viernes, 30 de septiembre de 2011

Retrato en naftalina (2º parte)

Casi inmediatamente después de escuchar las campanadas de las doce, proveniente de la capilla del barrio, llaman a la puerta. Es la prima, la que no conoce, la que viene de Madrid. Como un vendaval, como un ventarrón de las tierras áridas de Castilla la Vieja, entra la Pilar cargando dos bultos muy pesados. Tiene su misma edad y es delgada como ella. Azucena siente curiosidad y algún temor. ¿Qué traerá en esas maletas?
-Te voy a mostrar, prima. Ven -le dice con una voz extraña de sonidos sibilantes -y despliega sobre el discreto vestido azul de canesú blanco, y encima del sombrero, un montón de fruslerías de mostacillas brillantes, tres vestidos de volados a lunares rojos, verdes y amarillos, un mantón de amapolas rojas y flecos negros, toda clase de bagatelas, cuentecillas de colores, un peinetón, un abanico, unas castañuelas, y finalmente, dos pares de tacones negros.
Los ojos de Azucena la interrogan.
-Pues, vine a Buenos Aires a bailar en un tablao de la Avenida de Mayo. Tengo contrato y viviré aquí contigo, prima -Sus ojazos negros sombreados de azul relumbran bajo las pestañas largas y entre las ondas de su cabellera lustros.
La dama de naftalina no puede imaginar cómo es el baile flamenco; solamente tiene un recuerdo vago de cuando era niña. Con su hermana Rosalinda vieron un espectáculo de danzas en la Asociación Española. Aparecen en su mente tacones altos, que zapatean, vestidos llenos de donaire y gracejo, mantones, castañuelas rítmicas, peinetones y flores en el pelo.
Mientras almuerzan, conversan sobre los temas que dos mujeres juntas no pueden soslayar.
-En Madrid dejé a un amor que no me amaba y me vine para acá. ¿Y tú?
Azucena baja la mirada y tímidamente cuenta que está enamorada, desde hace años, de un combatiente de Malvinas. Ella le enviaba al soldado desconocido, cada semana, una cajita de chocolatines con un soneto; otras veces, un par de medias de lana con un ramito de violetas, un turrón, un mazapán de almendras y una bolsita de tela con flores de lavanda. A vuelta de correo, llegaron algunas respuestas y unas líneas perfumadas de amor.
-Pero, ¡coño!, ése ya está muerto! -le dice.
-No se sabe. Después te mostraré los recortes de noticias de la época.
Terminan las natillas y salen a ver la ciudad. La Pilar es muy inquieta y casquivana, y una cascarrabias -piensa.
En la calle la Pilar camina a grandes pasos nerviosos; sus piernas largas están enfundadas en esas botas de "gato con botas" de gamuza azul; lleva con gracia una falda blanca muy corta, y un sweater negro y ajustado de cuello alto. Azucena va detrás, con pasitos cortos y nunca puede alcanzarla.
Al pasar frente al taller mecánico, desde el fondo, tras los autos, oyen fuertes silbidos y un rosario de palabras groseras y soeces. Provienen de un mameluco grasiento.
-Cuidado, chaval. Así no vas a enamorarme -le responde con altanería y soberbia.
-¡Qué audaz, esta prima! -piensa Azucena y apura el paso.
Entran a un bar y se sientan junto al ventanal para ver pasar a los transeúnten que van apurados bajo los paraguas.
Azucena pide un té de tilo y pétalos de rosa con miel. La Pilar, u café doble y una copita de ajenjo.
Ahora, la Azucena ajada ya, se queda sola mirando la garúa, mientras la Pilar se pierde hacia la Avenida Santa Fe con el buen mozo del bar, que ya terminó su turno.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Retrato en naftalina (1º parte)

Pocas veces ocurre, pero en ella es una peculiaridad la consonancia entre el nombre y su persona. Azucena es blanca y pura, una alegoría de la joven soltera, primorosa y recatada que despide un aroma de juventud añeja. Vive sola en la casona de la calle Virrey Ceballos, desde que sus padres murieron y desde que su hermana Rosalinda la dejó para casarse con Mario, un italiano que tiene un taller de neumáticos en Castelar.
-No es verdad que en las casas donde hay hortensias, las hijas quedan solteras -piensa- Todavía puedo tener alguna esperanza.
Para ella, la casa grande es un alcázar, como decían sus padres que llegaron de Soria, allá junto a la Sierra de Guadarrama. La casona da a la calle; una puerta alta y angosta y dos ventanas largas con celosías de tablitas descarscaradas, no invitan a pasar. Pero, entremos, de igual forma.
Un zaguán largo de pisos lustrosos, aunque desgastados, desprende un aroma de cera y alcanfor. A un lado, una mesa-repisa de patas largas torneadas de madera lustrada; está cubierta por una carpetita oval color té con leche, tejida al crochet, y sobre ella, un florero con tres azucenas blancas.
Ella ha adornado así el recibidor porque hoy tendrá visita. Al otro lado, un mueble antiguo y una máquina de coser cubierta por un paño gris.
En el ingreso al comedor, se ve una mesa rectangular de caoba y seis sillas altas y ceremoniales; como centro de mesa, una frutera con olorosos membrillos y algunas paltas. Hacia la derecha, sentada en una mecedora de mimbre, Azucena lee y relee las cartas guardadas en su cofre secreto; son pocas y breves, las repasa una y otra vez. Un gato peludo, arrollado en total hedonismo, dormita a sus pies en la canasta llena de ovillos de lana.
Como si hubiese percibido nuestra presencia, se apresura a anudar la cintita azul y las vuelve a guardar junto a recortes amarillentos de diario, y una flor seca de alhelí.
En la pared de las fotos, un señor de bigotes retorcidos y ceño fruncido la mira con rigidez desde el marco lustrado y brillante. Es el abuelo de Soria. A un lado, la fotografía de sus padres españoles. Ella, una joven castellana de vestido negro de canesú blanco de lino, con ribetes de crochet y una cofia en suaves tonos lilas, está sentada en una silla de respaldo alto. A su lado, y de pie, un joven de cejas profusas tiende una mano tosca de labriego sobre su hombro. Y más abajo, una nena de vestido a cuadros juega con un perro de orejas enhiestas en la ribera del río Ebro. Es su hermana Rosalinda, antes de viajar en barco hacia Argentina.
Azucena revisa también cómo ha quedado su casa después de la limpieza frenética que acaba de hacer; descubre que una pátina de polvo grisáceo cubre la vitrina donde se guardan las copas y los licores. Después de pasar una franela, se sienta nuevamente y dice "¿por qué no?", y se sirve una copita de oporto, que siempre sienta bien, como decía su padre.
-¿O me preparo una tisana de lavanda y tilo con una pizca de jenjibre? -duda, porque es tal la ansiedad que tiene por la visita, que siente que le crujen las tripas en violentos retorcijones.
Esta mañana ha hecho un desarreglo: el verdulero le regaló tres ciruelas negras tipo Reina Claudia y tres frutillas jugosas. Las aceptó y se las fue comiendo despacito en la cocina, sobre una servilleta bordada en punto cruz. Aún tiene ese regusto frutal en la boca, aunque no reparó que no se había sacado los guantes calados. Uno ostenta varias manchas rojizas.
-Tendré que lavarlo con vinagre o con limón -dice en voz baja y nasal. Advierte que no tiene ni una cosa ni la otra; tendrá que ir nuevamente al almacén de la otra cuadra, pero el verdulero es tan atrevido... Para ir allá, esa mañana se animó, cruzó la calle y pasó frente al taller mecánico; los muchachos le dijeron unas cosas...! que la hicieron ruborizar -recuerda.
Ha tenido que correr hacia el botiquín y tomar una de esas pastillas de carbón; ha sacado también una barrita de azufre, porque siente su cuello rígido y dolorido. Ha tomado frío, quizás, y se cubre con la mañanita marrón que terminó de tejer hace unos días.
El reloj cu-cú de madera oscura aún no ha dado las once. Descorre las cortinas de voile blanco y mira por la ventana del comedor hacia el patio. Lo ve tapado de hojas otoñales, de roble y de nogal; las del almendro permanecen amarillas y rojizas, todavía. Una algazara de pajaritos alegra el jardín y el huerto. Debajo de la ventana, la planta de hortensias lilas y blancas engalanan con toda profusión. Hay muchas toronjas caídas y el cantero de calas está rebosante de flores. Crecen gracias al agua de enjuague que ella les arroja ,luego de lavar los pisos del comedor y la cocina. Hacia una esquina del patio, un alto jazmín del cabo esparce un perfume penetrante entre la humedad y la hojarasca. Hacia el otro rincón crecen zanahorias, puerros, espárragos, alcauciles, apios y alcachofas; ya ha preparado una sopa de verduras y de postre, para equilibrar la digestión, comerán una natilla de cereales con azúcar negra, cascarillas de naranja y miel.
Sin embargo, siguen los retorcijones. Otra vez duda... ¿una copita de licor de oro o de anís, o un té de melisa para calmar los nervios? Esta mañana, muy temprano, mientras esperaba en la vereda, el cartero que es muy buen mozo, le dijo un piropo muy gentil, que ella repite mientras sorbe lento y levanta graciosamente el meñique, al par de la tacita hacia sus labios, un poquito sonrosados.
Recita unos versos que memorizó: "Soledad, qué pena tienes, qué pena tan lastimosa... lava tu cuerpo con agua de las alondras..." Azucena hoy se lavó el pelo negro con agua de lluvia que retuvo en el funetón de chapa, debajo de la canaleta durante la noche.
Va hacia su dormitorio y sobre la cama monacal, amplia y fría, dispone la ropa que se pondrá para recibir a la Pilar: un vestidito azul con alforzas y canesú blanco recién planchado; descuelga del ropero angosto, el saquito de lana arratonado y raído de tantos lavados; ella no quiere desprenderse de él, porque lo heredó de su madre, antes de que engordara tanto, una hinchazón que finalmente la dejó morir. Acomoda también el sombrerito de fieltro gris, al que le colocará un ramito de violetas, adosado a la cinta azul. 
El recuerdo de la finada la hace persignarse frente al Cristo en la cabecera de la cama; en la cabeza tiene una corona de olivos bendecido en las últimas pascuas. Sobre una mesita de luz, hay un misal y un rosario. No se olvida de disponer sobre el vestido, el camafeo rosetón tallado en una piedra de rubí. Sobre una pared lateral, en una repisa, están los libros de tapas duras:Vida del rey Alfonso, Historia del franquismo, La inmigración en Argentina, La hagiografía de Santa Teresita, entre otros... y El horóscopo del amor, para el año en curso.





martes, 27 de septiembre de 2011

La historia que no fue.

Las vacaciones de verano eran largas y calientes tardes de deambular por las vías. Saltar de dos en dos los durmientes, sin pisar el colchón duro de ripio, esperar a la zorra para pedirle al recorredor que los lleve a dar una vueltita... Por el lado del río ya habían caminado; también ya se habían colgado de los tablones derruidos del puente del Arroyo Las Minas. Ninguno de los tres había cedido, porque los brazos fuertes de los muchachos estaban entrenados para colgarse, ¡uno! ¡dos!, recorriendo los cincuenta metros hasta llegar a la otra orilla. Hoy no se descolgaron a las aguas frías del río, porque estaba refrescando un poco.
Las camisetas transpiradas también habían pasado por los claustros solitarios de la escuelita rural, ésa sin techo, que ahora tenía como únicos visitantes a ellos, y a las avutardas que anidaban por los rincones, o en el único tirante de la cumbreera, como si ellas soñaran con un nido en un árbol frondoso. La escuelita rural había sido un árbol de raíces resistentes y ramas jóvenes que se extendían hacia el cielo de Patagonia. Pero un día la cerraron porque eran pocos los alumnos que concurrían, cada vez menos; el maestro se fue al jubilarse, y porque el gobierno inauguró con toda pompa pre-eleccionaria, otra más allá, cerca de El Maitén, de jornada extendida, eso les dijeron.
-¿Y si vamos a visitar al viejo Teodoro? -propuso el Chimango.
Asintieron aceptando la propuesta e iniciaron el trayecto hacia el refugio. Él vivía hacía muchos años solo, desde que regresó al lugar que lo había cobijado, cuando en su juventud llegó a estos lares con otros aventureros, a buscar oro. Colar con un cernidor la arena del río, lavarla, y rescatar algún que otro tesoro dorado que brillara al sol. Ésa era la faena cotidiana, bajo un sombrero de paja.
Los chicos pateaban piedras al caminar y Ernesto apuntaba un objetivo diferente con la honda. Una vez la única manzana que pendía del árbol añoso; otra vez, la cola de un topo que cavaba y cavaba arañando la tierra; en otro lugar, le daba a una lata oxidada. El Bicho, que era bien fiero, iba pensativo, rumiando qué relato le pediría al viejo para que cuente por enésima vez.
Ya comenzaba a verse un triste hilo de humo que salía por la ventana de la vieja comisaría, también abandonada, donde decían que habían tenido preso a Martín Sheffield y otros fugitivos de la ley. El edificio también había quedado al vicio, porque ya no andaban los forajidos de antes, y porque los último cuatro presos, en una noche de borrachera,  habían degollado al comisario y se escaparon por esos caminos de Dios.
-Seguro que está mateando don Teodoro.
-Le voy a pedir que nos cuente las andanzas a caballo por la provincia de Buenos Aires en su juventud.
-Te va a gustar, Chimango.
-No, mejor la del ahogado en el río de la Plata, al que le sacaron el reloj a la fuerza, de su mano hinchada y blanduzca.
-O sino, lo de la cacería de ciervos en las costas de Uruguay. Porque él navegaba el estuario del río con su hermano, cuando eran jóvenes.
-Güenas y santas -los muchachos saludaron a la usanza campesina, y los tres se sacaron las gorras roñosas, por respeto.
-¡Adelante!Parece que me anduvieron olfateando, amigos -apenas podía entenderse esa voz aguardentosa. Los ojos todavía no estaban demasiado turbios.
-Sí, y también vinimos para que nos cuente alguna historia, y para que conozca a nuestro amigo. El Chimango lo saludó con forzada inclinación, porque Don Teodoro era un personaje que había que conocer, según los dichos del Bicho.
Los tres se miraron y los tres, en el mismo instante, supieron que ése no era el día para que el viejo Eckardt cuente. Estaba demasiado borracho para articular palabras e hilar con coherencia esos lindos giros verbales, que presentaban paisajes y circunstancias tan diferentes a las que ellos estaban acostumbrados. Lástima, porque los tres amigos soñaban corren caminos distintos, cuando sea el momento de partir.
-Nos vamos -le dijeron cuando el viejo había dejado ya de mirarlos. Estaba comenzando la secuencia de la añoranza y la tristez<a, ésas que se materializaban en lentas lágrimas, que rodaban por la barba blanca, cuando bebía del gollete del porrón de ginebra.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El rezongo de la nona.

-Má peró, vení qua. Non te nevades, eh! -me dijo desde el sillón-hamaca de mimbre que, en su vaivén murmuraba con ese sonido monocorde, tan familiar. Cuando dejaba de oírse, todos sabíamos que la nona se había dormido.
-¿Abuela, estás bien?
E la pura veritá... sempre andás callejeando y no parás más. ¡Qué facés dando vuoltas como tío vivo, megliore ayudá a tu madre que se desloma todo el día por la casa, por su marido, mío figlio, y per té, lavar los pisos, barrer la vereda, baldear la galería, regar las plantas, tirarle maíz a las gallinas, todo! Io non posso piú más, tú sabes, ya no puedo caminar hasta el gallinero. Me gustaba antes ¡piú, piú, piú! tirarle las cáscaras y los huesos y me reía tanto, cuando se peleaban la bataraza con la colorada!... Antes juntaba los huevos de yema amarilla y cáscara verde, porque Federico siempre les trae una bolsa con pasto tiernito y les tira maíz. Ahora, con la catarata, casi no veo. Tu madre sí que es una buona moglie; lo único que no me gusta es cuando cocina los "spetzels" y me da una copa sola de vino y nada más, y de vuelta guarda la damajuana debajo de la mesada. Yo nunca puedo robar un sorbito, porque ella siempre anda trajinando por toda la casa, fregando, pasando el plumero y cantando esos tangos y esas milongas que no me gustan. Io antes cantaba canzonetta napolitana, y hasta bailábamos tarantela con Bartolo, el finado. Sï, é vero! Pero tu madre, que es una santa, aprendió a hacer los gnochi que yo le enseñé; los hace "para chuparse los dedos", los domingos. ¿Hoy es viernes? ¿Qué comemo? En cambio, mi hija, Amalia, no sabe cocinar, es una "svergognatta", sabés? Me dejó sola y se escapó con el ferroviario. No sabía ni hacer un huevo frito, ni pelar una gallina, siempre soñando con ser maestra. ¡Qué va a ser! Y bueno, en todas las "famiglias" se cuecen habas. Me contó Doña Isolina que ahora está "cecatta" que a su hija la Angelina se le dio por el arte, y se tomó el tren para Buenos Aires. Casi no viene y cuando viene, parece una artista de cine, o le habla por teléfono, pero ella no entiende casi nada... ¡Qué cosa, y ni grita cuando habla desde tan lejos!. Sí, é vero... Otro aparato endiablado es el televisor. El hijo de los Williner se compró uno de esos y su madre, la pobre vieja Úrsula, que siempre está fumando en pipa, cuando prenden la televisión, a ella le da vergüenza que la vean los artistas, y tira la pipa atrás del sillón, y ahí queda, humeando y deja ese olor rico del tabaco. ¿Vos no estarás fumando cigarros, nena? Yo me ricordo del Enrico, mi hermano. Él no se murió por fumar, lo mataron "a la güera"; él era un camisa "nera" y se nos fue, tan joven!. Ahora me vino a la memoria el montecito de abedules en la campiña, cerca de Greppo. Un enjambre de maripositas amarillas. De colores tan vivaces no se sueñan. Yo las quería atrapar y revoloteaban sobre mi cabeza de trenzas rubias, y mirá ahora, il capelli lacio, finito y gris que se mantiene firme con estas peinetas y la "Glostora" que le saco a Federico... y había matorrales donde se escondían las liebres, entonces Oreste y Pietro las perseguían por la hierba; con las escopetas preparadas, iban olfateando el aire y el trébol. Por ahí se escuchaba una descarga y venía uno con un ganso colgando de las patas. Las liebres siempre se escapaban. Sí, é vero! y comíamos uvas de las parras silvestres, o de la finca del vecino Antognolli, qué ricas. Las de ahora, de la verdulería no son tan dulces, parece. Tu mamá sí que hace cosas dulces, la torta alemana con pasas y cremas, usa la nata que queda flotando en el tacho que deja el lechero... y cose esas confecciones de los figurines de moda, tan lindos. ¿Y vos, nena, cuándo vas a aprender a coser? Mirá que después te falla la vista, "come a me".
La que no sabe hacer nada es la mujer de Genaro, ésa sí que puro peinarse y pintarse las uñas. Es una pituca esa Irma... yo no la quiero, se ve que cuando vienen, es de puro compromiso nomás... Nena, decile a tu mamá que me traiga unas masitas, que tengo hambre. ¿Ves? Ése es un defecto de la Pochi, me tiene siempre con hambre, dice que por la "diabeti", pero yo creo que es por amarreta.... Amarettis y una copita de licor de anís, me gustaría.

"Era estremadamente pericoloso, andavamo tutti de cacería, "jovinessa, jovinessa, primavera di belleza". ¡Certo, avevamo sesenta anni meno!
"Alli armi i fascisti, morte i comunista, a basso i socialisti" canta bajito y la mirada es ahora un vidrio barato, cascado y añoso. Desde la jaula que cuelga en la galería, rebosante de helechos y geranios, cuando el sol da a pleno, el Perico inicia su contrapunto. "Lo muchacho peronista...", como una letanía sin respuesta, como una retórica entre sordos.

-Má, la abuela se durmió! -anuncia la nieta. Llega arrebolada y se sienta al lado de la nona.
-Sí, ya me di cuenta, porque no oía el sonido del sillón. Clara, tapale la espalda con la pañoleta, que ahora hace frío.

sábado, 24 de septiembre de 2011

¿Qué es Edafología? (continuac. de Madrid, 25 de marzo...)

Despacio, por los senderos espaciosos, a Carlos no le resultó complicado llegar a destino: la calle Profesor Aranguren. Iba pensando cómo sería ese ambiente, tan diferente al suyo, en el que se había movido "como pez en el agua" -decía. La escuela técnica, el 6º año fue el último escaño en su escolarización; lo más académico fue la concreción de una budinera de chapa repujada, que le regaló a su madre, un panel para colgar herramientas en el garaje, para su padre, unos platos de madera torneados, para su tío José, y una rosa recortada en madera de paraíso, para Adriana, que ella aceptó con gestos de aparatosa displicencia.
-Si no estudiás, a trabajar! -le había dicho don Amadeo.
-Acá no mantenemos vagos -había reforzado la idea de su marido, doña Olga, de pañuelo anudado en la cabeza y brazos en jarro. La recordaba también,  secándose el sudor con el delantal a cuadros, de dudosa pulcritud.
A su vez, iba practicando el discurso que haría al presentarse en casa de la prima, hablando solo y gesticulando por las veredas; las chicas que leían al sol, lo miraban con extrema atención, por tener aspecto de forastero; imaginaban, tal vez, que ese muchacho robusto y muy varonil de cejas negras y obcecadas, era un actor que haría un unipersonal en el Paraninfo, el próximo sábado.
Ninguna de las palabras y los gestos ensayados le salieron al conocer a Angeles.
-¡Pues, pasa, hombre! -Angeles era una gurrumina de 1.50 m de estatura, delgada, bastante fea y con un lunar negro en medio de la frente, pero simpática.
-Éste es el primo de Argentina del que te hablé -lo presentó a su amiga Luna, de cabellos lacios y mirada ausente, tras unos anteojos de marco oscuro.
-¿Así que estudiás?
-Sí. Edafología.
-¡Ah!, explicame qué es eso -la otra, la amiga hizo un mohín despreciativo, la vio de reojo.
-Es una rama de las ciencias del suelo que estudia su composición y naturaleza, en relación con las plantas y el entorno. Todo en la superficie de la corteza terrestre -le dijo en tono académico, y él no alcanzaba a comprender.
-Porque yo sólo tuve contacto con el tierral del campito donde hacíamos los picaditos, pura polvadera  y gritos atrás de la redonda -iba haciendo sus relaciones con el suelo y su contexto, a su manera.
-¿Y para qué sirve? ¿Adónde vas a trabajar?
-Ya pronto me recibo y creo que voy a quedar contratada en definitiva en el Parque Botánico, acá cerca.-"conchabada", pensó él.
Se fue bastante más pronto de lo imaginado. Carlos había pensado que el encuentro con la hija de su tía de España, que es la hermana de su mamá, iba a ser memorable. El conocimiento de los dos, de casi la misma edad,  iba a fortalecerse con el contacto cotidiano, o al menos, cercano, por los lazos de sangre. Iban a ser compinches, soñaba. Corretear esas calles de Madrid, la Gran Vía, el Barrio de las Musas... pero no, no hubo pizca de identificación. Ella se relaciona mejor con el suelo y con las plantas, y él, es experto en la relación con las personas de toda casta, en particular, los no universitarios.
-¿Y si me hubiera presentado como un bravucón insolente y despreciativo? -enseguida desechó la idea -"Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál, su careta" -como un proverbio lo decía en voz alta. Él es un muchacho de talante compasivo y tierno con los desvalidos y los marginales, con los tahúres del hipódromo y con toda clase de chavalejos de mal vivir.
Había pensado buscar trabajo en el bajo, ese barrio obrero, el más castizo de Madrid, para ganarse la vida honestamente. No tenía ninguna intención de caer en la Modelo, la cárcel de Carabanchel.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Rosario, 20 de abril de 1979 (continuac. de Madrid, 25 de marzo...)

Carlos:
            Me alegró recibir tu carta larga. No soy como vos, porque me doctoré para bruto. Ya en el industrial eso no me gustaba, lo de escribir, y menos literatura. En cambio vos sí. ¿Te acordás cuando para perder el tiempo le pedíamos a la de Ledesma que vos leas una parte de "Marianela"? Todo eso para no tenerle la vela con eso de Galatea y el gigante de un solo ojo, y entonces vos leías: "Su perro, Choto, se metía de nuevo en la cueva". Cómo nos cagábamos de risa!.
Bueno, acá sigue todo igual, la tornería y el fulbito con los muchachos. Les metimos una goleada el sábado a los de Villa Constitución. Las minitas, todo igual. Me contó mi hermano que Adriana anda con ese tipo que conoció en Bariloche, en el viaje de egresados, el que bailaba todo destartalado y se metió en la ronda con nosotros. Viene a verla cada tanto, pero es un viejo! Yo lo vi de día y es medio pelado, barburdo y tiene canas.
¡Ah! En mis ratos libres, ahora soy autónomo, ja! Me compré un matungo y un carro y me voy al basural de la ruta 9 y junto toda clase de fierros para vender en los desarmaderos y en las herrerías.
Bueno, viejo, ojo con las españoilas. Que no se te ocurra entusiasmarte, casi todas las mujeres son unas malas hembras egoístas y miserables. La más buena es tan venenosa como un sapo escuerzo y acordate que "Billetera mata galán".
Chau.
                                     Alberto, el empresario.

martes, 20 de septiembre de 2011

En el subsuelo, vértigo y náuseas (continuac. de "Madrid, 25 de marzo..."

Ayer me dispuse a recorrer la ciudad, y entre otras cosas, conocer a mi porima Angeles; como es tan lejos el sitio donde vive, tomé el metro en Antón Martín. El plano decía que tenía que ir hasta enganchar con el ramal circular que va hasta la ciudad universitaria. Se imaginan "un pajuerano" de Rosario en esta gran ciudad? Fue como recorrer el inframundo o el purgatorio permanente.
Lo interesante de andar en subte es que po´des mirar las caras de los viajeros; están los que se conocen todo, que leen el diario de parados y por el ruido que hace el coche, ya saben dónde tienen que bajar; están los desorientados que van mirando el plano del metro de Madrid y, alternativamente, los nombres de las estaciones; están los vendedores ambulantes que te acosan vendiendo chucherías; están los ciegos, o los que se hacen; están los niños pedigüeños; están los viejos libidinosos que "las apoyan" a las lolitas ...
-Viejo verde! Ahí tenés, pa' que tengas -un sonoro cachetazo se oye entre gritos y vociferaciones.
Están las gitanas cargosas y vengativas, si no aceptás que te adivinen la suerte... en fin, la fauna urbana, de lo más variada.
No quise distraerme con la gitana, porque no podía concentrarme en mirar por dónde andaba; los nombres no me resultaban conocidos, como Tirso de Molina, Alonso Cano, Bilbao...
-No quiero, no me moleste! -le dije a la gitana gorda y desgreñada.
-Pues, ya te adelanto que tendrás una vida negra, y pronto te vas a morir, pero de amor, que es la peor manera de morir! -me contestó.
Y yo, que estaba un poco nervioso porque no quería permanecer más tiempo en el subsuelo, ya sentía vértigo y náuseas, ésas del encierro, me puse a pensar en Adriana, de Rosario, que me dejó medio tarado. Entonces leí "Cuatro caminos". Rápido bajé porque ahí tenía que hacer el enganche con el otro ramal, sólo dos estaciones más.
Al fin salí apurado, no tanto porque me ahogaba y la claustrofobia, y eso, sino por los empujones de los que salían como escupitajos hacia el exterior, a cielo abierto.
Caminaba rumbo al sitio donde vive mi prima y el respirar ese aire puro, entre los árboles y los caminos prolijos, me vinieron imágenes de las calles de mi barrio, en Rosario, el parque Independencia, el boulevard Oroño y los plátanos añosos... y la calle Pichincha, cuando al salir del taller me sacaba el overol grasiento, me lavaba los sobacos y las manos, ni me peinaba porque tenía la cabeza rapada por prescripción militar, y agarraba esas yecas de Dios...
Pero bueno, haber si la encuentro a esta prima, porque cuando uno anda medio nostalgioso, y rodeado de gente extraña, tenés ganas de conversar con alguien de tu sangre, aunque más no sea.

lunes, 19 de septiembre de 2011

A la hora de la siesta, el sol madrileño.

Madrid no se detiene, ni a la hora de la siesta. A Carlos le da lástima gastar su tiempo cerrando los ojos y perdiéndose de mirar todo lo que puede ver para asombrarse, a cada rato.
Hay abuelos lanudos y encorvados debatiendo en todos los asientos de las plazas.
-¡Pues sí, antes te casabas pa' toda la vida!
-Ahora se casan y se descasan como así, como uno se cambia el calzón, de vez en cuando.
-Vi en la TV lo de la nueva ley de divorcio, pero no pude escuchar más, porque la Carmela me sacó el control a distancia pa' ver la novela. ¿Puedes tú creer eso? Y eso que cumplimos ya las bodas de oro.
Decide que está bueno sentarse en la Plaza del Angel, y comer algo, un yogur y un kebab árabe que compró al paso, por la calle de las Delicias. Deja a su lado, en el banco, el cartón grasiento y piensa qué adelantados están en España con el tema de la contaminación. Ya no dan más bolsitas de plástico, son de papel. Se encandila por el sol y por los ojos de una niña larguirucha y pálida que palmotea en frente de él, para sacarlo de sus reflexiones.
-¡Ala, hombre! que la basura se deposita en aquellos recipientes. Sácala, pa' que me siente.
Le hace lugar, y la observa en silencio, mientras engulle su bocata. Entre mordisco y mordisco le dice que se llama Sofía, y que trabaja como repositora en el Hipercor, que no es el mismo donde Carlos pide propinas.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Madrid, 25 de marzo de 1979.

Alberto, amigo:
                        Como verás, ya me encuentro en Madrid. Sabés que hace tiempo estaba queriendo salir de Argentina, desde que me echaron de la tornería. ¿Seguís trabajando con ese capanga? Tuviste suerte que no te agarraron a vos durmiendo entre los fierros del depósito. También te habrás enterado de todos los tramiteríos que hubo que hacer; el tío José, que es abogado, me dio una buena mano, pero allá uno no podía soportar más, una malarial, viejo!... Fue como una premonición para decidirme,  cuando vi en la tapa de la revista "Humor": "Prohibido mirar, hablar, escuchar..."
Bueno, pero para qué te voy a contar. Mejor te digo cómo estoy acomodándome en esta ciudad que es muy "cojonuda". Acá también te controlan todo para dejarte ingresar. Primero, el aeropuerto de Barajas, un mundo, che!. Además de los dólares que llevaba para mostrar que tenía "pasta" para permanecer, tenía una carta de mi prima Angeles, que es de Badajoz, pero vive acá en Madrid, en la ciudad universitaria, porque está estudiando Edafología (todavía no sé lo que es eso). Los tiras miraron la carta y no me sirvió de nada, pero sí prendió la carta de la tía Josefa, la viuda que vive en Pamplona, invitándome a visitarla, porque hay posibilidades de heredar parte de sus propiedades. El tío Joaquín tenía un campito y se dedicaba a la cría de cochinillos, pero espichó. Cuando se habló del tema, mi prima de Figueroa, que es más ignorante que yo, se pensó que se dedicaban a la cría de chinchillas, y ya se imaginaba vestida con pieles!
Sigo, porque cuando me contestes me contarás cómo te va a vos en Rosario. Como un judío errante, arrastrando mis bártulos, busqué algo barato para vivir, pero todo es tan caro!. Al final, conseguí una pieza en la calle Huertas, bastante céntrico, no tan caro (24 euros) y cerca del Museo del Prado y la estación de Atocha. Se llama "Vetusta", y la dueña es una viuda muy vetusta, que quiere decir vieja, pero tiene unas hijas que están re-buenas. ¿Viste lo que se habla del destape español? Estas minas están re -calientes, apenas te ven por los pasillos, se levantan la remera y te muestran las tetas, redondas y suavecitas. Y no te podés hacer el distraído... lo que pasa es que fueron muchos años de taparse, de vestirse con ropa oscura, y de no mirar a los hombres. ¡Uy, viejo!, imaginate si viviéramos juntos, la de jodas que nos mandaríamos, ¿no? A propósito, cómo está la flaquita Adriana, ¿la ves? Contame después. Me tenía bastante perdido con sus "que sí, que no, que después". Abajo del hotel hay varios bares de tapas y pubs adonde concurren los chulos del barrio y muchos extranjeros de paso, y otros, como yo, que están descubriendo recién la ciudad. También hay tascas de "chamberil", como le dicen, que son baratas y va gente ordinaria, pero te divertís a lo loco, no sabes!.
Para pagar la pensión y comer, por ahora, trabajo en el estacionamiento de un hipermercado. Te pagan unas chirolas por cargar la mercadería en los coches de los clientes. ¡Unos coches de puta madre!
Mañana, que me tomo franco, voy a agarrar un subte para ir a ver a mi prima Angeles, que vive cerca de la Moncloa. Te imaginarás que todavía no vi a los reyes, creo que viven por ahí... Averiguaré también qué carajos es eso de la Edafología.
Bueno, amigo. Espero que ésta te llegue pronto y que escribas contándome de tus cosas.
Un abrazo.
                    Carlos.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Laberintos con zapatos y tacones.

El público es muy heterogéneo. Hay preponderancia de especímenes raros: estudiantes prestas a tomar nota con errores de ortografía en sus cuadernos; veleidosos intelectuales llenos de citas en la cabeza; bohemios vanidosos de utopías dialécticas y anteojos; jubiladas que hacen cursillos de interpretación de textos literarios; académicos de diatribas, exégesis, hipérbaton y elipsis. Junto a ellos, individuos normales. Por ser amplia la audiencia, se habilita otra sala accesoria. Mientras finalizan los detalles de instalación de la pantalla gigante, el sonido y las luces, los asistentes se acomodan.
A ella le queda un lugar entre los últimos asientos, en la zona más oscura. A su lado se instala un muchacho rubio, esmirriado, un poco cojo. Se da cuenta por el bamboleo al caminar cuando buscaba un lugar, y más tarde, lo corrobora al ver que el zapato derecho, abotinado y negro, tiene una zuela que triplica a la del pie izquierdo. Su aspecto es llamativo, especialmente por unos ojazos verdes soñadores, de cejas finas y de tez blanca salpicada de pecas; todo enmarcado con una barba prolijamente recortada, que termina en una punta de pelos colorados y sedosos. Se establece entre ellos una corriente de simpatía que los acerca más allá de lo común, para circunstancias como ésas. A su derecha están ubicados una pareja de conocidos que la saludan con inclinación de cabezas, aunque ella poco puede advertir. La charla versa, quizás, sobre teoría literaria de algún autor contemporáneo. Su disposición está plenamente enfocada en esos ojos que la cautivan y su voz suave que, cada vez más cerca la va arrullando en su oreja izquierda. No sabe cómo llegaron a esa íntima comunicación. En esos momentos él está recitando los versos de un poeta desconocido, que a ella, casualmente, la habían conmovido cuando los leyó. Una primera aproximación que los identifica. Habla de amor, de la delicada esencia femenina, de sus emociones, de sus contradicciones, de sus sensaciones... Sí, de sensaciones, que en estos momentos comienzan a sofocarla, a la vez que descubre sus manos húmedas, y unas gotas transpiran su frente acalorada. 
No puede concentrarse en escuchar lo que anuncia el animador en el intervalo. Entre el público que conversa con animación, alcanza a escuchar una voz que le parece conocida. Es la de una publicidad: "¡Pero, si estás más linda que nunca!" Entonces, aprovecha la ocasión para despejar suavemente la mano que el joven había puesto, como distraído, sobre su rodilla. Los pliegues de la amplia falda marrón, disimulan la mano que va y viene, en círculos concéntricos, se detiene, y recomienza hacia el otro lado, sobre el hueso puntiagudo de la pierna cruzada, coqueta y de tacones altos, que se ofrece... Quiere y no quiere... Así, se incorpora súbitamente y empuja entre el remolino de señoras, para alcanzar un pote de crema de promoción. Aunque le hubiera gustado obtener una humectante anti-edad, sólo consigue una protectora solar; esa crema también contiene ingredientes para blanquear las manchas oscuras que suelen afear la piel de las mujeres maduras, que han estado expuestas al sol durante una vida. Cuando está agradeciendo al promotor, siente en su cintura una presión que, sin palabras, le está diciendo que aún es una mujer apetecible. El inicio de la próxima alocución se está demorando un poco.
-Miré la hora y calculé que quedaban unos escasos treinta minutos para ir al encuentro de mi hombre- Su voz y sus gestos parecían decir "de años repetidos, de días grises de cotidianeidad y confianza".
-¿Has dicho "miré"  y no "miró" -la hace reflexionar la terapeuta - ¿Entonces, la protagonista de este sueño sos vos?
Desde el diván ella no contesta y cae en la cuenta que lo que más le interesa es terminar el relato, sin considerar los pronombres personales, ni la persona verbal, aunque sí pensó en Tony, que estaría esperándola en el sitio acordado.
-¿Por qué había yo olvidado por esos momentos las cejas pobladas de Tony, su cabeza adornada con rulos abundantes, su cuerpo vigoroso, enfundado en el overol azul, salpicado de manchas de grasa, pinza en mano, en cuclillas, ajustando tuercas en su moto de competición? ¿Por qué no tenía memoria de esas manos toscas que la acariciaban desde siempre, como siempre, de un modo tan predecible? Tanto, que le hacía adivinar lo que vendría a continuación, y ella sabía que el beso que seguía era en su espalda... y nunca en su cabeza, o en los párpados, o en su nuca, y nunca la succión de un lóbulo huérfano de caricias para poder ver fuegos artificiales? ¿Por qué ese cielo siempre igual, esa luna plateada, quieta y redonda, cabrilleando sobre las olas, sin los matices del menguante, o del cuarto creciente?
La charla está tornándose un poco tediosa y se advierte que los expositores compiten para demostrar sus cualidades para la crítica literaria.
-Abundan en su obra los pasajes, irónicos, o serios, en que reconoce las fuentes, verdaderas o apócrifas...-dice uno.
-Hay metáforas de De Quincey para traducir la estructura del cosmos y su clave divina...-agrega otro.
-Una nueva retórica, una fresca sensibilidad...-la exponente hace una pausa y bebe del vaso que tiene enfrente.
El cosmos, los discursos, las fuentes apócrifas, se enredan en una verborragia imposible de seguir.
-Entonces acepto la invitación.
-¿Acepto? -la psicóloga anota en su libreta, sin disimulo.
-Sí, y nos vamos por un pasadizo con espejos enfrentados, por laberintos intrincados de cosmogonías infinitas, en un tiempo cíclico, cuando en una bifurcación agnóstica, aparecen bajo la recova, dos siluetas de capucha oscura, cadenas, tachas y botas negras, que nos atacan arremetiendo con cuchillo y nos despojan de ropa, cartera, zapatos y accesorios. Nos dejan desnudos en el arrabal del segundo crepúsculo y de la noche que se ahonda en el sueño.

Fragmentos del relato de este sueño están publicados en la tercera ponencia sobre "Ambivalencias en la psicología femenina. Dicotomías entre lo permanente y lo efímero" del XV Congreso Internacional de Psicología, llevado a cabo en el nuevo Centro de Convenciones. Cabe acotar que hubo problemas con la acústica en la sala mayor. Se anuncia la publicación de las monografías en la revista actualizada que estará disponible en el Colegio de Psicólogos, sito en la calle Urquiza.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Sobre llovido... mojado.

-¡Doña Carmen! Hace muchos días que no la encuentro. ¿Pero qué le pasó? ¿Por qué se tapa con ese pañuelo?
-Es que.. tengo un moretón muy feo, Dora, me choqué con el ropero.
-No le creo nada. Dígame la verdad. ¿El Remigio le pegó?
-No, solamente me zamarreó de los pelos.
-El hombre es un ser malvado. Y ninguno tiene cura.
-Bueno, yo vine a aprovisionarme, hay ofertas en esta semana.
-Mire... si lleva tres, paga dos.
-Desde que el volcán escupió cenizas y arena, estamos fritos.
-Sí, a mí me vinieron los parientes del campo... Todos amontonados en mi casa ¿se imagina? Abandonaron todo porque se les están muriendo las ovejas. Por suerte, mi comadre hace la comida.
-Y seguro que estaban preñadas, pronto es la época de parición.
-Sí, vinieron con el tren y les permitieron traer una borreguita recién nacida... es tan tierna. Es una mascota en mi casa.
-¡Ah! Sobre llovido... mojado. Mi compadre me dijo que en Villa La Humosa se están alojando los que vienen a radicarse acá. Debería mandarlos para allá y sanseacabó.
-Es que ahí, al lado del basural viven muy mal...
-Pero Uds. no pueden hacerse cargo de las miserias de otros...
-Los chicos, que son cinco, comen de lo que sacan del vertedero, porque nosotros no podemos alimentar tantas bocas. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar la quema!
-¡Un asco! y encima, vio anoche en la tele? Se nos vienen las ratas, y se están comiendo todo, hasta las gomas y la leña. Ayer nos entregaron la leña por el Plan Calor.
-Lo escuché en radio "Mascaró". Dicen que hay que mantener limpio y ordenado el predio.
-Sí, pero también, oiga, los vecinos son unos roñosos. Yo la agarré de las mechas a la atorranta ésa, para que haga algo con la leña tirada ahí.
-¿La de Alarcón? Ya sé, no sé si de Alarcón, o de Ojeda, o de Pichunleo. Está siempre largando hijos y dice que por la panza no puede hacer nada en la cas. ¿Qué le parece?
-Yo voy a comprar trampas, cebo, veneno, de todo!
-Aparte, hay que rellenar los "aujeros" con "Virulana". En mi barrio te cobrar un ojo de la cara el paquete.
-Dicen los que saben que esto que está pasando es porque floreció la caña colihue y eso pasa cada sesenta años. Se comieron todas las semillas, engordaron, se multiplicaron más de la cuenta, y ahora están hambreadas...
-$12 el paquete, llevo dos.
-Yo no le creo a ésa, la hija del guardaparque. Más bien les creo a los Testigos de Jehová, que se viene el "apocalipse" nomás.
-El pastor de la Iglesia Metodista también dice eso. Es que nos portamos tan mal...
-Por ejemplo, al Jonathan lo agarraron a la salida del boliche y lo castigaron fiero. Tuve que ir a buscarlo a la "sesional". Al amigo, al Cristian, lo dejaron adentro porque dicen que se había afanado un autoestéreo.
-¡Ay! Ud. tiene puros varones... y esos críos siempre andan en líos, siempre en pedo, por ejemplo mis vecinos, vuelta a vuelta, en cana.
-¿Y sus hijas, qué tal?
-La Yessi abandonó la escuela y dice que quiere trabajar, pero otra vez está en estado. ¿Qué me dice?
-¿Y el padre? ¿Se borró?
-Ella no me lo quiere decir, pero creo que no sabe si es el de "El Pilar", o del que trabaja en el "shopin". Los dos son unas ratas, igual...
-Me contaron que las ratas muertas de hambre salen del cañaveral y van a tomar agua, o les agarra el "estres", y se suicidan...
-O entran a las casas de uno a robar comida con todas las crías atrás.
-Tengo que llevar polenta, está barata ¿eh?
-¡Ay! Qué mundo más decalabrado.
-¿Y los políticos, qué me dice?
-Me tienen podrida. Puras promesas y después de la campaña, estamos igual. Todos los candidatos prometen que van a mudar el basural... tantos años y sigue ahí cada vez más grande!
-Hola Yeny, ¿comprando?
-Y sí, de esto no nos salvamos. Chau.
-Ahora se tiñó de colorado, ¿la vio?
-Y claro! Si anda con el presidente del Concejo, lo juro!
-Se ve que la atiende bien. ¡Cómo engordó la yegua ésa!
-Pobre el marido, todo el día con el culo en la cal. Mire, si yo fuera él, la fajo, le cuento.
-¿Y la otra hija, la Claudia, trabaja?
-Sí, en lo de la Pety, que ahora le dicen "cuafer", y viene siempre con un olor a cosméticos, a tintura, no sé qué. Y a mí me da por estornudar, y ¿sabe? Ella llega y me dice: "Otra vez guiso, y picando cebollas!QSabés que me hace llorar". Eso me dice.
-Otra cosa, con esto del volcán, ni truchas podemos comer. Mi viejo iba siempre a "furtiviar" al arroyo, pero ahora se termino. Aparecen pescados muertos, dicen que por la contaminación.
-Después van a aparecer pejes con tres ojos, como en Los Simpsons...
-Y los incendios que vamos a tener este verano... porque las cañas se secan. Estamos fritos. Encima, hay cortes de luz a cada rato, como ayer, que me perdí la novela del canal 9.
-Las cenizas perjudican los alternadores y se corta todo... hay que desenchufar todos los electro-domésticos. Yo me compré un LSD en cuotas. Buenísimo, es como un cine.
-¡Uy!, qué tarde se hizo, y nosotras, de pura charla, lo más campantes.
-Voy a hacer algo rápido, salchichas con puré.
-Otro día la voy a visitar y nos tomamos un té o unos mates. ¡Ah!, y cuídese. No vaya a ser que se choque otra vez con el ropero, eh?

sábado, 3 de septiembre de 2011

Conversación en "La Barraca"

-Lindo lugar, no?
-Me dijo Silvia que no podía venir.
-¡Uy!, mirá, allá viene la homenajeada...
-Parezco una gallina desplumada, como las coloradas, después de poner el huevo!
-Este collar me lo compré en Miami.
-Mirá qué flaca está aquella...
-Le dije que se ponga rimmel anti-agua, pero nunca se maquilla.
-Se conserva, parece, por el frío y las cenizas...
-Habrá que agregar más mesas, porque vienen llegando más.
-Le queda bien ese color, ¿no?
-Firmen la tarjetita para el regalo.
-La moza está atosigada... no da pie con bola!
-¡Cómo, no me conociste, Negro!
-No, yo te miraba las lolas...
-Dicen que tiene novio...
-A ver, a ver, ¿dónde nos ubicamos?
-En el precio están incluídas dos pintas, o dos gaseoas, o un vino para cuatro.
-¡Qué bueno, también vino la Negra!
-¿Tudo beim?
-Por favor, las flores, un ratito en agua.
-¡Uf! Qué calor.
-Yo soy a-térmica... más bien tengo frío.
-Creo que más bien sos a-temporal, vos.
-¡La bebida, por favor!
-En la mesa de allá hay cuatro ex alumnos, y cómo nos miran!
-¡Te hiciste alisado permanente? Me encanta!
-Dicen que después habrá show.
-Si habla, se va a poner a llorar, te lo garantizo...
-Vení, sacate una foto con nosotros.
-¡Y después, acá!
-Estás divina, che!
-Entonces, te hacés así, con las manos, y ya está.
-Tengo hambre.
-¿Y tus hijos?
-¡Ya sos abuela, no me digas!
-Ese pelado de la barra te está mirando hace rato.
-No me gusta, tiene mucha panza.
-Bueno, les cuento...
-¿Te acordás cuando...?
-¡Qué le pasa a aquella...Podría haberse puesto algo más suelto... mirale los rollos, la de la mesa de la derecha...
-Acá, tinto, por favor.
-Para mí, una mineral sin gas.
-¿Podría calentar el plato?
-Más pan por acá.
-La decoración del escenario es muy bizarra, para mi gusto.
-Sí, está enferma, por eso no vino...
-Y entonces, voy a la pileta, y después al sauna.
-¡Oh!, parece que empieza el show.
-Y yo hago Pilates.
-¡Buenas noches a todos... parece que hoy tenemos gran concurrencia femenina!
-Con lo que me gustan las rosas... Gracias.
-Soy vegetariana, sin carne para mí.
-Si te queda grande el reloj, lo llevás a ajustar. ¿Te gusta?
-Las pastas con salsa me dan acidez.
-Sí, se divorció y se casó de nuevo. Linda la chiquita...
-¿Le sirvo otra porción?
-No, retire nomás.
-Todas las mañanas camino una hora, y me hace bien, por las várices, ¿viste?
-Riquísimo el postre!
-Esta música me pone nostalgiosa, a vos no?
-No te escucho, gritá!
-Queremos conocer a los cumpleañeros... A ver... por aquella mesa...
-Ahora, viajes, sexo, comidas con amigos y...
-En esta mesa, una jubilada reciente!
-La homenajeada, al escenario, por favor.
-Malo el sonido... me tortura los oídos.
-No quiero hablar para público ajeno... ¡No!
-Aquella, la de la mesa de atrás, parece un gato con botas.
-Miren la de negro, se posesionó. Hay que exorcizarla, che!
-¡Qué desubicada!
-Vamos a cantar "Chiquitita..."
-Y nosotras, una de Ricky Martin.
-Allá viene la pro-secretaria, y dijo que no podía venir...
-Sacale fotos, ¡qué caraduras!
-La gorda es una show-woman...
-¡Qué divertido!
-Solamente en el estribillo la pegan con las notas.
-¡Ah!, se escabullen disimuladamente.
-¡Gosté muito da festa!
-Son ludópatas.
-Tanto ruido me indispone los oídos...
-¡Otra! ¡Otra!
-¿Queda mal si nos vamos?
-No, me parece que están esperando que vos te vayas primero...
-Nosotras nos vamos también.
Otro día nos juntamos, para chusmear, a tomar un café. ¡No te olvides de las rosas!

jueves, 1 de septiembre de 2011

De migraciones y de transmigraciones (4º parte))

ese cuadro que está ahí con el ciervo de seis astas mirada triste y fondo verde lo pintó Phillips el hermano menor antes de ir a la guerra y ella con lágrimas chorreando por su rostro cansado pocas veces la vi llorar relataba que con los otros hermanos seis iban a Eberstrasse viendo a los sobrevivientes rumbo al Marienhospital que llegaban emparchados con muletas de palo de cerezo con trapos ensangrentados seguro que eran los mismos algodones que las nenas hacían en la escuela deshilachando telas viejas para el campo de batalla rengueaban casi todos muchos y ellos se apretaban las manos y esforzaban la vista para verlo regresar pero Phipp no estaba y nunca llegó y el primo Gerhardt vino una vez a visitarnos y se comía con fruición la pila de empanadas picantes que yo había freído recién y pedía wassersprudell espumante de ananá wassersprudell qué sed que tanto le gustaba y ella decía qué lindo muchacho se parece a Alejantrito ¿vaistu? como Román el novio de Paty un amor de verano en la playa siempre halagando a los varones de la familia no a las mujeres que decía que eran unas arrañas pero estuvo a mi lado después que nació Catalina yo sola dándole la teta escuchaba las sirenas  bocinazos y petardos de la noche vieja y del año nuevo 1985 yo no tenía a mi madre que me acompañara ni cuando me peleaba con Martín no podía decir me voy a casa de mamá que estaba lejos no y tampoco podía ir a la casa de mi suegra que no la elegí yo no pero ella me trajo un licuado de bananas y yo tenía un hambre ... y me dijo si Ud. tiene hampre es porque está sana tome y que le aproveche gracias le dije yo a ella no le gustaba que le regalen nada para no tener que agradecer qué olor a monja dijo cuando en el horario de visitas llegó una samaritana de atuendo negro a visitar a la enferma de la cama de al lado y después nos dijeron que teníamos que sacarla de la clínica y la llevamos a casa no tomaba las pastillas de carbón con el dedo hacía dibujitos negros en la pared blanca nubes flores o las tiraba debajo de la cama y transpirando hablaba de su rosal de la casa de Olivos que vendió y se vino a Bariloche porque las montañas se parecían a las de su páis tenía otro rosal frente a su ventana que tanto había crecido que le tapaba la vista del Nahuel Huapi entonces agarró un serrucho oxidado y sin filo para podarlo pero la escalera se deslizó y cayó suavemente un esguince de muñeca a los 89 años no es nada y en sus pesadillas aparecía su hijo Buby el que había nacido en Alemania y entre las bombas de la Revolución Libertadora del '45 saltó a un Ford T descapotado que estaba en marcha y se lo llevó salvándose entre los estruendos y explosiones acá y allá después más tarde se murió de un infarto navegando cuando una sudestada lo agarró solo en pleno Río de la Plata y el barco se bamboleaba y no podía achicar el agua que entraba porque tenía que virar ojo con esa roca y ¡crash! y el viento estaba cada vez más fuerte hasta que el río amarronado y turbulento lo depositó en las costas de Carmelo y yo pensaba cómo habrá sufrido cuando murió su hijo mayor entonces la llevábamos a Magdalena para que la cuide mientras con Martín íbamos al cerro Otto a esquiar entre los árboles nevados y la vieja para no ocuparse de su nieta que dormía la tapó con un pañal de tela para que no se despierte y así ella podía fumar tranquila y leer los diarios viejos con una lupa de mucho aumento tampoco cuidó a la chiva que le llevamos de regalo porque la chiva busca el monte y se fue por el cipresal de Monte Lindo una vez también la dejamos a Magdalena para que se quede con ella una semana por vacaciones y la abuela mala abuela la tuvo todo ese tiempo sentada en la bacinilla hasta que le enseñó a avisar ya no tenía que cambiarle los pañales ni lavarlos así que cuando regresamos Magda chiquita ni nos quería mirar nos daba vuelta la cara porque la habíamos abandonado con esa abuela que le tocó en desgracia...

-¡Eh!, te tomás los mates vos sola!, dame otro.
otra vuelta para no encontrarse con la consuegra la otra la "finolli" que hablaba francés y tocaba el piano todo barroco art decó la vio que llegaba a visitarla a su casa tengo una casa de piedra frente al lago había fanfarroneado se escondió debajo de la cama escuchando y luego salió con dos valijas ¡ah! justo me estoy yendo a Buenos Aires estoy apurada tengo que tomar el tren con un beso fugaz le dejó el libro del cacicque del país de las manzanas para que se entretenga y conozca algo de esta región...

-¡Uf! ya se me secó el garguero de tanto hablar.
-Sí, me habías contado que se murió sentada en el inodoro de tu casa. Una diarrea imparable -recordó Marta.
-Sí. Ya vamos finalizando. Me quedé pensando en la metempsicosis. En qué habrá transmigrado, o se quedó en víbora nomás?
Silvia se reclinó en el sofá y un sopor la fue adormeciendo.
-¿Qué pensás, ma, te gustaría volver a ver a tu mamá cuando te mueras? -Cata, que había escuchado algo del final me preguntó. Justo un día antes del 31 de diciembre, antes de cumplir sus 24 años. Casi un cuarto de siglo ya!.
-Te juro, Marta -le dije desperezándome -se me apareció la imagen de mi mamá alta, joven, delgada, de mirada dulce y una sonrisa inmensa que me traía de regalo una muñeca. Era Brunilda, montada en un caballo volador, armada con coraza, escudo, yelmo y lanza. No era la doncella guerrera de los romances españoles.

Al momento de tocarla, un dragón lanzó una bocanada de humo y, al disiparse, dibujó la foto de "Meditaciones filosóficas" en el Walhala, mientras la música de Wagner atronaba en sus acordes finales.



De migraciones y de transmigraciones (3º parte))

Cuando conocí a Ketty era una viuda casi anciana pecosa peligrosa ¡uy! un lapsus quise decir pelirroja de canas y delgada pero de formas sinuosas coqueta era entonces para que no le vean la cara arrugadísima iba en el colectivo agarrada del respaldo del chofer y de espaldas a los pasajeros todos la admiraban vestida color mostaza remera y pantalón al tono ¡ah! me acuerdo que en la terraza de Libertador mostró sus habilidades atléticas haciendo la vertical y caminando patas para arriba y yo para no ser menos la acompañaba ¡ah! déme unas patadas le dijo al verdulero de veras quiere que le dé unas patadas sí son tan sanas las patadas suavizando transformaba la b por la p y cambiaba la t por la d déme ésas de cáscara colorada recién cosechadas las otras se pudren muy rápido ¡ah! bueno ahora sí nos entendemos Filla Pallester decía el papelito que le extendía al chofer del colectivo que la tenía que llevar a Villa Ballester donde vivían recién llegados tenía un perro viejo y flaco que se llamaba Wolfi lobito y como ya no le servía como compañía ni como guardián le caminaba encima alfomprita alfomprita hice kirsh licor de guindas y nos convidaba para calentarnos frente a la chimenea de Quinchahuala había que taparse la espalda con una manta porque el frío te calaba los huesos mientras sacaba unos recortes de diarios amarillentos y leía las noticias subió el precio del combustible falleció el locutor de Informe Blanco el que transmitía por radio todo el mundo del esquí en el cerro Catedral y también tomaban ginebra bien beodos se ponían mientras yo tragaba un caramelo tras otro que sacaba de la caramelera lo único que le quedó de la herencia de Alemania amapola roja plumencorn azul y espiga de trigo amarilla habrá escasez de papas y entonces cuando viajó en tren a Buenos Aires llevó una bolsa de papas y al descargarla y ponerla en el jeep de Martín se rompió y se llenó de papas el piso de Retiro y los viajeros se enojaban con sus maletas para esquivar una papa aquí dos más allá rodando el conde Coviello de Mar del Plata sobre todo negro volados y maletas le faltaba el parche de pirata aunque no tenía un peso partido al medio preparaba un manjar e invitaba a Martín unas papas au vine una exquisitez que acompañaba eso sí con un espumante del Rhin un sibarita ése ¡Ajj! deja ese quiso que traje lechón adobado y leberwurst y queso cammembert que le compré a la gorda Ingrid la cachetona de la fiambrería alemana y de postre apfelstrudel algunas veces y otras veces selva negra de chocolate y crema después comía sólo papas que hierví para tener y comía lechuga amarga silvestre diente de león del bosque que cosechaba en su jardín y así se pasaba quince días hasta llegar al día de cobro de la jubilación iba caminando ocho kilómetros hasta el centro con la cara llena de hollín en los poros y las uñas negras encorvadas largas pero eso sí labios rojos de carmín para coquetear contaba que cuando era chica las hermanas debían hacer la guardia del dulce de ciruelas en el sótano donde guardaban el carbón del Rhur durante toda la noche revolviendo continuamente para que no se queme y como le gustaban las cebollas fritas una delicatesen le cumplía el turno a su hermana Mi si le cocinaba ese manjar eso me decía mientras patinaba entre las góndolas del mercado Gigante en el sector menages y yo temblaba porque parecía un elefante en un bazar mirra ésos son austríacos qué asco decía sin disimulo y al salir veíamos los Ford Falcon verde oliva sin patentes que parados en el semáforo de Libertador iban a Olivos lentes negros apuntaban sus armas que asomaban por las ventanillas y daban miedo como cuando nos revisaron y controlaron los documentos en Plaza Francia en la feria donde Rodolfo vendía artesanías en cuero cinturores carteras y Movicom y todo eso ¡ah! un vivo el flaco ése que le hacía compañía a la vieja para que le preste el Isardt modelo 60 que se había comprado ella no sabía manejar pero se sentaba al volante imaginando que conducía dando la vuelta al perro por la Mathildenplatz  antes de la destrucción

-Dame otro mate.