en los bolsillos; eran las propinas que recibió en el estacionamiento del hipermercado. Lo preocupaba no haber conseguido otro trabajo para sobrevivir en ese país extraño, que brillaba más de lo que parecía. Sin embargo, había sido una tabla de salvación en el mar turbulento de su propio país.
La cuenta no daba para pagar en tres días la habitación alquilada. Estaba en esas elucubraciones y revisaba lo obtenido escondido en el ropero, debajo de las camisetas y las remeras apiladas en desorden colosal. Las blancas ostentaba manchas que no salían; las más nuevas se mezclaban en desconcierto con las transpiradas; apareció también un calzoncillo sucio que había dejado para lavar en el lavatorio del baño comunitario, y una tarjeta de invitación para ir a una taberna que se inauguraba por la zona. "Ojos brujos", invitación especial. Inaugura el 7/5/79 en la calle Canarias... Palos de Moguer.
-Podría ir- se dijo, aunque al instante, sólo de pensar que se hacía la hora del baño y que la fila de rutina (pensionistas olorosos con el torso desnudo esperaban con jabones y toallas) se alargaba, decidió descansar un rato. 

La imagen de Adriana apareció de repente, piernas largas de jean ajustado, que presumida, con su torso armonico, caminaba por el Parque Urquiza de Rosario, cuando la conoció y la abordó.
-¿Y vos te creés que te voy a dar bola, grasa? -le espetó y lo insultó, mirándolo por sobre un hombro descubierto.
Él no se había amedrentado e insistió al día siguiente, cuando cruzaba el parque con dos estudiantes que cargaban sus mochilas y toda su insolencia. Esta vez sí se presentó limpio y bañado; lucía sus mejores prendas: vaquero desteñido, pero nuevo y una musculosa negra que destacaba sus músculos forjados en el trabajo bruto del taller, entre fierros, yunque y mazazos.

La oscuridad en la taberna se encendía y se apagaba. Luces violetas se intercalaban con un verde profundo y un rojo tinto, al ritmo de sones estridentes. Los brillos de las lentejuelas y las baratijas de las mujeres mareaban tanto, como iban confundiéndolo las copas que tomaba acordado en la barra.
La música atronadora cesó de pronto, y en el escenario, el presentador anunció. "La bailaora de flamenco". Ella atropelló con toda la cadencia de sus faldas almidonadas y los volados a lunares. Bulerías y rumbas, para despertar a los espectadores y sacarlos de esa especie de somnolencia de humo y alcohol, que iba difuminándose en el esplendor del tablao.
Sola, solita ella, era la Sofía de la Plaza del Angel. Un ángel que seducía con sus taconeos y el salero de su cuerpo de serpiente, sinuosa y sensual.
-Presencia de carácter, dulzura, picardía y seducción -diría el periodista de espectáculos en su sección de domingo. Estremeció al público, y lo conquistó para siempre.
-¡Ole! -vociferaban los parroquianos y empinaban sus copas. -Salú.
Los ojos brujos de la danzarina lo enfocaron largamente. Marejada del tumulto, exaltación y sudor; escándalo de gritería. Alboroto que perturba y lo disgusta. Nada de eso pudo distraerlo de esa mirada.
Antes de la despedida y de un bis que pedían los aplausos, se oyó:
-Para el argentino compadrón, ése, que está allá, va éste, mi danzar. Y pa'que me recuerde su nombre. Creo que es Carlos.
Levantó la última copa que ni siquiera degustaba ya, le guiñó un ojo y cuando las miradas se cruzaron sólo esto bastó para sellar un pacto. Carlos sabía que la bailaora lo estaría esperando por la puerta lateral de la taberna. 

sábado, 13 de octubre de 2018

Eterno caminar

Conozco el paño (o el cuero) desde que de pibe me ganaba unas chirolas lustrando zapatos. Ellos llevan consigo las marcas de su transitar; a algunos, botas, zuecos, sandalias, no los queremos soltar, porque nos encariñamos tanto, como ése que lleva las señales del juanete; aquel, en el talón izquierdo tiene una concavidad más profunda, porque su dueño se apoya más fuerte para disimular la renguera; en otros, en ambas puntas se adivina el dedo gordo y la uña afilada pretende cortar el cuero ya desgastado por el empeine, donde se notan unas rajas que piden, sedientas, un poco de grasa o pomada para lustrar. Algunos son zapatos sonoros, porque el zapatero colocó unas chapitas en punta y taco, para que las suelas duren más. 
¡Pero qué digo! Eso era antes, cuando no estaba la moda de "use y tire". Ahora me ha quedado una monumental joroba y me limito a sacudir el jarro de lata para recibir algunas monedas. Me entretengo, entonces, imaginando a los caminantes que pasan, sólo viendo sus pasos por la peatonal. Mayormente veo zapatillas multicolores, como si todos quisieran darse un toque de juventud o igualarse en edad.
Unos zuecos de gamuza beige con polainas de lana, pasan con indiferencia; casi seguro que es una turista holandesa que salió del campo de tulipanes para visitar la ciudad.
Cuatro finos estiletos rojos taconean. Son las muchachas que acuden a la esquina para bailar tango en su espectáculo a la gorra; y sí, es así, porque detrás pasan cuatro zapatos negros lustrosos. Son los compañeros de la milonga.
Unas botas embarradas son de un campesino que abandonó el tractor al concluir la jornada. Pasan a su lado dos pares de patinetas veloces. Unas sandalias de cuero marrón se ajustan a esbeltas pantorrillas, como si una diosa griega hubiera escapado del Monte Olimpo. 
Unas zapatillas pequeñas se arrastran; al lado, unos zapatos de tacos altos y pies hinchados se dirigen  a la parada de colectivo. Son madre e hijo que regresan.
Yo recojo mis petates, pido ayuda para incorporarme y me voy con estos zapatos viejos que no quiero abandonar. 

sábado, 6 de octubre de 2018

Por la pasarela

Parecía la vibración del celular. Eso me inquietó un poco. Otra vez ese rum rum conocido, como si ella merodeara a mi alrededor.
Continué con mi tarea de recortar el seto, indiferente, como si quisiera ignorarla. Me concentré para darle la prolijidad deseada a las mechas de la retama; dejé al lado la tijera de podar, para descansar y de nuevo, ese zumbido que siempre me seduce.
No la veo pero sé que esta noche estará en mis sueños y en mi cama, como lo hace habitualmente. La veré desfilando en la pasarela con su "tailleur" amarillo y marrón y esas medias negras que tanto me gustan. Sinuosamente, caminará hacia mí y entonces la recibiré en mis brazos, porque soy incapaz de rechazarla. Rozará mi aliento, guiará mi mano, acariciará mi vello y las bocas de miel apurarán las ansias. Besos, pellizcos, cosquillas, mordisquitos. Dejará en mi piel su aroma de narcisos y todos sus fluidos penetrarán tan mansamente en mi cuerpo, como anestesiándome. La alfombra de la pasarela será un lecho de tréboles. Luego, antes de partir, depositará sobre mi boca, una flor de nomeolvides.
Una picazón. Me rasco. Un escozor. Me raspo y tengo sed. La urticaria me marea. No puedo incorporarme, se me cierra la garganta. El rocío del atardecer me da mucho frío. Quiero gritar y no sale la voz. La hinchazón me impide apoyarme en la escalera para levantarme; mi mano derecha yace, inerte, al lado de la tijera de podar y un punto pequeñito enrojece cada vez más. Antes de que se me nuble la vista, veo, colgada del mangrullo, la botella-trampa que fabriqué para atrapar a las abejas-reinas. Unas pocas zumban y ronronean con su traje a rayas.
Lo que no sé, es si esta noche veré el desfile de las modelos.
-Una chaqueta amarilla le produjo un edema de glotis. Le inyectaré un fuerte antihistamínico. Hay que salvar al jardinero.

jueves, 4 de octubre de 2018

Cavilaciones de invierno II

No voy a decir que escribo esto en el otoño de la vida, porque sería un lugar común y estatmos llenos de freses hechas, hueras expresiones vaciadas de contenido, por desgaste.
Pero hoy me pregunto ¿Qué nos pasa que ya no leemos, o leemos cortito? ¿Qué nos pasa que reemplazamos las bellas palabras por imágenes o emoticones que debemos elegir para expresar lo que nos dice un texto, y no siempre coincide? ¿Es la era de la imagen, la que sustituye a las palabras? Estoy hablando de la lectura digital. ¿Es cierto que una imagen vale más que mil palabras? ¿Por qué al escribir tan breve debemos tomar como apoyatura una imagen? ¿Dónde quedó la expresión de sentimientos? ¿Dónde se ha arrumbado el sentido estético?
Como docentes que fui (y sigo siendo) he transitado varias reformas educativas. La inter-disciplina, la trans-disciplina y la intra-disciplina me recuerdan a esos intentos por hacer converger las diversas formas de expresión artística: la pintura con la poesía y la música. Hacíamos ingentes esfuerzos para motivar a los alumnos con el objetivo de descubrir cuál era su aptitud artística (porque todos descollamos en una de las artes, y solemos no saberlo) La intradisciplina era ideal para conocer y aplicar el lenguaje técnico de una asignatura, al modo de "Introducción a la Biología", por ejemplo (fotosíntesis, aparato, sistema, mitosis, clorofila, etc) Entonces, los profesores sacábamos de la manga el famoso "Investigar...", sin una consigna clara, lo que dio lugar al copiar y pegar, sin necesidad de mencionar la fuente.
¿No habría sido más simple interpretar el significado de las palabras por el contexto o por el método deductivo de derivación de familia de palabras? Vuelvo a preguntarme hoy por el papel de la escuela. ¿Cómo se estimula a los niños y jóvenes en esta línea? ¿Leen los chicos? ¿Dejan volar su imaginación y se expresan artísticamente? ¿Qué se les ofrece en cuanto a cultura musical? ¿Cómo se estimula a los alumnos para saber distinguir a los grandes exponentes de la pintura, la escultura, etc.? 
¿Es posible que los maestros hayan caído en tan baja estima, que en vez de propiciar el interés por aprender, preguntan qué quieren hacer hoy? En una clase de Historia o en uno de esos talleres con títulos rimbombantes (Taller de arte, comunicación y cultura/ Taller de Literatura, Arte y Sociedad/ Taller de comprensión escritural en los nuevos contextos...) y como no hay respuesta y los chicos se ponen a jugar al truco, entonces proponen: "Vamos a ver una película" ¿Qué pelìcula vieron? -No sé, porque apenas apagaron las luces, me puse los anteojos de sol y me dormí una siestita.
-Vamos a hacer un trabajo sobre el apunte que vimos la semana pasada...
-¡Uh! ¡qué embole! (o expresiones por el estilo, como si la escuela fuera una especie de recreo continuo, y los docentes, algo así como "entretenedores" o saltimbanquis.
-Si ya lo hicimos en grupo y lo entregamos justo antes de las vacaciones. ¿Lo entregó? 
El ¡Ring! del timbre y la atropellada salida salva al docente que no es capaz de explicar por qué no ha devuelto los trabajos corregidos. 
Son escenas de la vida escolar que nos servirán para el debate. 

viernes, 28 de septiembre de 2018

En la víspera

Dos opciones me dieron como libro que no se vende: guillotina o maple de huevos.
Le habían preguntado a mi progenitor, pero fue tal la desolación que se suicidó en las aguas contaminadas del Riachuelo, donde van a parar las cosas inservibles. Así que tengo la responsabilidad de decidir.
¿Dónde van los pájaros para morir? Los árboles mueren de pie, ¿y los libros? Una vez, viajando por las rutas patagónicas detuve el coche y ¿qué encontré en la doble línea amarilla de la carretera? ¡Un "Martín Fierro"! Me tranquilicé. ¿También los clásicos se arrojan sin vergüenza?
Estamos en la era de la "despapelización" como si fuera una Inquisición contemporánea: la destrucción de libros por razones ideológicas o por pérdidas económicas.
En las ferias del libro que anualmente se celebran, sólo se presentan los nuevos títulos. ¿Alguien ha pensado dónde queda el alma del autor cuando dicen como un eufemismo: "No se destruyen, se reciclan". ¿Será una situación tan traumáticas que los autores prefieren suicidarse?
Es la era del "fast food" y el libro, como alimento del alma se destruye por estar deteriorado, roto, con humedad o picado por los insectos, junto a tantos otros, abarrotados en grandes depósitos o contenedores.
La guillotina de Robespierre o la máquina picapapeles que elimina las evidencias de los delitos son procedimiento muy crueles. Así que, en la víspera, un shock emocional menor sería reciclarme en un maple de huevos, al menos, me ahogaría suavemente en aguas claras y tibias.

martes, 25 de septiembre de 2018

Por el despeñadero

Los chillidos de las aves nocturnas, y otro, más agudo, parten la piedra que ahora rueda por el despeñadero.
Un viento gélido, rozando la madrugada y dos nubes negras anticipan la premonición.
Ella atendió a los últimos parroquianos en el bar, como todas las noches. Alcanzó a escuchar: "Esa chiquilla tiene que ser nuestra, compadre". Todavía retumba y la tortura, esa voz aguardentosa, mientras asciende por la barranca en zig-zag.
Dos bultos entre el ramaje y un puñal, brillan iluminados por un pedacito de luna.
Se esconde entre los matorrales, sube y sube, tropieza con un tronco podrido y cae sobre la hojarasca húmeda.
Como desde tiempos inmemoriales, el canto rodado sigue deslizándose.
Un cuerpo inerte y las prendas ensangrentadas sirven como testimonio.
Abajo, ya comienza la faena del puerto fluvial.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Mujer y cisne

Una mujer madura
torna, de pronto,
en incipiente mujer.
Cierra los ojos y
tropieza con la nostalgia
del primer amor.
Sublime, en la lejanía
de tiempo y sitio.
Un cosquilleo en todo el cuerpo,
como si un cisne de cuello largo
anduviera descubriendo
cada recodo en el relieve de su piel,
cada presuntuosa turgencia,
cada mullida hondonada misteriosa.
Es como si picoteara en ternuras pequeñitas
todo ese universo ígneo.
Se sumergen en las aguas quietas del lago,
hasta que un ramalazo
que viene de las profundidades,
los elevara hacia la superficie,
como si les insuflara aire fresco
de renovada vida y
silbara
un canto de candor y sabiduría.

Nácar de ilusiones

¡Ay! cabeza de chorlito
que sueñas gaviotas en vuelo.
De buena madera eres,
madera petrificada,
roca y nácar.
Nácar de caracolas.
Caracolas que danzan
entre las olas.
Olas de espuma y sal.
Sal de las salinas y el desierto.
Desierto de arenas.
Arena y huellas.
Huellas de un eterno caminar.
Caminar sin pausa.
Volar en el azul.
Azul de ensueño.
Ensueño de libertad.
Y por ahí andas,
libre de ataduras y corduras.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Como una lluvia tierna, los recuerdos

El perfume de las corolas de paraíso, trepada al árbol, cuando enhebraba los pistilos y me fabricaba un collar precioso.
El gusto dulce de las flores de mburucuyá, o el de la teta de la vecina, cuando amamantaba a su bebé, y yo, de parada, chupaba la otra teta de Irma.
Los rasguños y raspones en las rodillas, que me aliviaba con algodón embebido en té de malva, que mamá siempre tenía a mano.
El golpazo en la espalda que me quitó la respiración, cuando jugaba a ser la mona de Tarzán. 
La sensación de miedo al pisar los charcos en época de inundaciones, cuando levantábamos con un pala alguna yarará. 
El agua tibia estancada en la zanja donde buscábamos los huevitos rosados de los sapos, prendidos a los juncos.
El olor picante de la fábrica de quesos que se impregnaba en la nariz.
El cacareo de las gallinas cada vez que ponían un huevo y corríamos a buscarlos y lo sacábamos caliente, sin  que nos picotee.
El primoroso jardín de la vecina y el enorme ramo de rosas, violetas y azucenas, que le regalaba a mamá.
El aire fresco y los pelos al viento durante la carrera de bicicletas.
La sangre de las manos y las espinas de rosas, como castigo por robar flores.
El croar de las ranas y los bichos de luz iluminando la laguna.
El lomo sudoroso de la burra Catalina que nos llevaba a pasear por el pueblo.
El olor de la fritanga de tortas fritas, que salía por las ventanas de las vecinas en las tardes lluviosas de mates y chismes. 
El gusto de la sangre que se chupa para calmar el dolor por el corte en la nariz, luego de una caía desde la bicicleta.
La tristeza inmensa al ver a mi gato aplastado en medio de la calle.
La repugnancia y la risa cuando el "Veneno" nos metía por la espalda los sapos fríos, camino a la escuela en los días de lluvia. 
El olor penetrante en el bosque de eucaliptus, cuando jugábamos a las escondidas.
El sonido del viento en el maizal, cuando íbamos a robar choclos en el verano candente. 
La mano protectora de papá, cuando me llevaba a la cancha y me sentía tan pequeñita en ese mundo de hombres fuertes.
La suavidad del lomo de la oveja negra que pastaba en el campito.
El roce sedoso del vestido de comunión, cuando la monja me mandó atrás de la fila, por insolente.
El olor a cloro, ¡a sus marcas, listo, ya! en las competencias de natación.
La frescura de la sombra del busto de Sarmiento, cuando me escondía para no entrar a la clase de Religión.
El jugoso sabor de los duraznos a la hora de la siesta.
El olor del pasto aplastado cuando buscábamos un trébol de cuatro hojas, el de la suerte. 
La polvareda que armaba cuando barría la vereda con frenesí, mientras espiaba a los chicos jugando al futbol en el potrero de enfrente.
El colorido disfraz de las chicas, los tacones, las pelucas, las carteras, cuando jugábamos a ser señoritas o cantantes.
La persecución de las mariposas amarillas en el campo de margaritas.
El crujido de la higuera en medio de la tormenta, cuando el papero derrumbó la casita del árbol.
El gusto de la ligustrina que masticábamos para disimular el olor a cigarrillo compartido en el baño de la escuela.
El ardor de la cachetada cuando me escapé a bailar, en el día del velatorio de la abuela.
El recuerdo del primer beso en el picnic de la primavera.
El placer de estudiar todo aquello que más me gustaba.
Las manchas en el papel. Las lágrimas diluían las letras azules en la carta de despedida, antes de escaparme al sur.
La emoción de tener en los brazos a mi primera hija, igual que cuando nació mi segunda hija, lejos de mamá.
El orgullo de tener una familia valiente, y el dolor por las pérdidas.

-Sr. Roberto... hicimos lo que pudimos. El Alzheimer no perdona. Ella acaba de morir.
Seguro que en su ensimismamiento de mirada perdida, estaba recordando los tiempos felices- pensaba su hermano, alejándose para esconder la tristeza. 

Avalancha

Hay una rara luminosidad por la venta.
No es plenilunio,
es una nada blanca
que se esparce parsimoniosamente.
Un extraño silencio me despierta,
aminora el tic-tac del reloj
y me desvelo.
Un deslumbramiento
que me corta la monotonía,
se posa en el dintel de la mirada.
Una tabla rasa.
Una enorme somnolencia.
Una blanca palidez,
me deja absorta.
Los párpados se apelmazan,
se aletargan,
se acurrucan,
se arrullan.
Es la nieve virgen que me recibe
en la colcha fría.
No detiene la agonía
y me lleva
y me engulle
en el vientre glotón de la montaña. 

domingo, 5 de agosto de 2018

Serendipia

Un jolgorio de palabras equilibrista                         "Sin darme tiempo a protestar, el animal nuevo va
está ocultando un candomblé                                  poniéndole nombre a cuanto se alza ante nosotros"
de honda melancolía.                                                                          De "El diario de Adán y Eva" de
Hallazgo inesperado de sorpresas                                                         Mark Twain.
en el cofre añejo de las fotos.
Sortilegio de hechizos encantados
bailan en el ritual del recreo.
Alboroto de trinos bulliciosos.
Enjambre de mieles musicales.
Melodía de flauta dulce.
Carcajadas en el parque.
Diabluras inocentes.
Y tu risa, tu jacarandosa risa
de contagiosa alegría.

domingo, 29 de julio de 2018

Luna escarlata


Luna escarlata
El invierno trae aromas de nostalgia, el gris de la calle, la bruma del mar y la melancolía de las canciones de Zitarrosa se oyen por allí.
Los montevideanos caminan con parsimonia con el termo debajo de un brazo y el mate eterno, como si formaran parte de sus cuerpos. Son una postal del país. Y yo voy admirándolos con mis ganas argentinas de matear, pero no me animo; ellos sonríen con la franqueza de los que dicen “que lo pasen bien”.
Luego, para hacer contactos, más que por curiosidad pido indicaciones para llegar a la Ciudad Vieja.
-Toman por 18 de julio hasta Plaza de la Independencia y ahí verán la puerta de la ciudadela, ¿Ta?
-¡Ta! –les contesto para indicar que he comprendido.
La tarde va oscureciendo cada vez más y desde un zaguán se oye una milonga. Más allá, percibo que alguien canta “Cambalache”, mientras se ducha, pienso. El tango rioplatense une a los dos países, como el gran río marrón. “El mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también…”
El mausoleo de Artigas, solemne y luminoso, contrasta con la hidalguía de la estatua ecuestre. El viento arrecia y hace flamear las banderas por donde mires.
-Si van por 18 de julio, no se olviden de probar los chivitos –Dicen y entonces imaginamos que se trata de un cabrito al asador.
Dejamos atrás el Palacio Salvo e ingresamos a la ciudad Vieja. La melancolía se hace más gris, cuando unas gotas insistentes comienzan a mojar a los transeúntes. Una capilla con olor a humedad y paredes descascaradas agregan más tristeza, como si los santos rogaran por el angelito culón que se escapó por campanario.
-¡Paraguas, paraguas!
Al salir, se desploma el cielo, como para lavar las penas o para indultar a los culpables. Buscamos reparo pero sólo encontramos indigentes acostados en los portales cubiertos con plástico negro, que duermen.
A esta altura ya estamos empapados. En el Mercado de los artesanos nos reponemos un poco. Camino al puerto, no importa ya la lluvia. El semáforo no corta más. Pateamos botellas, plásticos volantes y diarios mojados. Asoman por las ventanas o desde sórdidos rincones, las mujeres que se ofrecen a los marineros del barco ruso que acaba de atracar. La lluvia no ha borrado todavía el grotesco pintarrajeo.
-Son $500, ¿ta?
-¡Yeah! – ingresa uno al burdel, y luego otro, y otro.
Por la calle Piedras, tratamos de esquivar los charcos. Una luna de sangre asoma entre los nubarrones. ¿Será un mal augurio? ¿O será el eclipse? Una ambulancia llega ululando. Por curiosos, nos quedamos atónitos al ver que sacan en una camilla a la mujer de vestido verde loro manchado de sangre.
Un artista callejero, perturbado, corre con su guitarra emparchada groseramente con cinta ancha.
-¡Filha da puta! –grita.
Nos vamos. Nos cansamos de callejear.  Sordidez y peligro. Ya se nos fueron las ganas de probar el chivito. La lluvia azota cruelmente y borbotea en los charcos.
Esa noche soñé que encontraron una bolsa marinera manchada de sangre, repleta de corazones heridos, canciones, besos de fantasía, un listado de ternura, palabras dulces, como si fuera un catálogo de expresiones para enamorar y un poema inconcluso “Otro invierno que llega… Las hojas danzan y yo caigo en la cuenta que ya no volverás”.

Clases de fantasía

-¿Qué van a ser cuando sean grandes, niños?
-Yo quiero manejar un Titanic.
-Se llaman transoceánicos.
-¿Y vos, Alelí,?
-Yo, manejar un unicornio.
-No existen los unicornios.
-¡Sí, existen, Zamba! Y tienen un cuerno grande, y alas...
-¡Ja! Y ¿dónde viven?
-En el bosque, y cuando quiero, lo hago volar.
-Y yo, cuando quiero voy con el barco a jugar con los manatíes.

                                                                                    (Fragmento de conversación, 4 y 6 años)

Latir

Bosque umbrío. Profusión de verdes que seduce.
Bóveda enramada, y apenas, el azul, arriba.
Canto de las aguas que acuna.
Follaje de semillas y flores.
Chillido de un pájaro interrumpe
mi ensoñación, las dudas, los miedos.
Nutrición. Fertilidad. Plenitud.
Siento en mis manos su textura
y la sensualidad del luminoso sendero,
del bullicio silente,
de la aspereza del tallo de girasol,
de la miel de esos labios y
la sal de una lágrima que carretea
por la punta de mi nariz y
después se suicida justo ahí.
Yerma, seca, improductiva.
Quiero beber el agua de la dicha,
abanicarme en el aire danzarín,
aventar las llamas del deseo,
ser chispa de vida,
dar color a la sangre,
ser latido del corazón en la intrepidez de la pasión,
ser el habitáculo del espíritu
y retornar a a tierra en ese vértigo circular, indefinidamente.

Lluvia

Una rebelde lluvia aporrea los cristales.
Una imperiosa lluvia moja los verdes pastos.
Una añeja lluvia arrastra los deshechos de la ciudad inclemente.
Una incansable lluvia lava las ramas de los árboles,
que miran cómo pasa el tiempo.
Ojalá que un toque de ternujra
me dé la quietud límpida de un remanso,
que un susurro secreto traiga vientos de esperanza,
y que un amor tan vehementemente azul
no se escape otra vez, como el agua entre los dedos.

Enigmática poesía

Como la chispa atrevida de la urgencia,
es explosión de la energía que estalla en luz.
Como la piedra fundante de la casa,
es la verde y sólida redondez de la naturaleza.
Como la brisa fresca del razonamiento,
es balanceo del pensar.
Como la serenidad azul de nuestras emociones,
sopla la inspiración o el huracán
que es memoria del mar,
el sollozo de la angustia,
el fluir de la alegría.
Vivir un plan cósmico
en la retórica de lo cotidiano
y hamacarse sin sucumbir.
Ésa es la apuesta.

Cadencia y tornasol

Un charco de nostalgia.
Un tobogán de inquietud.
Una poza de penas.
Un campo de rastrojos olvidados.
Han caído las hojas.
Se desnudaron los álamos sobre nuestras sillas.
Una tristeza amarga reposa en ellas,
y me dice que no volverás.
Las primeras nieves, como un manto de olvido,
van tapando nuestro secreto.
Arriba, la luna turca y una estrella
despiden la noche desdichada.
Quedó olvidada una manta que cubrió
ese amor fugaz y ahora sé.
La verdad duele,
pero la mentira o la verdad a medias
duele siempre.
Los copos blancos siguen cayendo,
imperturbables.

lunes, 2 de julio de 2018

El clamor seguirá

¿De qué sirven los tibios besos del sol?
Sucia nieve, como una mujerzuela te arrastras en el lodazal.
Ya no eres la prístina muchacha que antes fuiste.
Te han llevado por andurriales y callejones oscuros.
¿Por qué esa cínica sonrisa?
Indigna eres vendiéndote
al primer postor, y lo sabías.
No has podido tapar el sol con el dedo. Y ahora,
por tu culpa aparecen
los charcos sospechosos,
los harapos indecentes,
las barriguitas hinchadas,
los baches indigentes,
los ojos azorados,
el bienestar engañoso,
la olla vacía, el frío cortante.
Y el clamor seguirá.

Al ras

Desperté en medio de un silencio profundo y supe. Ya no se oía el repicar de la lluvia sobre los techos, como anoche.
Desde mi ventana, un resplandor blanco me encandiló. Una admiración nueva, como la sorpresa de la primera vez que vi nevar. Siempre sucede lo mismo. Como el fuego crepitando en la chimenea, subyuga ver caer la nieve pausada, sutil, cubriendo todas las irregularidades, todas las miserias.
Es la hora de escuchar la blanca parsimonia, de palpar la lisura del horizonte gris, de vislumbrar al perro solitario que interrumpe con su negrura y los ladridos, tanta nostalgia. Pronto se oirá la algarabía de los niños jugando con los trineos, culipatinando, sin tiritar, y después...
-¡A casa, niños, que se van a enfermar!
No es el momento ahora de la sola contemplación.
Más tarde sobreviene la tristeza de pensar en tanta familia humilde, viviendo a puro mate cocido recalentado, con pobres techos llenos de goteras, con escasos leños, sin abrigo y con dolor.
A lo lejos, una hacha desolada parte la leña bajo la nieve, para entibiar, apenas, el pobre hogar. El frío da largas cuchilladas y el sol hoy no quiere alumbrar.

El coraje de vivir

Por las rendijas de una casucha ruin penetra el frío de la noche. Han cortado la luz por falta de pago y ya no puede ver la vida que pasa en el monitor.
Por la calle corren el policía y el ladrón. Por la ruta, el ulular de las sirenas aturde. ¿Será un accidente? ¿Una ambulancia? ¿Los bomberos?
Se hace el silencio. En la penumbra se oye el sollozo apagado del niño, al que le chiflan las tripas. Al lado, el jadeo de los amantes.
Se cubre con la cobija corta y tirita.
Ahora, el viento sopla con más intensidad. La luna sigue escondida tras una nube oscura

martes, 26 de junio de 2018

Cavilaciones de invierno

Al calor del hogar, frente a los leños encendidos, fuma, envuelto en un poncho de lana que le cubre la espalda; casi se mete en el hueco de la chimenea. Y bebe su ginebra. En el interior de la cabaña, el frío se hace sentir. En la otra ventana, la blancura gélida ha formado extraños dibujos de hielo, estrellas de escarcha que se fijaron allí, para no dejarlo ver, para exigirle mirar hacia adentro.
Afuera, la nieva acalla los ruidos. Es una nada blanca que no lo perturba, pero siente un vacío emocional, un silencio inconmensurable, un monumental sigilo que por ahora no lo inquieta.

Las dunas eran acariciadas por el viento del sur. Un calor abrasador obligaba a darse un chapuzón en el mar. Era también la ocasión para disfrutar de un amor de verano. Rocki, guitarreadas, fogón en la playa. Arena y besos. Despertar luego en el hueco de la caleta, al alba, cuando el sol comenzaba a calentar.
Ella se fue y unos meses después, la responsabilidad de ser padre a los veinte años.¿Qué habrá sido de ella?
Conoció al chico en su aniversario número veinte. Rasgos suaves, nariz afilada y frente abultada, como su madre, y rizos rubios... ¡Lo dejó ir! Sin palabras, insensible y vacuo.

Abajo, el agua fría y negra; arriba, la luz cálida y amarilla. Quiere subir, coloca ambas piernas en las salientes irregulares de los ladrillos musgosos del aljibe; se sostiene con una mano en el hueco que dejó el bloque ausente, y con la otra, se topa con la lisura resbalosa. Pedruscos sueltos caen al fondo del agua helada.
No puede avanzar. Si mira hacia arriba, la altura lejana lo marea; si mira hacia abajo, un círculo concéntrico quiere tragarlo. Se tensan los músculos hasta la extenuación. Luego, una mano se desprende y lo hace girar hasta golpear la cabeza en la pared circular. Se toca la frente ensangrentada y sudorosa. Arriba, la luz se está tornando opaca. Nuevamente se derrumba  y cae en la profundidad oscura. Quiere descansar... se revuelve sobre la almohada, se agarra a la boca del brocal... ¡Siempre vuelven esas imágenes!.

Se sobresalta. ¿Quién es esa casquivana, esa sombra negra que osa presentarse así, tan de sorpresa? Misteriosamente, otra vez aparece. En esta ocasión, ataviada con una túnica negra, una capellina al tono, y una máscara. De la boca que no puede ver, exhala el humo de un cigarro con olor a incienso.Ella es todos sus sueños. Es un espejismo que quiere borrarle esos días iguales, esas tardes eternas, esas noches tan largas. Ahora, entre las llamas, percibe como un susurro: " Se derrama la espuma de tu memoria, y no habrá mañana".

Los tres chicos vecinos han ido a visitarlo para escuchar sus anécdotas y reírse al calor del fuego, pero el viejo está demasiado borracho para articular palabras, o hilar con coherencia esos lindos giros verbales que solía emplear. 
-Nos vamos, le dicen cuando él ha dejado de mirarlos, porque está comenzando la secuencia de la añoranza y la tristeza, ésas que se materializan en lentas lágrimas, que ruedan por su barba blanca, cuando bebe del gollete del porrón de ginebra. 


LUNFARDEANDO

Chapo la pluma y el pelpa y te escribo un poema lunfa.
Voy a chamuyarte un poco. No soy versero. Tengo un berretín.
Escribo al vesre pa lo chochamu.
Lo gomía no saben niente... pa'enamorar a las pebetas. Escriben paroles cachuzas, y las percantas le dan el raje a escobazos.
Pa' mí esto es un yeite. Me dan unas chirolas, o unos buenos morlacos, que es guita, eh?
Terminé de morfar. Me tiré en la catrera, no pa'apoliyar. Pa' pensar nomá. Y mi jermu, que no está.  Menefrega.
Más tarde prendo un faso, me calzo los lompas rayados, me aliso las crenchas y me voy pa' la yeca o al trocén.
-No seás gilún - me dicen - que la cheno está finiquitando.
Los cafiolos se yevan a las namis por el cayejón y me junan con displicencia.
Me duele el marote y se escucha un tango bien compadrón al salir del cabaré. Me tomo un feca, y ya me voy pa mi bulín.

jueves, 14 de junio de 2018

Naderías que se olvidan

¡Cómo que nada! Nada de nada, dices.
¿Nada te quedó de la infancia? ¿Objetos, juguetes, imágenes?
Prueba como yo. Un restgregar de párpados, y ¡listo!
La muñeca articulada con ganchos en las piernas, en los brazos, en las caderas, ésa que se le había caído el pelo de tanto peinarla... y que mamá después le confeccionó una peluca con los mechones de mi propia cabellera, que quedaron tirados en la peluquería. Ésa de los ojos saltones que se movían de un lado a otro y que después le hice un agujerito en el cráneo para investigar el mecanismo, total la peluca tapaba todo. Ésa que lucía un primoroso vestido blanco confeccionado por mamá, y los calzones grandes para tapar los fierritos...Me llevé la muñeca y la tenía guardada hasta que mis hijas un día la tiraron por fea y anticuada...
Otra friega en los ojos y ahí está el camioncito azul de madera que le habían dado a los empleados del correo para Navidad. Era fabricado por los presos y se los regalaban sin preguntar si era para nena o para varón. Mi papá me lo dio igual. A mí me hubiera gustado una muñeca, pero en fin... lo guardé y después se lo di a mi hermanito que nació unos años después.
La caja de los recuerdos está vacía, pero veo igualmente, el largavistas de plástico rojo que me regaló el padrino. Con él miraba a la distancia y en el horizonte veía paisajes bellísimos, un tren entre las montañas nevadas, un elefante mojando a sus hijitos, un delfín rosada saltanto junto a la barca, una indiecita eligiendo piedrecitas de colores... 
Veo ahora el vestido de danzas suizas con todos los detalles y las castañuelas y los tacones de bailar flamenco... y la bicicleta flamante, sin rueditas... y los duraznos maduros que comía a la hora de la siesta, y el boletín de notas escolares, y la libreta llena de estampillas de la Caja de Ahorro Postal, mi primer cuaderno de clases y el album de figuritas (siempre me faltaba la difícil) y la oveja negra que visitaba todas las mañanas...
Otro pestañeo y alcanzo a divisar el picnic de la primavera y el primer beso. Ahora me toco los labios y todavía lo siento... las revistas Crisis que escondía debajo del colchón en la pensión, y los panfletos, y la servilleta del bar de los estudiantes, que me recuerda mis primeros escarceos amorosos y tantas cosas...
Ahora que puedo buscar tranquila, ahí veo las cartas que me escribía el que fuera después el padre de mis hijas. ¡Ésas sí que perduran! Atadas con una cinta azul. 

Toda la luz

Hubo un tiempo en que él se sumergía en remolinos turbios; se abrazaba las rodillas para darse calor; el frío intenso condenaba hasta los carámbanos.
Ni un torbellino incipiente de turbio polvo pudo cubrir su irreverente desnudez; ni las pesadillas repetidas y monótonas calmaron el temblor y el mido.
La epopeya ensordecedora estaba concluyendo. Un mito indescifrable comenzaba a aliviarlo.
-¡143! Sígame.
El llamado lo sobresaltó, a la vez que interrumpía el silencio musical del aire... el aire ya no estaba contaminado, cuando se limitó a beber la fragancia de todo lo vivo, a tragar bocanadas y expulsarlas laxamente.
Y la luz, de sagrada belleza enmudeció al sol; la iridiscente placidez llegaba hasta herirle las pupilas. Dejaba atrás, al fin, el dolor y el encierro. Hasta el hielo de los barrotes se estaba derritiendo.
Se oían los ladridos de los perros. El crujido de la nieve helada en cada pisada, estaba dando testimonio. No era magia, era una contundente verdad, su libertad. 

Hondos sentires prófugos

Miríadas de luz sobre el río. Verdes luminiscencias. Reflejos dorados desde el oeste. Aguas danzantes sobre la corriente de aguas claras.
Bailo en la orilla, hasta la extenuación, con un ritmo enloquecido. Desnuda, me despojo hasta los orígenes. Arrojo mis ropas que se van por el medio del río, y canto.
Ahora el cielo va tornándose gris. Una nube negra intercepta la luz y detengo la danza. Hasta los pájaros han cesado sus chillidos. Se oye un silencio inconmensurable, que me hace tiritar.
A lo lejos y en la penumbra, ya en un recodo veo. ¿Son nenúfares? ¿Son mortajas? Incertezas, dudas, contradicciones. Hay que renacer, aún en la oscuridad. Me sumerjo y el fango es mi abrigo.
Otra vez danzo con desenfreno, hasta que en la espesura, una estrella y una luna turca me marcan el rumbo. Hacia allá voy, a punto de recomenzar.

domingo, 27 de mayo de 2018

En el umbral

Nieva con la suavidad de un invierno en el silencio inmaculado. Hibernan. Hibernamos. Es un lapsus de la vida que duerme en la planicie blanca y quieta.
Por arriba, los copos sutiles van tapando todas las miserias, todas las vergüenzas, todas las angustias, mientras un sol tenue abrillanta la lisura.
Por abajo, los gusanos cavan vericuetos escondidos; las hormigas protegen su comida, que no es maná. Las cigarras y los grillos se han callado de grave afonía. No se oye el ruido interior de la tierra; las raíces crecen y se afirman con sigilo.
Y así, en el instante preciso, siento un temblor imperceptible en el umbral vivo de la revelación. Ahí veo al tulipán asomando su cabecita curiosa y muda. Es una flor sola con su sangre roja, que anuncia la vida y sorprende, como asombra la belleza de una obra de arte, como si fuera el despertar de un sueño prístino.

jueves, 17 de mayo de 2018

La cadencia de las violetas

Por momentos se desploma, atropella
y es violenta con todos y los cristales.
Sobre los techos tamborilea y
me anuncia que hoy no habrá visitas,
que vaya arrebujándome dulcemente entre las sábanas,
y que sueñe.
Él no vendrá.
Una niebla, salvadora, me adormece y
ya no retumba en mis oídos
el portazo que ha dado al irse.
Arrecia ahora y se encoleriza.
A borbotones forma charcos aquí y allá.
Me veo chapotenado rumbo a la escuela.
Risas y guardapolvo blanco salpicado de barro.
¿Y ahora, por qué el paraguas llora lágrimas oscuras desde el perchero?
Él no vendrá.
Más tarde, como si se arrepintiera,
comienza otra vez, mansamente.
Acaricia las hojas, las flores y los frutos.
Nítidos colores son más brillantes y sonrío.
Despierto, y veo desde mi ventana
que el arcoiris asoma.
Un colibrí viene a contarme
que él está en camino.
Enjuago mi cabellera en el extremo de la canaleta.
Desnuda, mi cuerpo brilla y se suaviza.
La tormenta calmó.
La lluvia fina ya ha mitigado mi dolor.
Por el sendero lo veo llegar.
Ahora, el aroma de las violetas es más intenso.

martes, 15 de mayo de 2018

Cortezas del alma

Era mi obsesión
sacar la cáscara seca de los plátanos
y descubrir la lisura verde claro en primavera,
para tallar un nombre y un te quiero.
Rascar la cascarita seca de la rodilla magullada,
chupar la sangre nueva que manaba
y poner fomentos de algodón y té de malva,
para cicatrizar.

Hoy, en otra geografía, ya no hay plátanos.
Tengo frente a mi ventana un arrayán.
Me sorprendí cuando fui a desprender
la piel fría, canela y naranja.

¿Se curan las heridas?
Había que explorar debajo de las cortezxas
y encontrar un tesoro,
llenar los huecos de la nostalgia.

Voy hacia el abedul del fondo
y le quito la cáscara blanduzca y deshilachada.
El polen amarillo se esparce volando y se deposita
blandamente, hasta hacerme estornudar y lagrimear.

Desprendo una cáscara,
una piel, una corteza.
Develar lo más recóndito.
Una cicatriz superpuesta
no deja salir la savia del corazón.
Se agarrota como un puño.
Ya no es terciopelo suave.
Es una tela ajada por tantos rasguños,
tantos engaños,
que no deja descubrir las entretelas del alma. 

lunes, 14 de mayo de 2018

Lozanía y despojos

Cuando su cuerpo comenzó a moldearse bellamente, todo, su piel, sus poros, sus senos y su boca supieron el sabor del deseo, degustaron las mieles de la lujuria y se elevaron en aras de la libertad.
Nada más lindo que salir de la quietud de los escaparates. Ascender por los aires del delirio. Respirar a bocanadas frescas el cielo límpido. Recrear el vuelo de las mariposas. Ser libélula de colores y competir con el arcoiris.
Un día deseó el reposo. El matrimonio y un esposo de mirada torva y manos insensibles, no fueron suficiente para acallar las ansias, para atrapar los sueños. Extrañaba el afuera y desechó la esclava cotidianeidad.
Entonces salió a las calles, recorrió las bocacalles, se detuvo en los semáforos, caminó por los albañales, tropezó muchas veces con las ratas del basural, cayó en los charcos pestilentes, resbaló ¡tantas veces! para no quedar aprisionada en las garras hirientes de apetitos vorces. Descubrió, en tanto, que era mercancía del pecado. Y partió.
Probó suerte en lujosos establecimientos y fue bailarina de varietée. Las luces, las lentejuelas y las baratillas la subyugaron a destiempo. Cuando sus carnes fueron tristes colgajos y su piel arrugada afeó su antigua hermosura, continuó en tugurios infectos, compartiendo el trajín de otras mujeres de su calaña y ex-hombres que la arrojaron al lodo nauseabundo.

Hoy leía un pequeño recorte del periódico: "Hallaron el cuerpo sin vida de una mujer en la callejuela oscura que divide "Barrio el humo" y "Villa Asma". Se desconocen sus datos de filiación.

Yo intuyo, sin embargo, que el cadáver pertenece a Ramona Montiel, que ha perdido todo, hasta su identidad.

domingo, 15 de abril de 2018

Labores domésticas

Lavar los vidrios
(y las penas)
Aspirar el polvo
(y las pulgas)
Limpiar la casa
(y los galpones)
Sacar las telarañas
(y las hormigas)
Planchar la ropa
(y las arrugas del rostro)
Enjuagar la cabellera
(y las canas)
Nadar en la piscina
(y hacer la plancha)
Mirar el cielo
(y las estrellas)
Caminar por el prado
(y esquivar las piedras)
Ahorrar el dinero
(y cuidar las finanzas)
Bordear el abismo
(y aferrarse a las cornisas)
Volar en sueños
(y en helicóptero)
Hacer panqueques 
(y no darse vuelta)
Acariciar al gato
(y a los cocodrilos)
Bailar un tango
( y una milonga)
Descorrer las sonrisas
(y los mohines) 
Hacer mayonesa
(y que no se corte)
Hacer el amor
(y dar un guiño)
P.D: ir agregando lo que surja y lo que no surja. 

miércoles, 21 de marzo de 2018

Babel y una rosa

Hay un ritmo vertiginoso que no cesa. Prefiero los pueblos tranquilos y el alma sosegada de sus pobladores. Sin embargo, estoy aquí, como un notero de un multimedio, apostado en un banco de la plaza, porque es aquí donde se agita la vida, se revuelven las argumentaciones y entre dimes y diretes, raras veces se acuerda. 
En otras ocasiones, disfruto mirando el lago sereno y transparente, o cuando está tan embravecido como el mar; le doy la espalda a la estatua ecuestre y a los edificios municipales, pero nunca ignoro a mi bandera a media asta, porque ha muerto un hombre probo de mi ciudad. Hoy no, estoy frente al monumento y al reloj del municipio, patrimonio cultural. Esto no es Sodoma, ni está cerca del Mar Muerto, pero percibo que ¡nos están sodomizando!
-No hay acuerdo en el Concejo Deliberante... otra vez el flagelo de la corrupción...-dos señoras pasan frente a mí y comentan.
-Digo yo, cuando hacen varias marchas de protesta, ¿se ponen de acuerdo antes? -el señor se sentó a mi lado con ganas de conversar. Y sin esperar respuesta, continúa.
-Mire, desde la esquina de Parques Nacionales, vienen marchando los guardaparques y aquellos son los municipales, que están en retención de servicios. -Por la calle principal, los bombos y los cánticos aturden cuando pasan debajo de las arcadas del centro cívico.
-¡Bariló...! ¡Bariló...! -grita el contingente de señoritas boca-sucias que están de viaje de egresadas. La leyenda de sus remeras dice: "Sexo gratis en la primera clase".
-Ahí bajan esposadas las "mecheras" que robaban en el outlet de ropa deportiva -señala mi acompañante. La comisaría está sólo a 50 m. de mi lugar de avistaje.
-"Esta mañana un joven, cuya identidad se desconoce, ha rociado con nafta al intendente, quien ingresaba a su despacho..." -desde la ventanilla abierta del coche detenido en lugar prohibido, la radio propala. Le aviso, entonces, al conductor que la grúa está llegando para retirar los autos en infracción. Con un guiño y un bramido cómplice, se va raudamente.
-Estamos buscando el carnet de estudiantes para viajar gratis al cole -me dicen las chicas que hacen una larga fila frente al ex correo. -Ahora dicen que "se colgó el sistema". Igual, hay paro docente, así que esperamos. 
-Me parece que se va a "armar la podrida". Mandaron efectivos desde todos los rincones del país... Es por el tema de los pueblos originarios y la extradición, creo -me anoticia el hablador. Tres camionetas de Gendarmería Nacional se apuestan, en este momento, frente al Museo Municipal. 
-Sí, y además se viene en unos días el Encuentro Nacional de Mujeres y hay que atajarse, porque son bravas y arrasan con todo. ¿Se acuerda el año pasado, cómo pintaron la catedral y todas las paredes? "Muerte al macho". "Curas pederastas putos" "Viva el aborto" "Abortá tu moral" ... Eso decían, pero dígame, ¿QUé tienen en la cabeza?
Sigue su monólogo y me acuerdo de los comentarios de los viejitos tomando el sol en la plaza: "Antes usted se casaba para toda la vida y ahora, se casan, se descasan, y lo que es peor, entre hombres o entre mujeres, qué me dice?! 
Como un trofeo, frente a la sala de exposiciones, se muestra el último auto chocado, cuyos tripulantes iban con exceso de velocidad y borrachos, huyendo del control de alcoholemia. "El alcohol mata", dice el sloga.
Como mulas, las estudiantes acarrean sus mochilas repletas de diferentes bebidas hacia el hotel. Es para "la previa", para estar bien "colocadas" antes de ir al boliche.
-Mirá, ahí se llevan en ambulancia al acuchillado del pub -comentan las chicas que vuelven de la noche. -Era el amigo de mi amiga.
-¡En qué mundo vivimos, señor! Ayer, en pleno mediodía, una pareja hacía el amor en la playa, frente a la mirada de un policía y los curiosos. Eso salió en todos los medios... -El señor hablador se sopla los mocos, se asegura el sombrero y se va meneando la cabeza. 
Un grupo mapuche despliega su bandera sobre la estatua del Gral Roca. Junto a ellos, representantes de los Derechos Humanos. Con aerosol escriben "Asesino traidor", sobre el pedestal de piedra.
Paso del asombro a la resignación: la indiferencia no es buena consejera y entonces observo un despliegue inusual. Hombres de mameluco azul arman con rapidez inusitada, un mínimo escenario y ya llegan los artistas. Espectáculo a la gorra. Zumba, tango, folklore y más. Las narradoras ya nos deleitan otra vez. En el extremo opuesto, decoran para las Pascuas que se avecinan. Simpáticos conejos gigantes ofrecerán huevos a los transeúntes y las chocolaterías tendrán el éxito mayor de ventas de temporada.
Ahora, están armando una tarima sobre el jardín arruinado a pisotones. Un predicador arenga a los paseantes: "Dios viene a salvarnos" y los parlantes tapan los sonidos de una chacarera que bailan al otro lado.
Mientras me alejo veo "de ojito" el titular de un diario local: "Allanaron la casa del Cuqui Medina y encontraron drogas varias, plantas de marihuana y armas". En la bajada: "El dueño de casa alcanzó a huir por los techos"
-¿Es Gomorra? ¿Es la camorra napolitana? -me pregunto. 
Las protestas han cesado y veo una sola rosa que ha quedado intacta en el cantero. En la madrugada habían saqueado el jardín de rosas.Sólo quedó una, blanca, vulnerable y cubierta de rocío.
-Es la poesía, la que nos salvará. 

domingo, 11 de marzo de 2018

La cita

Lomadas suaves en el parque. Un banco de plaza y una dama de naftalina mirando hacia el poniente.
Su vestido huele a añejo. En su sombrero rosa lleva prendido un ramito de violetas. 
Ella mira con atención la loma y el horizonte, pero no ve. Los pies, modositos, uno junto al otro, no pueden quedarse quietos; cruza los dedos, se restriega las manos, hace crujir los nudillos. Al galope anda su pecho. Una vaquita de San Antonio sube por la puntilla del canesú. Dicen que traen suerte. A la vez, un coro de grillos alborota el atardecer, cuando la brisa se calma. Los grillos también dan suerte, se consuela.
Se aturde, se tapa los oídos y entonces retumban los versos que una vez él le dedicó: "Un día, cuando coincidan el camino con la plaza, me costarás todo eso que ibas a contarme, o tal vez no me cuentes nada, porque estaremos, nadas, como el árbol o el río, pegados a la tierra, en silencio, con la naturalidad de lo que es y nada más".
Cierra los ojos y el enrejado de sus pestañas le recuerda una prisión de amor. Le transpiran las manos y no quiere ver, pero ve en el horizonte cómo gasas rosadas, sedas naranjas, danzan en el aire y luego se tiñen de lila, y ya son un tapizado de terciopelo azul, donde vuelan las luciérnagas.
Es en esa hora de la tardecita, cuando ve asomarse por la loma, un sombrero oscuro que se bambolea hacia un lado y hacia el otro. Reconoce ese andar y ese sombrero de pana. Distingue luego una silueta que ya no es flaca y desgarbada; es un hombre macizo que se acerca. 

Los tramoyistas están cambiando el decorado, hasta que antes de correr el telón, vemos, los espectadores, un banco de plaza con dos sombreros; detrás, la espesura del bosque.
El público, de pie, aplaude incansablemente y se encienden las luces de la sala. 

Libre

Volar y nadar son mis preferencias, porque soy libre. Vuelo entre las mariposas en las tardes de estío y me sumerjo en las profundidades del mar. Curiosear entre las flores de arriba y las flores de abajo.
Sencillas florecitas del campo, señoriales tulipanes, sensuales orquídeas. Eso me atrapa, y disputar entre las abejas, libar las flores de trébol, de albahaca y de tomillo.
Y como soy sibarita de la belleza, nado cerca de los corales para perseguir al cardumen de pez payaso, y jugamos a las escondidas. Luego me adorno la cabeza y todo el cuerpo con cintas de algas verdes. Atisbo en la cueva de rocas y me asusto. Los ojos brillantes de un pulpo negro me custodian. Paree que es el instante de ver lo ignoto y ahí está la barracuda, al acecho.
Y porque el miedo es una sensación que hay que experimentar, rápidamente asciendo y estoy sola entre las muchas burbujas que voy dejando en el trayecto. Al fin llego a la superficie y a grandes bocanadas, aspiro el aire salino y el sol candente me abraza.

jueves, 8 de marzo de 2018

Curiosidades desde Argentina

Hay dudas, certezas, contradicciones que es preciso develar y compartir. Entre ellas, se dice que Carlos Gardel, el zorzal criollo, es argentino. Los uruguayos se lo disputan también, y los franceses atribuyen su nacimiento en Toullousse.
Lo cierto es que su verdadero apellido es Gardés, descubierto recién en 1935, cuando acaeció su muerte en Medellín, Colombia.
Elena Irene Gardés, sobrina nieta de Gardel, ya fallecida, da testimonio a partir de sus investigaciones en Argentina y del viaje a Europa en busca de sus orígenes, en su libro, "Carlos Gardel y la raíz de la genealogía (Ed. Corregidor, 2004). Tengo en mi poder la obra y la partida de nacimiento del cantor, porque Elena era mi amiga. Carlos Gardel nació en Toullouse el 11/12/1890.
Bertha Gardés, madre soltera, guardó celosamente el secreto de quien fue el padre y se vio obligada a radicarse con el pequeño Charles Romuald en Argentina, adonde llegó con la familia que la acogió y con quienes realizaba trabajos domésticos. Vivieron desde siempre en el Barrio del Abasto, precisamente en la calle Jean Jaurés 735. Más de un siglo para develar la incógnita.
Es la historia de un amor prohibido. José Gardés, primo de Bertha, ingresado a la vida monástica, fue recluido por el Superior de la orden a Asia y luego a África. Ella sufrió el desprecio, la humillación y el desarraigo. ¿Bertha y José se encontraron finalmente? Se los contaré en la próxima entrega.

miércoles, 7 de marzo de 2018

La viuda negra

Vive en los rincones, al acecho para cazar toda clase de insectos. Es negra, chiquita y peluda. A veces, cuando se para en cuatro patas, se le ve un tatuaje en la panza, con forma de reloj de arena. Abre su boca cazadora y ¡Glup!
Si  la molestamos, muerde y destila su veneno mortal. Yo no le tengo miedo, porque me parece que ya somos amigas, cuando fija su mirada dura. Me reconoce. Hace un tiempo fui a llevarle su almuerzo: de entrada, dos tijeretas; plato principal, cucarachitas-bebé, y de postre, una abeja chupa miel.
Pero no hice bien las cosas. Como es muy glotona, comió demasiado y se empachó. Ahora tengo que "tirarle el cuerito"para curarla, pero a eso sí que no me animo. Está muy ofuscada y puede morderme. Desde que quedó viuda se ha puesto un tanto agria. Refunfuña y se esconde en su rincón favorito. Su esposo se había ido de tapas con los amigos, dando arañazos. Otros dicen: "No estaba muerto. Estaba de parranda".
Y hablando de esas cuestiones, en el barrio porteño de "Abasto", las prostitutas hacen caer en sus brazos a los esposos infieles. Les dicen "viudas negras", los despojan de todo objeto de valor y dinero y los mandan en calzoncillos a la calle. Las comadronas y las vecinas dicen: "Miren, ahí va un adúltero". 

Cuestión de fe

Muchas veces, la enigmática señora le pasó cerca, casi rozándolo. Es un hombre valiente que se ha arriesgado siempre, caminando al borde del abismo, siempre hacia adelante.
-Pasó por la ventana de la habitación donde me hallaba internado- me dijo. Era una sombra negra que iba y venía. Aunque cerraba los ojos, igual la seguía viendo. El miedo no es zonzo, dicen. Sin forma, me miraba desde sus cavidades vacías -aseguró.
De incógnito, misteriosamente, otra vez apareció. En esa ocasión, ataviada con una túnica negra, una capelina al tono, y una máscara. De la boca que no podía ver, exhalaba el humo de un cigarro con olor a incienso.
-No me hablaba y yo pensaba que antes tenía que vengarme de quien me había herido mortalmente. Cuestiones de la política y la ideología. Mi piel se estaba tornando amarilla, dicen que a causa del rencor. Ni los rezos, ni las tisanas logran limpiar el ama de los desalmados. Cavilaba y entonces soñé que me crecían garras de ave de rapiña, que me abalanzaba sobre él y le arrancaba los ojos. No encontraba reposo. Luego, desperté de ese sueño estupendo y vívido. La venganza estaba concretada.
Pero supe, en ese instante, que había comenzado a morir. Oí el crujido de cristal de mi corazón roto; a la par percibí un olor dulzón, como el que despiden las flores resecas que van pudriéndose en los cementerios. Hasta imaginé el momento en que la casquivana de negro me llevaba hasta el borde de la laguna y me ayudaba a subir a la barca de Caronte para ir al infierno. Pero era sólo imaginación.
La pasada noche apareció otra vez. La vio llegar cuando estaba tirado en una zanja. Resulta que en la fiesta hubo una reyerta. Su rival le birló la mujer y lo golpeó con furia. Se limpió el sudor y la sangre. Se dijo que esa aparición ya no le daba miedo, ya eran viejos conocidos. Entonces, se paró y aún mareado y borracho, le tendió la mano. Ahora era él quien la invitaba. El baile había terminado y la mujer misteriosa trocó el negro por colores vibrantes. Llevaba una careta de carnaval. Todo fue muy fácil.
Así, ella contoneó sus caderas poderosas: él se estremeció y a la vez sacudió sus hombros. La salsa era cada vez más picante y mientras la seducía, gritaba: "Como los gatos, tengo siete vidas, y acá estoy, vivito y coleando".

sábado, 3 de febrero de 2018

Casquivana

Le gusta estar en la cresta de la ola. la elegante señora se pavonea por la avenida acompañada por su guepardo atado con una fuerte correa. No hay peligro, porque le ha hecho limar los dientes y las pezuñas, que ahora son romos. Luce un modelito a la última moda y, como accesorio, una echarpe de piel de zorro.
El terapeuta le ha dicho que para logar un completo equilibrio emocional, deberá hacer una dieta vegetariana. Y sí, mejor, pensó la señora, porque le impresiona comer carne animal. Por eso, cuando salió de la galería comercial, se compró una banana, que le da mucha energía. Está un tanto frágil.
Debe apurarse porque tiene turno con el veterinario, quien le dirá cuál es el momento preciso para la ejecución de su mascota. El modisto famoso le confeccionará un sacón de piel de guepardo. Es furor la moda "animal print", pero ella prefiere material auténtico, ¿No le parece?

Espejismos

Está sentado en su mecedora. Tiene la mirada turbia. ¿Qué ve?
Una figura grácil pasa frente a sus ojos. Es que ella no hace otra cosa más que despertar los deseos, uno tras otro. Se le despiertan de pronto, lo rodean y él se ve obligado a ahogarlos restregándose los ojos.
Ella es engañosa, un poco benigna, otro poco perversa. Le da todo, pero al cabo de un rato, él va transformándose en su esclavo 
Es todos sus sueños, y cuando la ve pasar, una tierra vacía se extiende hasta el horizonte. Días iguales, tardes eternas y noches tan largas. Todos sus sueños van a esconderse detrás de las nubes.
Ahora, todos sus deseos son ya recuerdos. 


La niña tiene deseos. De repente se ruboriza; siente fiebre en sus sienes y en las entrañas. Duda y en su mente acalorada tiene recuerdos, escucha consejos y piropos irreverentes, pero ella sabe. Deberá esperar otra primavera, cuando sus caderas se fortalezcan, cuando su cintura se afine, cuando sus senos se redondeen, cuando sus labios se abran como un pimpollo florece en el amanecer.

jueves, 25 de enero de 2018

Enero

Fue en la época en que las dunas eran acariciadas por el viento del sur. Un calor abrasador obligaba a darse un chapuzón en el mar. Era también la ocasión de disfrutar de un amor de verano. Salado y pasajero, como el vaivén de las olas. Bajamar y pleamar. Luna llena al atardecer asomando tras las barrancas. Noches alocadas de rock, guitarreadas y fogón en la playa. Besos y arena. Despertar al alba cuando el sol comenzaba a calentar en el hueco de la caleta. Era verse, descubrirse y amarse en libertad. Tiempos inolvidables. 
El hombre hacía cuentas y pensaba que él fue concebido en enero y en similares circunstancias. El mismo sol, el mismo mar. Por eso entiende a su madre, que siendo tan joven tuvo que casarse, y a su padre, a que obligaron a tan grande responsabilidad. Ser padre a sus veinte años.
-Me sentía un paquete que llevaban de acá para allá, cuando se separaron, -le contaba al viento. Una carga pesada para mamá, un compromiso para papá.
Y hoy, viendo que su hijo se preparaba para vacacionar con amigos, en moto, en enero, a la aventura, sintió la necesidad de hablarle antes de su partida. Pero no. Se recostó en el sillón-hamaca y decidió que no. Cada cual vive sus propias experiencias. Después de todo, y a pesar de todo, "su Luca", no salió tan mal. Un chico atractivo, fuerte, atlético, estudioso, sin complejos. Seguramente las chicas en ese verano la seducirían; él sabría cómo proceder.
¿Y si fuera un frío enero al otro lado del océano? 

Parte meteorológico

La noche pasada la tormenta la había atemorizado. Dragones lanzaban fuego por todos los orificios; basiliscos correteaban y reptaban, porque tenían miedo de quedar petrificados por una multitud de esfinges cejijuntas; las siete cabezas de una hidra rodaban por la barranca, hasta la orilla del mar; las arpías sobrevolaban la costa y descendían para carroñar, y a su paso le hablaban peyorativamente: le decían harpía, así con h. Luego, un dulce unicornio blanco la invitó a pasear.
Por eso hoy, tempranito, salió a respirar el aire puro de la mañana y sentir los aromas del verano. Así, se colocó las alas de mariposa, voló entre los árboles, subió al cielo diáfano y bajó bailando un vals hasta la ancha pradera. Las abejas libaban las flores de margaritas. Ella buscó un trébol de cuatro hojas, para la suerte y se posó en el lomo de un torobayo, que era un cascarrabias. Entonces, se fue a saludar a la vaca Blanquita, que retozaba en el alfalfar.
Por el aire límpido se oía una radio lejana: "Cesó la tormenta. Hoy tendremos una temporada agradable de 25º C, leves brisas del este y baja humedad relativa. Continuará así por los próximos diez días en a región. Ha sido el informe del Servicio Meteorológico Nacional".

Epístolas prófugas

El sujeto, un tanto extraño, no sabe qué hacer con todo ese tiempo libre. Merodea por los suburbios, hurga en los tachos de basura, conversa con el kioquero y fuma como una chimenea, cuando se detiene en una esquina lúgubre del parque, que está tan abandonado. Ahí se saca los mocos, en silencio.
   
     Flia. López:
                              Espero que al recibo de estas líneas se encuentren bien de salud.
         Les deseo un Feliz Año Nuevo...


                                                                                  Agencia de Recaudación Tributaria
         Sra. Avendaño:
                                   Por la presente, intimamos a Ud. que en un plazo no mayor de 
         10 días a partir del recibo de esta notificación, haga efectivo $... adeudados.
          De lo contrario, se procederá al remate de la propiedad, sito en...  
         

                                                                                            Lotería Nacional y Casinos
         Sr. Héctor Espíndola:
                                        Tenemos el agrado de comunicarle que ha sido ganador del pre
         mio mayor de el "Gordo de Navidad", por lo que deberá concurrir a estas oficinas, 
         dentro de los 10 días, a contar de la fecha de recepción.-

         
         Señores Aníbal y Miguel Carrasco:
                                                            El día... a las 16 h se dará lectura del fallo resolu
          tivo por el litigio Cárdenás vs Carrasco, por lo que deberán concurrir a nuestras ofici
          nas...


          Amor: 
                   ¿Quién podría negar que te amo? ¿Cómo desconfiar de mis sinceras palabras
          ¿Por qué me has abandonado? ¿Qué tiene él que no tenga yo? Espero que reflexio
          nes y vuelvas pronto.

La ciudad hierve y las calles están despobladas; en su deambular ve la pantalla de un televisor desde la vidriera del bar. Con caracteres rojos, la noticia alimenta el morbo; Accidente fatal en Ruta 5. Un vuelco en el asfalto mojado y los cinco integrantes de la familia López (matrimonio y tres hijos) perecen horas antes de finalizar el año. Una mueca de desdén y una escupida en el cordón de la vereda; luego sigue su camino.
Antes de llegar al semáforo, hojea un diario local. Siempre lo mismo, choques, robos, el dólar que sigue subiendo, violaciones... En la página de edictos, se menciona a la Sra. Analía Avendaño. Le suena ese nombre, pero no puede distinguir el rostro. Sí recuerda muy bien el domicilio.
Se rasca la cabeza y mira sin ver el trajín de la ciudad en la hora pico de regreso a casa. Un cartel luminoso le llama la atención: En esta agencia, la 31, se ha vendido el Gordo de Navidad. Con un gesto de arrogancia y algo de envidia se aleja pateando una lata de cerveza, mientras piensa qué haría él con tanto dinero.
Las cámaras y los periodistas se apresuran a consultar a los testigos del hecho reciente: No quiso atenerse a la ley y los contrincantes lo asesinaron. ¡Todo por una medianera!  Se queda escuchando y descubre que el occiso es el Sr. Cárdenas, que él conoció.
 Al dar vuelta en la esquina lo sorprende un pasacalles: Lucía, te amo con toda mi alma. Juan.
De regreso, escucha en la radio una noticia que termina por destrozarle los nervios: Un joven de 17 años decide terminar con su vida y se ahorca en el Parque Los zorzales.


Hubo un tiempo en que la comunicación epistolar era muy efectiva. Se decía "A las palabras se las lleva el viento" y lo escrito era otra cosa. Significaba un compromiso estampado en el papel. Y pensemos, por ejemplo, cuando la enamorada, al grito de ¡Cartero! salía a recibir la carta de amor. Hoy se perdió el romanticismo y "despapelizar" es la consigna, alivianar archivos, estantes, carpetas, y menguar la tala de árboles.
Esta mañana me desperté con un rumor diferente en el vecindario. Consultados, los curiosos dijeron que no habrían podido descubrir un atisbo de morbosidad, ni menos aún, que el cartero tuviera las facultades mentales alteradas. Sin embargo, convengamos, que no podría estar en sus cabales quien procediera con tanta perversidad.
Efectivos policiales, funcionarios y personal de justicia, se hicieron presentes. En el allanamiento encontraron treinta y dos bolsas de consorcio conteniendo un total de veinte mil cartas, que el cartero no había entregado. Y cientos más en el interior de una heladera en desuso. Todos los sobres habían sido violados por el individuo, y leída toda la correspondencia.
El culpable, dueño del departamento, cartero ya jubilado, no fue encontrado y todavía sigue prófugo. 

lunes, 22 de enero de 2018

Coloreando

La tapa de la caja de veinticuatro colores tiene un paisaje de montañas nevadas y un tren que se interna entre los árboles. Blanca la nieve, blanco el humo del tren, un cielo encapotado y el verde del bosque de pinos.
La niña colorea imitando los tonos, mientras sueña con viajar, como lo hace la tía soltera. Recuerda las fotos, las postales y las panorámicas que son una delicia.
Se detiene de pronto, mira a su alrededor. La casa está en completo silencio y por la ventana sólo ve una  una llanura larga y un horizonte lejano. 
Se baja del taburete alto y corre a llenar un bolso con una muda de ropas de invierno, medias y guantes de lana y un gorrito de piel.
Sale con precaución sin hacer ruido, abolla el papel que coloreaba, recoge la caja de lápices y se va.
En la estación de tren, el guardia, un gigante de uniforme arratonado, la intercepta.
-¿Adónde viaja, señorita?
-Voy a estas montañas -y señala con su dedito inquieto la caja plana de colores CONTE.

miércoles, 3 de enero de 2018

Cóncavo-convexo

Desde el banco del jardín, ella observa la escultura que perpetuará ese amor inconcluso.
Durante la visita guiada, el curador de la muestra recorre con los visitantes, los senderos del parque y se detiene ante cada obra.
La joven artista descubre que la mayoría, ante "Cóncavo-convexo" tienden a interpretar, pero ninguno es capaz de comprender la densidad de ese amor, la textura del dolor. 
Aquella mañana infausta iban a encontrarse y degustar en la cadencia de los besos, el fragor de un gran amor concebido a la distancia, el color de la pasión, la entropía de la incertidumbre, la calidez de los abrazos, la magnitud de los cuerpos sedientos, la topografía de las manos sobre la piel, el temblor de las entrañas...
La noticia explotó en sus oídos un breve tiempo antes de la hora prevista para el arribo. El avión en el que él viajaba estalló en el aire y las llamas devoraron todo, casi instantáneamente. 
Hay maneras muy particulares para hacer el duelo. La muchacha creó una escultura de tamaño natural, trabajó con hierro y con cemento, cinceló, modeló, pulió y cuando hubo llegado a la altura del corazón, unas manos, sus manos, extrajeron de ese torso fuerte, un corazón palpitante, se abrazó a él, cruzó una pierna sobre la cintura de esa argamasa aún fresca y después se retiró para enjugar las lágrimas y para dejar correr el agua sobre su cuerpo mustio,  donde la mezcla comenzaba a fraguar. 
Así quedó en la escultura una oquedad y morfología de un amor trunco.
Hubo un jolgorio de calandrias, un aroma de madreselvas en el rocío del atardecer, la vergüenza de las ardillas juguetonas y la risa burlona de las vizcachas. 

El yuppie y las gaviotas

¿Qué haces, hombre de negocios, ahí, parado en la playa, mojándote los zapatos y tu traje de fina tela, con el maletín en la mano?
¿Qué haces, mirando a las gaviotas, como un bobo? ¿Las envidias?
¡Libérate!, sácate la ropa, desnúdate y arroja a la marea alta todos esos documentos, esos archivos y los números, que son tu prisión.
¡Despójate de todo y sueña y vuela libre como las gaviotas, juega con el viento, haz piruetas, ríe, escucha el silencio y ya verás, que cuando desciendas a la arena, se habrán disipado todas tus preocupaciones.
Tienes un año entero para ser feliz.