miércoles, 22 de febrero de 2017

Labio, astrolabio y besos angulosos

Allí está el papelito arrugado, abollado en el fondo del cesto, donde van a parar las cosas inútiles, los poemas inconclusos, los algoritmos equivocados. Cuando está a punto de sucumbir, viene como una salvación, desde la ventana abierta, un viento suave que acerca a una mariposa multicolor. Ella lo mira, y en un soplo y un arrullo se levanta y lo acoge, presurosa. Luego, vuelan en las alas de la poesía.
Ella, la mariposa, antes era opaca y se había entumecido en la escarcha de las frías mañanas. Pero más tarde, un viento cálido la socó de ese rincón oscuro del submundo de las escaleras. Y así, papelito y mariposa, vuelan a pesar de la clepsidra, el cronómetro, la brújula y el astrolabio. Se dejan llevar en los pozos de aire, se deslizan por un tobogán y se elevan en un beso. Un sextante mide los besos angulosos y luego van cayendo, peligrosamente.
Pero no, ahí hay dos manos qwue guardan en sus puños, como dos secretos, los hilos de dos barriletes en busca del sol y la libertad. Una cometa fabricada en torno al papelito arrugado, y la otra, con silueta de mariposa, atrapada antes de que se destiñan los colores y un viento inclemente, le quite el polvo maravilloso de sus alas.

¿Y ahora, qué es esa gota en la esquina de las pestañas? ¿Un suspiro de rocío? ¿una nostalgia a punto de resbalarse por una mejilla muerta de frío? No. Enseguida llega él al rescate, con una canción, sorbe la lágrima y de nuevo, sudor sobre sudor, vuelven a ascender ambos en una danza etérea, para perseguir sus sueños.

sábado, 18 de febrero de 2017

De imprudencias y curiosidades

Debo aprender a ser prudente. Es que pregunto, requiero, curioseo y sólo obtengo evasivas. Son códigos numéricos encriptados, figuras geométricas que pueden encastrarse, si probamos, besos angulosos, números primes que juegan y destinos que se cruzan y se descruzan, como las algas voluptuosas en la marea alta. Son eufemismos que se van por el tobogán de la tangente, o son las piruetas de los monos que escapan por las ramas y las lianas. Él sí obtiene respuestas y yo hago la misteriosa dama y coqueteo, sugiero, provoco, hasta tensar la cuerda tras las sedas de un vestido transparente. 
Las cuatro letras quedaron titilando en la pantalla del monitor. CHAU. Como si un portazo repentino hiciera vibrar los cristales; a través de la ventana se ve caer la lluvia mansa y pareja, que embelleew el follaje de los árboles al anochecer, y la pradera; por momentos, una ráfaga impetuosa me deja ver a un hombre y su perro que caminan por una plaza soleada, inmersos en el rumor de una ciudad lejana.
La interrupción sorpresiva de la charla deja oír un eco en las rocas altísimas de mis montañas:
-mujer madura... dura, dura
-ojos azul pizarra... arra, arra
-piel cetrina... ina, ina
Hoy veo con los ojos azul pizarra de la nostalgia, huelo el aroma del café o del pastel recién horneado y escucho los ecos de una conversación:
-la cabra tira al monte... onte, onte
Unas cuantas diferencvias hay entre ambos, la sangre, la edad mediana, la edad madura, el alto sol, las nieves eternas, el mar profundo, las rocas agrestes. Pero, ¿por qué ver sólo diferencias, si son más las delgadas uñas de la afinidad, que se hunden en la piel, si el hálito de las bocas se sumerge en un mar salado y tempestuoso, si las manos maravillosas dibujan castillos de arena que no se derrumban, si los ojos descubren ignotos paisajes en la profundidad de las almas, si los labios se funden en una laguna de verano o en un campo de alfalfas, si el olor de los cuerpos sudorosos flota como un veneno plácido sobre la almohada y sueño, soñamos en camas distantes que se enfrían en la madrugada?

martes, 14 de febrero de 2017

De palabras e interpretaciones



De palabras e interpretaciones
A veces una lee de apurón, trastoca sílabas o letras y confunde todo. En una ocasión había leído “Corre, Marx” y enseguida pensé, ni muerto se queda quieto, corre, salta el muro, se tropieza, mete un pie en una grieta, vuelve a trepar… y claro , la caída de las ideologías, y la globalización… y… Volví atrás. No era Marx, decía “Corre Max” Los perseguidores ya le pisaban los talones.
En esta oportunidad había leído “aldaba”. Entonces comencé a hacer las relaciones pertinentes. Sí. Aldaba es un llamador de metal. Me hizo acordar a un político corrupto que lucraba con los mensajes de correo, y como las ganancias eran muchas, la sociedad se llamaba “Aldabón. S.A.”  Súbitamente, vino a mi memoria el estudio de la etimología de las palabras, la búsqueda de significados por el contexto y los siete siglos de la influencia árabe en nuestra lengua castellana… Las palabras que comienzan con “al” son moriscas, al-andaluz, alambique, alquimia… y no quiero hacer más alharaca. Los vocablos con h intermedia son también árabes, decía una profesora con los ojos color de la albahaca.
¡Pero bueno! Siempre me voy deslizando por las ramas. No puedo evitarlo. El asunto es que la nueva novela que presentaron se llamaba “La señora de la albada”. Como no podía asistir, ni conseguir el libro, recurrí a mis habituales razonamientos, que son por demás beneficiosos para poner en funcionamiento las neuronas y agilizar la mente.   Si alameda viene de álamo, albada viene de alba. Dos sustantivos colectivos que expresan un conjunto y son ambas, de origen árabe.
Más tarde pienso: si la señora es muy afecta a andar en la albada (en muchos amaneceres, todos los días) debe ser una mujer muy audaz, que se arriesga a transitar la noche de punta a punta, esquivando los peligros de toda clase, se apasiona y sufre por amor, hasta que finalmente, llega a la mar, que es el morir.  Ya lo decía el poeta granadino, la gitanilla es Soledad Montoya, que tiene una pena amarga. Seguramente llora y el desconsuelo es la pérdida de un amor.
En un rato intentaré recrear la trama y dibujar a los personajes. Por el momento, prefiguro su retrato. Ahí va la señora de la albada, como una loca corre y sus largas trenzas azabaches se enredan en las retamas, en los espinos, en los cardones. Debajo de la falda blanca de fino hilo se adivina la piel tersa y morena. Se humedecen sus ropas y se ensucian en la carrera y ella respira los vahos nocturnos de las estrellas que languidecen. De sus ojos negros como tizones ruedan lentas perlas de rocío. Huele aún al sudor de los forasteros y al amargo tabaco de la soledad y el vino. Corre y tiene una pena negra como la noche, que ya se cuaja en el clarear del horizonte. ¡Una pena honda la desconsuela y corre, corre!

viernes, 10 de febrero de 2017

Decálogo de la prudencia y la templanza

He aprendido que es preferible hablar de algunos asuntos, así de insulsos, si queremos evadirnos para no mostrar qué se siente.
  • El extraño estupor de las calandrias.
  • La discrecionalidad de los eufemismos y la clepsidra.
  • La estatura del miedo de los delincuentes, cuando la muerte se escucha y se huele.
  • Los andamiajes subterráneos del castor y sus devaneos.
  • Una pintura estremecedora de los que caminan al borde del abismo.
  • La sensualidad de las vizcachas o la hibernación del/la tortugo/a.
  • Cuando algo se interrumpe en un click del teléfono.
  • De los arrepentimientos y las imprudencias del lobo aullando a la luna.
  • Morderse la lengua para que no salgan las verdades que hay en el colador de un corazón herido.
  • De oblicuidades y escondidos seretos que emanan el perfume de labios desconocidos y oxidados.

De cualquier tema, pero no me prives del calor de tu presencia.