domingo, 26 de agosto de 2012

Recetas de amor

Ingredientes necesarios: una pizca de picardía, media cucharadita de inteligencia, una cucharada gorda de humor, una dosis de poesía, una tableta de dulzura, un pellizco de celos y cuatro gotas de ternura. 

Procedimiento: aplicar el primer ingrediente en los ojos para dulcificar la mirada, agregar el segundo en pequeñas cuotas, alternando con el tercero, sin escatimar ni abusar en ramplonerías. Se distenderán los labios en una sonrisa tímida, luego la boca mostrará un ¡Oh! de asombro y admiración, y finalmente, surgirán, a borbotones, las carcajadas plenas, de ésas que hacen saltar hasta las lágrimas.

Recomendaciones: no excederse en las cantidades. En poco tiempo podrá advertirse otro fulgor en la mirada; la piel se pondrá tersa y los poros estarán abiertos a nuevas y renovadas experiencias. Usted notará que en un breve lapso irá esfumándose de la comisura de los labios, ese rictus amargo tan persistente, y hasta las patas de gallo y las arrugas del entrecejo. Un rubor coloreará sus mejillas cada vez que se utilicen estos elementos.

Mezclar con movimientos suaves de derecha a izquierda, siempre en dirección de las agujas del reloj, para que no se corte el embrujo. Adobar la carne, dejar al sereno en una noche de cielo estrellado y luna llena, aplicando los cuatro últimos condimentos en orden indistinto. Como consecuencia, usted notará, al día siguiente, que la carne estará a punto, más humectada y comenzará a segregar sus propios jugos, lo que podrá emplearse como fondo de cocción. Es el momento de cocinar a fuego lento, a puro besos y caricias surtidas, que con sus chispas enciendan el magnetismo, hasta la ebriedad. Se aconseja ya a esta altura, desatender las recomendaciones en cuanto a trayectoria, sentido y ritmo. Todo será puro instinto de los dictados del corazón. Según el tiempo que estime corresponder, se elevará la temperatura del fuego y ahí sí, salvajemente, se habrá cocinado.

Nota del chef: No olvidar la alternancia de diferentes recetas incluidas en este recetario, para evitar la cáscara dura de la rutina y el anquilosamiento paralizante. Si es así, podrán verse cuerpos esbeltos, posturas erectas, hasta rayanas en la altanería y mentes abiertas siempre dispuestas a próximos desafíos y nuevas metas.

"Recetas de la abuela Margarita"

Edición de oro, número mil.

domingo, 12 de agosto de 2012

Llorando se fue.

Ese ámbito era muy diferente al que había visto una vez en un ignoto pueblo petrolero. Un amigo me había llevado a conocer el cabaret más importante y a ver el espectáculo central que presentaba una brasilera. En esa ocasión, ella nos invitó a subir al escenario y bailamos con ella una lambada: "Chorando si foi". Fue una payasada que el público aplaudió.
Con la mirada recorrí palmo a palmo ese antro pernicioso, en subsuelo de un bar. Algunos parecían personajes carnavalescos, otros eran patéticos en su disfraz anacrónico de amaleo pendenciero o arrabalares de bajos fondos; allá, de lejos se reconocía a un travesti escandaloso, que reía a carcajadas estruendosas entre un grupo de mujerzuelas.
A mi lado, en la barra, una meretriz bebía de su copa. Yo sábía que tomaba té frío "on the rocks" en un vaso de whisky. Al otro lado, Aeturo ya había tomado varias ginebras y comenzaba a entristecerse. La mujer me tomó de las manos y empezó a contarme su letanía, un repertorio bien estudiado, supuse.
Había accedido a concurrir a ese lugar, porque él me había convencido; allí podría descubrir escenas y personajes que me serviría para mis relatos. Me auto-engañé. Hasta había llevado mi libreta de apuntes. No fue necesario usarla, porque todo era por demás elocuente. Yo sabía que mi amigo buscaba una excusa, como siempre, para emborracharse y no sentir tanta culpa al día siguiente, si podía acordarse de algún detalle.
-Sabés, niña... -El aspecto era de compungido melodrama -ahora estoy vieja, pero yo no quería entrar en este ambiente. Me obligaron cuando teía nada más que catorce años.
-¿Quién? -requerí para animarla a continuar, aunque sabía de antemano que el cuento iba a ser similar a tantos que ya había escuchado. "Yo no quería hacer esta vida", "Ahora ya no puedo recomponerme, no sé hacer nada..."
-Allá en el monte formoseño, donde nací, apareció un señor bien trajeado, se notba que era de la ciudad, y todo engominado, que terminó sacándome del rancho.
-¿Un cafisho?
-Dijo que como era blanca, serviría.
-¡Ah1 Trata de blancas -Arturo quiso decir algo, pero su lengua pastosa sólo dejaba salir sonidos guturales incomprensibles. Por su sonrisa maliciosa, algo pudo entender.
-¡Claro! Era la más blanca de todos mis hermanos, y mi mamá decía: "Ésta me salió blanquita... no vayas al sol, que te vas a quemar" -La mujer se hacía llamar Daisy. Ése era su nombre de batalla, porque siempre iba a la guerra, pensé. Con los ojos maquillados con abuso y premeditación, hacía fuerzas para sostener las pestañas postizas y para no dejar caer ni una lágrima. También sabía que ellas nunca lloran, salvo cuando están borrachas. Y Daisy no estaba bebiendo whisky. La madama gorda, desde su mostrador, como un púlpito, miraba con desconfianza. Se me ocurrió que podría llamarse Madame Roxette.
-¿Cómo te llamás? -la interrumpí.
-Mi verdadero nombre es Enriqueta Benítez -Su rostro era pálido. No sé si por el maquillaje que no alcanzaba a cubrir las manchas que dan los años, o por la luz mortecina, o por esa vida activa de quehaceres nocturnos. Sus ojos achinados, renegridos, los pómulos altos y la boca de labrios gruesos, remarcados con carmín, me hicieron acordar a las imágenes de las indias que una artista de la fotografía había editado para un calendario. Creo que era Gaby Epstein.
-...el tipo ése dejó sobre la mesa unos billetes roñosos y me arrastró de las mechas. Ni siquiera pude mirar por última vez a mi vieja, que lloraba a moco tendido, y chillaba. -¡Servime uno de verdad, Moncho! -le ordenó al barman -y otro para la señorita. 
-No, sólo una gaseosa, por favor -pedí.
-¡Qué linda que sos, guacha! ¡Y qué fuerte que está tu novio, miralo! -Lo miré y pude sospechar lascivia en su mirada, cuando se levantó tambaleando hacia el toilette.
-Bueno -continuó bebiendo a sorbos pequeños -No es momento para malos recuerdos. ¡Hay que despabilarse, nena!
-Te escucho atentamente. A vos te sirve para desahogarte -aunque sabía que todo eso iba a traer cola. Una mala espina se me había atragantado en la garganta. Unos políticos y sindicalistas, reconocidos en la ciudad, me observaban y se reían. Estaban apostando, tal vez.
-Y no, piba. Esos pensamientos, esos recuerdos me llenan de zozobra y me martirizan. Mejor vamos a divertirnos un poco. Estiró una mano enjoyada de baratijas, me rozó una mejilla y fue deslizándola despacio hasta el hombro que tenía descubierto. Una mezcla de asombro y repugnancia me erizó la piel. Más bien sentía que una caparazón de cocodrilo me crecía por todo el cuerpo, hasta trastornarme.
-¿Qué está pasando acá? ¿Y a vos, qué bicho te picó? -Arturo estaba envalentonándose. Ya conocía esas señales -Tengo una idea, chiruzas, vámonos los tres a una catrera grande que hay por allá.
-¡Ah! ¿Una mènages à trois"? -Entre la exclamación y la pregunta, Daisy se alisó el vestido malva de lamé, que se le había enrollado en la cintura gruesa, y se preparó para la acción.
Entonces, pegué un salto del taburete, le dí un empujón a Arturo, ¡Qué mierda te pasa!, me gritó y salí corriendo escaleras arriba para tomar el aire fresco de la noche. Me subí al primer taxi de la parada de la esquina y partí. En el fondo de mi cartera tanteé la libreta de apuntes y mi billetera. Unas lágrimas turbias pretendían limpiar las imágenes de ese tugurio sórdido. Recordé la letra de la lambada.
En la otra cuadra, dos grupos de muchachos se peleaban a patadas y con cadenas. Eso era más que una gresca. Di vuelta la cara para no ver más. Por esa noche, había suficiente material de escritura.

sábado, 4 de agosto de 2012

Mi primer "hijo literario"

Se editó "Mundosilvia" de Lilián Costamagna por Editorial Portilla Foundation.
Podrán verlo en Amazon.com y la semana próxima en Amazon.es (en castellano). Con sólo poner mi nombre, aparecerá. Podrán adquirirlo y difundir, si les gusta. Quisiera recibir sus comentarios.
            

Mi primer "hijo literario"