sábado, 27 de mayo de 2017

Vértigos

Descolorida secuencia
En esta noche aciaga hablaré de una cadena de sentimientos. La secuencia de tristeza, zozobra y dolor nos lleva inevitablemente a la desolación.
Un charco de nostalgia.
Un tobogán de inquietud.
Una poza de penas.
Un campo de rastrojos olvidados.

Alegría
Me complace presentarles en bandeja a la dicha y al alborozo. Podrán, señores comensales, degustarlas, sin caer en la frivolidad de las cosas baladíes.
Huelan, obsorban, miren, paladéenlas y verán cómo sonrisas, cosquillas y corcajadas festejarán la amorosa vida.

Las hojas secas
Han caído las hojas, se desnudaron los álamos sobre nuestras sillas. Una tristeza amarga se posa en ellas y me dice que ya no volverás.
Luego, las primeras nieves, como un manto de olvido van tapando nuestro secreto. Arriba, la luna turca y una estrella despiden la noche funesta. Queda olvidada una manta que cubrió ese amor fugaz y ahora sé que la verdad duele una vez, pero la mentira, o la verdad a medias, duele siempre. Los copos blancos siguen cayendo, imperturbables.

Una caravana de armonía

Tal vez imaginas un pozo tétrico y hondo de aguas negras, de ladrillos resbalosos, con musgo palpitante. Es un lugar que te oprime las costillas y te sofoca la garganta. El grito no sale, porque ya es un hábito obsoleto y anacrónico; ya nadie escucha, ni osa intentar un pedido de ayuda. De tanto sufrir, el ahogo te empuja a ciertos rincones oscuros del hospicio, donde ahora habitas, con la mirada absorta y retienes y tragas toda la arena del desierto, hasta el último gramo.
¿Y si imaginamos un sitio de ilusión, donde la paz ya no sea una utopía, donde haya rostros fulgurantes de miradas tiernas, de manos que se entrelazan?
Finalmente, una caravana de seres en perfecta armonía parte, el sol alumbra su camino y embellece sus ojos; avanzan despacio por un sendero de luces y caminan cruzando por aguas cristalinas rumbo a la paz.

Aire

Hoy te pienso y coqueteo, planeando como los cóndores, dejándome llevar por una brisa suave, ligera y luminosa, sin matar el fuego del deseo, sin ser un turbión que apague la llama frágil de las emociones. Me estiro hacia arriba, hacia abajo, hacia afuera, hacia adentro. Soplo, bailo, busco, pregunto, respiro. También fastidio rugiendo y aullando hasta atormentar, y no logro encontrar el toque delicado de la inspiración, flotante en la inocencia de los corderos que retozan en la pradera o de las hojas tiernas que creen en su propio destino.
Y así, crezco, haciendo olas en el agua, ondulando los árboles y la arena, abanicando el fuego del hogar, persiguiendo las hojas del otoño y despeinando a las tiernas muchachas juguetonas.

Oda a los cuatro elementos

¡Oh, agua, fuego, tierra, aire!
Son los cuatro elementos 
el sustento de nuestro ser en equilibrio.
Tan necesario, tan imprescindibles, 
como la chispa atrevida en la urgencia,
como la piedra fundante de nuestra casa,
como la brisa fresca del razonamiento,
como la serenidad azul de las emociones.
Uno es la explosión de la energía que estalla en luz.
La otra es la verde y sólida redondez de la naturaleza.
El otro flota con nuestros pensamientos, 
sopla la inspiración o el huracán.
Y la última es la memoria del mar,
el sollozo de la angustia o el fluir de la alegría.
¿Cómo sofrenar la intrepidez roja de cada latino de pasión?
¿Cuál será la llave para construir la solidez del futuro, 
sin quedar mustia por el calor del deseo?
¿De qué modo detener el viento incontenible
que persigue la libertad?
¿Y cómo será la forma del agua que soñamos
sin que se escurra entre los dedos?
Son enigmas de la poesía, la retórica de lo cotidiano.
Vivir un plan cósmico y balancerase sin sucumbir.

Tierra y fuego

Tendida en la hierba veo una bóveda enramada que apenas deja ver el azul del cielo. El bosque umbrío tiene una profusión de verdes que seduce. Y el canto de las aguas libres me acuna. Follaje de flores y semillas. El chillido de un pájaro interrumpe mi ensoñación, las dudas y los miedos.
La tierra es nutrición, fertilidad y plenitud en ese cielo que renace con cada primavera. Siento en mis manos su textura y la sensualidad de todo aquello que vemos, oímos, tocamos, saboreamos, como la sal de las lágrimas que se deslizan lentas por mis mejillas. ¿Por qué? -me preguntan.
Así, como antes fui lodo en el barro de la abundancia, ahora me siento yerma y seca, improductiva. Equilibrar es la clave, ni mucho, ni poco, para no quedar inerte, aburrida y quejumbrosa. Quiero beber el agua de la dicha, abanicarme con el aire danzarín, aventar las llamas del deseo y ser chispa de la vida. Dar calor a la sangre, ser latido del corazón en la intrepidez de la pasión, ser el habitáculo del espíritu y retornar a la tierra, para continuar en ese vértigo circular, indefinidamente.

Agua

Imagino el mar, casi como un espacio inconmensurable que me impide ejercer la libertad. En la pesada espuma de las mareas, en ese vaivén monótono, me desmadejo; las hilachas de anémona y sirena se mecen lentas; tampoco me deja guardar en las oquedades de coral, de madréporas y de cardúmen, mis secretos de fantasía. En esa resaca me abandona entre algas malolientes y pedruscos extraviados.
¿No será que debo estar contenida para no correr desenfrenada, como una loca, cayendo en cascada?
Una rebelde lluvia aporrea los cristales.
Una imperiosa lluvia moja los verdes prados.
Una añeja lluvia arrastra la suciedad de la ciudad inclemente.
Una incansable lluvia lava las ramas de los árboles que miran cómo pasa el tiempo.
Ojalá que un toque de amor me dé la quietud límpida de un remanso, que un susurro secreto del corazón traiga vientos de esperanza, que apague la sed de mi tierra y que un amor tan vehementemente azul no se escape otra vez, como el agua entre los dedos.

sábado, 20 de mayo de 2017

Despedida

Desde un 2º piso del departamento donde vive su amiga, en Messina, ella se dispone a ver el mar en ese atardecer otoñal. Ahí los ve. Se besan con fervor, como si fuera el final de un gran amor; pero no, piensa, es la explanada del puerto. Está llegando el transbordador para cruzar al continenteÚ
No puede dejar de mirar a esa pareja apasionada, no sin un poco de envidia. Últimamente su matrimonio no anda muy bien. Él, de espaldas,  tiene el saco azul un poco arrugado, lleva una bufanda gris, común, los pantalones , gris a rayas, son los mismos que ella ha planchado esa mañana. Distingue esa cabeza inclinada de prolijo corte, que es la misma que unas horas antes había acariciado antes de su partida... ¡Y sí, es su marido! No puede contenerse y grita con toda la fuerza de sus pulmones:
-¡Eh, tú, grandisimo figlio da putana!
 Y se lanza desde el balcón. No alcanza a llegar al agua y su cabeza se parte en mil pedazos sobre la vereda. 
Esta es la historia del grafitti que está en casi todos los paradores de buses, en los paredones de las estaciones de tren, en los malecones de los puertos, como recordando a los adúlteros y a los infieles de toda Sicilia.

domingo, 14 de mayo de 2017

Ya verás

¡Eh, tú! que has preferido
las corrientes subterráneas de un mar embravecido
que te sacude sin piedad.
¡Eh, tú! que has navegado
por los albañales rumorosos entre ratas, fantasmas y
oscuros zaguanes de infieles amoríos,
que has bebido de las charcas quietas
infectadas de mosquitos y de larvas, 
que has saciado tu sed en lagunas tibias
de juncos y de sapos,
que te has sumergido en el fondo de un lago,
donde las garras de un árbol añoso
te lastimaron todavía más,
que has paseado bajo el paraguas de los nenúfares,
junto a la anaconda silenciosa,
que has dejado pasar la corriente y 
no has capturado el barquito de papel.
¡Eh, tú! que has sucumbido en aguas turbulentas y engañosas,
no pretendas acaparar entre tus manos toda el agua del universo.
¡Eh, tú! has pie e impúlsate hacia arriba,
emerge y disfruta del aire fresco,
déjate mecer por la brisa suave que te acuna,
tiéndete en la hierba a contemplar
el bail de las nubes entre el follaje,
purifica tu cuerpo en la cascada que viene de la montaña,
bebe el agua fresca del aljibe,
escucha el murmullo del arroyo y
el canto del zorzal,
insufla tu pecho del aire de la mañana
y abre tu corazón silbando tus melodías.
Ya verás, la vida estará repartiendo
sus flores, su aroma y sus frutos, para tí.

Tras la reja

¿Qué habrá detrás de la colina en ese horizonte amarillo? Sólo sueños, me digo, y le susurro al viento. Confieso que no he sabido modular el enojo, los celos, la ira. Con creces he aprendido que no se puede, siquiera, respirar muy fuerte, porque en el hálito de un suspiro malogramos un instante delicioso y sublime. 
Una molicie blanda descansa como una neblina en la madrugada. Quizás haya prescindido del placer de dejarme llevar por una corriente mansa; tal vez, haya postergado un amor y todo aquello que acaricia el alma y el cuerpo... entonces, sucumbí en el sótano de la desolación. 
No alcanzo a detener el tiempo con un beso y vivo tratando de salvar un poquito de nosotros, de rescatar una mirada, una gota de sudor... Puedo liberar el tiempo o escapar de él; puedo viajar leyendo y puedo sentirlo escribiendo. Es una estrategia, créame.
Así, vocalizo un deseo, escucho una lágrima, articulo una emoción, inscribo una sonrisa triste y añoro al lobo aullando a la luna, para no sentir el amargo tabaco de la soledad y el vino.

Paroxismo

Siente a lo largo de la espalda cómo los dedos de él le recorren vértebra por vértebra, cómo unas yemas suaves le redondean caricias circulares, cómo unos pellizcos pequeñitos le sacuden la cintura, cómo, al darse vuelta, somnolienta, un beso tibio le templa el ombligo, cómo unas manos despejan su cabellera abundante para ver su cuerpo de luna, cómo esas manos fuertes presionan sus caderas, cómo una marea de aguas cálidas le inunda la piel, cómo una corriente eléctrica le sacude las extremidades, hasta las uñas, cómo sus piernas primero aprietan y después se aflojan, cómo su centro se precipita en lentas gotas de placer y se adormece, cómo se detiene todo su cuerpo de melocotón, hasta brillar, como relucen en primavera las flores del duraznero.

martes, 2 de mayo de 2017

El rufián

Un hombre camina apresurado en las cercanías del Callao, inclinándose hacia adelante. Es una silueta sospechosa. Rostro esculpido a golpes, bigote agreste y entrecano y perfil obstinado. Boca desdeñosa y ojos entrecerrados, de mirar desconfiado. En la madrugada escapó por la puerta lateral, cuando llegó el marido de la mujer. Lleva los zapatos en la mano y va mordiendo una manzana que robó de la frutera. Lleva colgada del hombro, la bolsa con el botín de esa noche. No baj´po de un barco pirata, pero se lleva el oro de las señoras, las alhajas de la abuela, las perlas del tesoro y las esclavas de las mujeres cautivas.
Con el clarear del alba, huye entre las sombras, atisba a los perseguidores y en un salto y una cabriola se refugia en la sacristía de la iglesia del centro histórico. Se agacha, aguza los oídos y escucha el retumbo de los pasos en el empedrado; detiene con su mano la respiración agitada y sofrena el potro de su pecho impaciente.
Sus admiradoras lo conocen muy bien, aunque lo aceptan así com es, seductor, infiel y provocativo. Todas ellas reaccionan de diferente manera. Y compiten. Una foto "en la casita del bosque". Las chicas le aconsejan cuidarse de la loba y él responde, que en ese bosque no hay loba. Lo que no dice es que hay en su interior, una dulce abuelita cuentacuentos o una madrastra de cuentos infantiles.
Son estrategias, medias mentiras, verdades a medias, para no develar, para no descubrirse.
-Contame.
-No puedo.
-No sabés con quién me entrevisté...
-Si supieras...
-Esas cosas no se dicen jamás...
-Si te contara... No te imagiás.
-Sólo conoces la punta del iceberg.
-Eres curiosa y muy imprudente...
Sin embargo, sigue coqueteando con todas. Construye historias heurísticas para ejercitar la suma, el conteo y el producto que se da en la variedad y la heterogeneidad de la platea femenina en clandestinidad. Relata con sumo detalle el accionar en el prólogo, en el inicio de la historia y el desenlace es cada vez una elipsis sugerente. Evita explayarse en el nudo central, donde en la trama no se descubren el qué, el quién, el cómo, el dónde, el cuándo y mucho menos el por qué.
Cuando lo detuvieron en una aduana de América Latina, una cualquiera, en su equipaje no llevaba joyas, ni perlas, ni lingotes de oro, ni relojes caros. Le encontraron incontables corazones heridos que destilaban una sangre espesa y amarga, manchando la bolsa marinera. Había canciones, besos de fantasía y un listado de ternura en palabras dulces, como si fuera un catálogos de expresiones para enamorar. En el fondo, un poco humedecida, una foto: dos sillas y una mesa de jardín cubiertas de hojas otoñales y un poema inconcluso: "Otro otoño que llega. Nuestras sillas vacías tiemblan de frío; las tristes hojas siguen cayendo hasta que caigo en la cuenta de que ya no volverás..."

lunes, 1 de mayo de 2017

Terapeutas y diagnósticos

Fiel a su vieja estrategia, el terapeuta está revisando las sesiones diarias. Desgraba, como todos los días, la conversación con su paciente Lili, quien acudió a él para resolver o develar cuáles son las razones por las que sus relaciones sexuales tienen un signo de incompletud en la búsqueda de una pareja, y oscilan entre hombres un tanto mayores, y otros más jóvenes. 
El Dr. Q piensa en la búsqueda del padre, su protección, la seguridad del amor permanente y por otro, las fantasías eróticas y la lujuria con los más jóvenes. Deberá consultar en primer lugar, el complejo de Electra y la mitología griega, y luego, revisar los cuatro gigantes de las emociones del siempre bien ponderado, el imbatible teórico del siglo pasado. (1) Verá cómo juegan en ella la secuencia del miedo, la ira, el sexo y el deber. Piensa que es casi seguro que Lili lo relaciona con el artista, Joan Miró. 
He aquí algunos fragmentos de los diálogos:
-Creo que elegí a Martín porque él ha sido el símbolo de la protección y la seguridad. Ahora que lo pienso... sí, tuvimos buen sexo, en la medida de lo deseable. -Se inclina en el diván y en su voz hay ahora una vibración diferente. -Sin serle infiel he imaginado cómo sería el sexo con parejas más jóvenes... pero me he quedado con la sola fantasía, creando escenas de lujuria en lugares alejados de lo común, más allá del consabido ascensor, o la bañera rebosante de espuma y sales marinas, he pensado en un alfalfar, o en un campo de margaritas o de girasoles, en el colchón de agujas de pino en un bosque umbrío, en la ribera de un río de montaña...
-¿Recuerdas algún deseo trunco con un macho joven?
-Solíamos pasar las vacaciones de mi padre en la casa de mis tíos, que eran floricultores. Mis primos, Mónica y Edgardo, me llevaban uno y dos años, respectivamente. Él tenía los ojos azules, que reían junto con todo su cuerpo atlético y sus labios. Jugábamos entre los invernáculos de claveles y gladiolos, hasta que él nos empujaba en los grandes piletones de agua fresca, donde reposaban las flores recién cortadas, listas para ser llevadas a la feria de los sábados. Mónica se quedaba llorando de rabia. Yo corría, chorreando agua hacia el bosque de pinos. Mi primo Edgardo me perseguía porque sé que admiraba mis tetitas ateridas y adheridas a la camiseta... él quería devolverme el calor... pero...
-Continúa, por fabor.
-Detrás de cada pino, ahí estaba la mirada vigilante de mi papá. -Cambia de tema intespestivamente- ¿Vio Dr. qu`´e hijo de puta ese pelado Cordera, el cantante de la Bersuit Vergarabat? Ahora lo van a juzgar por sus declaraciones en la charla de la universidad. Dijao que muchas mujeres desean ser violadas, porque es la única manera de gozar, qué hijo de puta! -Lili se queda en silencio. El terapeuta analiza cómo el contenido de la charla acopla dos temas, así como en la gráfica, se coloca un título en primera plana y en los recuerdos, los temas relacionados.
El Dr. Q ha comprado el C.D. del grupo de rock, "La argentinidad al palo" y se dispone a escuchar para entender más a su paciente. "Cuatro ebrios se lo llevan, se lo llevan para siempre y pronto vuelve..." Se dispone ahora a comer. Es un sibarita que disfruta de cada plato. Se coloca una gran servilleta blanca y revuelve la ensalada de ira, de miedos, de sexo y de deber, mientras va diseñando el diagnóstico de su paciente. Llaman a la puerta del estudio y le acercan el postre que él mismo ha preparado. Lo denominó "Geoda", porque es una piedra rústica que contiene la belleza del cristal de roca, que es terneza y dulzor. Como él siempre repite: "Endurecerse, sin perder la ternura". 


(1) Emilio de Miró.