miércoles, 22 de febrero de 2017

Labio, astrolabio y besos angulosos

Allí está el papelito arrugado, abollado en el fondo del cesto, donde van a parar las cosas inútiles, los poemas inconclusos, los algoritmos equivocados. Cuando está a punto de sucumbir, viene como una salvación, desde la ventana abierta, un viento suave que acerca a una mariposa multicolor. Ella lo mira, y en un soplo y un arrullo se levanta y lo acoge, presurosa. Luego, vuelan en las alas de la poesía.
Ella, la mariposa, antes era opaca y se había entumecido en la escarcha de las frías mañanas. Pero más tarde, un viento cálido la socó de ese rincón oscuro del submundo de las escaleras. Y así, papelito y mariposa, vuelan a pesar de la clepsidra, el cronómetro, la brújula y el astrolabio. Se dejan llevar en los pozos de aire, se deslizan por un tobogán y se elevan en un beso. Un sextante mide los besos angulosos y luego van cayendo, peligrosamente.
Pero no, ahí hay dos manos qwue guardan en sus puños, como dos secretos, los hilos de dos barriletes en busca del sol y la libertad. Una cometa fabricada en torno al papelito arrugado, y la otra, con silueta de mariposa, atrapada antes de que se destiñan los colores y un viento inclemente, le quite el polvo maravilloso de sus alas.

¿Y ahora, qué es esa gota en la esquina de las pestañas? ¿Un suspiro de rocío? ¿una nostalgia a punto de resbalarse por una mejilla muerta de frío? No. Enseguida llega él al rescate, con una canción, sorbe la lágrima y de nuevo, sudor sobre sudor, vuelven a ascender ambos en una danza etérea, para perseguir sus sueños.

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