sábado, 28 de mayo de 2011

Un coprolito de dinosaurio (última parte)

Recostado bajo la sombra del alero, en su rancho, el abuelo Demetrio, el chascón sin chascas y protegida su cabeza con una boina gris de años y de vivencias, está sobando un cuero de guanaco y con el raspador, va dejando lisita y tersa la pieza. De vez en cuando cabecea, antes de dormirse y recupera la conciencia, cuando escucha a los perros que chumban el trote de un jinete, allá por el camino. En el aire queda flotando el polvo que se aleja más y más. Muchas veces ha deseado que su hijo esté entrando por el sendero, de regreso. Pero eso no sucede.
Sus manos marchitas van aflojando, de a poco, el cuero hasta que cae a sus pies, con el raspador. Ahora sus manos fuertes se aferran a la ventana oscura de vidrios rotos. Es el galpón de Parques Nacionales, donde trabajaba como sereno. Las puntas se le clavan en la espalda y desgarran el chaleco de lana cruda, pero con maña y tosudez, logra finalmente su cometido.
Una parvada de tordos negros picotea con avidez las semillas debajo del maitén. Antes, cuando todavía vivía la Casiana llegaban hasta el patio a comer y a arrasar con todo lo que encontraran.
Elisa, por su lado, y con mucha maña también, logra engañar a los guardias del complejo, que a esa hora ya no reciben a los turistas. Como un tesoro de oro viejo, algo brilla al pie de la cueva. El viento ha descubierto, en sus remolinos, una preciosa punta de flecha, chiquita, blanca, de bordes facetados a la perfección. Y también son perfectas las dos puntas inferiores, por donde se sujetaría firme con tientos, a un palo o una caña, para una promisoria cacería de chulengos, de choiques, o de liebres. 
Eso piensa ella cuando observa con atención su hallazgo, un premio a la desobediencia y a la aventura triunfante.
-Miren lo que encontré -le dijo a su mamá y a Efraín, extendiendo la flecha para que la aprecien. -Quiero regalársela al abuelo.
-Sí, hija. Mañana, que ustedes no tienen clases, iremos los tres con la yegua tobiana. ¡Quién sabe cómo andará el viejo!.
El cielo a esa hora era ya una fogata de estrellas.
-Cuando sea grande quiero investigar y dibujar fósiles y helechos y bichos petrificados -le pidió a una estrella fugaz que caía en el inmenso cielo.


viernes, 27 de mayo de 2011

Un coprolito de dinosaurio (1º parte)

Menudita, aunque vigorosa, Elisa entierra sus alpargatas bigotudas en el arenal. Está ofuscada y no puede pensar en otra cosa. Mejor sería sentarse al lado del arroyito, escuchar el murmullo entre las piedras, juntar berro para llevar a la casa y ver pasar el tren de las cuatro para responder al saludo de los pasajeros.
Hoy no fue a la escuela; salió de su casa como siempre y escondió la mochila con sus cosas detrás de la piedra grande. Arriba, planean varios aguiluchos en la tarde plácida.
-Unos señores del gobierno van a hacernos algunas preguntas y nos van a dar una beca, o algo así- le había contado a su mamá.
-M'hija, entonces nos van a dar plata, y la necesitamos tanto...!
-Los chicos ayer estaban todos alborotados -pensaba -y decían que les iban a contar dónde viven sus abuelos y sus tíos, por qué están allá en el campo, cerca de los mallines, pero no les van a decir que ellos y sus primos, hablan otro idioma.
-La maestra nos dijo que ellos quieren investigar sobre nuestros orígenes y quieren ayudarnos, pero yo creo que a ellos qué les importa, si el tata tiene que buscar los palos que deja el río en el recodo, y picar leña para calentarse y para que la abuela frite las tortas en la cocina a leña ... y no tienen televisión. ¿Qué les importa?
Camina con furia, sin tropezarse en las rocas, pero el canto rodado la hace deslizarse unos metros más abajo. A pocos pasos, un carancho desplumado se hunde en la carroña. Ella había aprendido a transitar la meseta lisa y recta, en compañía de su abuelo, cuando el cielo parecía hervir sin una nube, arriba. Y abajo, el río transparente y murmurante entre las rocas y la orilla verde y musgosa.
Don Demetrio, por aquellos tiempos gustaba de recorrer los pedreros y buscar esquirlas de piedras trabajadas. En aquella época le decían "el Chascón", no sólo por los pelos duros y rebeldes, sino por su torpeza habitual.
Algunas veces encontraba un raspador abandonado, porque en una esquina se había quebrado; otras veces, una bola de basalto partida, y él le contaba a Elisa que eran las bolas fijadas con tiento y que sus parientes mayores boleaban para enredar en las patas de los "ñandús", o para defenderse de los ataques. Muy a menudo tenían que echar a los soldados a toscazos, de sus tierras, porque querían apropiarse de su lugar, sus majadas y la caballada.
En una de esas andadas, Elisa había encontrado un botón de chapa con dos agujeros, allá, donde el viento del oeste había volado la arena, en la cima del Cerro Pelado.
-¿Qué es esto?
-Un botón de las pilchas que usaban los soldados que querían conquistar el desierto.
Otras veces, con el abuelo desenterraban fragmentos de alguna vasija de barro y arcilla, un asa rota...
-¡Ah!, y otra vuelta encontramos una cabeza chiquita de una víbora o de alguna clase de ratón. No supimos bien de qué se trataba. -Recuerda en voz alta y el viento que empieza a soplar, se lleva los sonidos al fondo del valle.
Ya pasó el tren de las cuatro, algunos paisanos se sacaron el sombrero para saludarla. Un ventarrón arrecia, entrecierra los ojos y con obstinación, sigue caminando. La arena vuela y le picotea las mejillas curtidas. Todo eso va recordando mientras trepa, como las cabras, hacia la boca de la cueva del Cerro Leones.
La Ceci, ayer durante el recreo le dijo que se papá le había contado...
-Si te metés en ese hueco, tenés que arrastrarte como diez metros panza abajo y con las rocas pinchudas lastimándote la espalda, hasta ver una inmensa abertura que no está oscura, porque del otro lado hay otra salida. Él había visto las cagadas blancas de las águilas que tienen ahí sus nidos, ¿o eran pinturas rupestres?. Para encontrar la salida hay que sumergirse en la laguna quieta y oscura, y salir mojados, al otro lado. Afuera, el viento obcecado quiere arremolinar el agua estancada y enceguecer a los valientes que cumplieron la travesía y la hazaña. -Imaginaba Elisa, cuando escuchaba el relato de la aventura.
-Antes había acceso libre, pero ahora te cobran la entrada -piensa mientras asciende - Así que tendré que escabullirme para que no me vean -y recordaba la charla con su hermano menor.
-Hoy toqué un coprolito de dinosaurio -había comentado en la casa, luego de la visita al museo con los chicos de su grado y la maestra.
-¿Y eso?
-Es una bosta de dinosaurio -Ella había aprendido una palabra nueva -pero no tenía olor, porque estaba petrificada... y la maestra me retó y me señaló un cartel que decía: "No tocar" - Efraín se reía frunciendo la nariz y dejando ver sus dientes desparejos. Él usa una boina roja que deja ver unas crenchas renegridas.
Lejos quedaron la mochila y los cuadernos; seguro que ya están tapados de arena, esas finas partículas, testigos del tiempo y de las pisadas de sus ancestros.




sábado, 21 de mayo de 2011

De guarachas, de amores y letanías (última parte)

-Yo la conocí a tu hija en Pto. Blest, cuando ella hacía una excursión con su grupo de 7º grado, y yo, con mis compañeros de 2º año de la secundaria.
-Me gusta que me cuentes esa historia de amor, porque en cada ocasión, siempre hay un nuevo ingrediente -le dije.
-Vayan a guiar a las chicas, infórmenles lo que aprendieron de este eco-sistema -nos había dicho el profesor de geografía, con amplia sonrisa de complicidad y un guiño.
-Entre todas las niñitas, que reían y nos coqueteaban, una de ellas me había atrapado -continuó- Rubia, menuda, pecosa y muy atrevida, Cata, se destacaba entre las otras.
Sus ojos azules de mirada tímida, de cuando en cuando, se encontraban con los míos. Ella lideraba a su grupo, pero cuando establecíamos contacto visual, su atrevimiento se disolvía y, bajando la mirada, tomaba una frambuesa blanca y dulce para llevársela a la boca, como desentendida.
-Me voy a acercar y dirigiéndome al grupo, voy a hablarles del microclima de la selva valdiviana, de la pureza del aire, de los líquenes colgantes, de la protección del ambiente... -había pensado.
-No, mejor voy a darle a la rubita una flor de amancay que puedo cortar de esa mancha amarilla, debajo de aquellos cipreses -me dijo- Pero no, eso es inapropiado, se destruye el ambiente vegetal.
-Aquella pecosita vive en el bosque y anda siempre a caballo -había señalado un compañero.
-En algún claro, por donde penetraba un rayo de sol, sus cabellos rubios siempre me enredaban en pensamientos pueriles y delicadas sensaciones, a la vez que me paralizaban y sólo me limitaba a observarla. Activa, sonriente y disfrutando de la compañía, a cada paso por las picadas del bosque, admiraba un hongo de roca, una alfombra de musgo, un clavel del aire pendiendo de una rama de coihue, o se detenía a escuchar los sonidos del bosque y sus silencios, los murmullos del arroyo cantarín, o el alboroto de los pájaros.
-La excursión terminó y no la vi más, hasta el próximo invierno. En el cerro se la podía ver disfrutando de la nieve virgen en las mañanas tempranas, allá en lo alto, con sus esquíes siempre al borde del precipicio. Su audacia era de admirar. Y yo, que también soy audaz, me fui acercando para encontrarla, al fin. Había crecido; sus facciones eran puro vigor y el gorro de pompón azul, dejaba ver su frente altiva y su nariz curiosa.
-A zancadas largas y bastonazos iba decidido a abordarla, cuando zigzagueando se alejaba, para seguir su sendero por la pista, junto a un púber de su edad, que la acompañaba.
-La vi otras veces; ya era instructora de skí. Los nenitos malcriados seguían a su seño, dispuestos a desafíos cada vez más complejos. Y siempre, al caer la tarde, la veía con aquel chico, tomados de la mano, con la algarabía que da el amor adolescente.
-Dos años transcurrieron, y no nos encontramos, hasta que una tarde, en una playa, la vi salir del lago, cual sirena brillando de agua límpida y de sol. Ya su cuerpo se había moldeado como escultura de mujer, pero no estaba distante. Y me animé esa vez, sí -dijo sonriente, triunfante.
-Y tuvimos caminatas por las sendas verdeazules y cabalgamos bordeando el lago, entre los juncos, y nadamos después y remamos juntos en las noches de luna llena -recordó.
-También tuviste que defenderte de las molesta intromisiones "del otro" -agregué.
-Sí, suegrita! -me dijo, abrazando a Cata, rebosante de felicidad.
-Y mañana, que hay luna llena, subiremos al refugio, con la piel de foca en los esquíes. No pensamos perderlo, ma! -dijo ella- El paisaje nocturno en la montaña es fascinante.

Hoy, aunque está nublado y anoche no vi la luna llena, veo un sol radiante y juro y perjuro haber observado el eclipse.
Tengo en la piel una capa de ternura tibia, que me endulza la mirada y me da abrigo, aún, cuando esté sonriendo o riéndome sin pudor, sola.
Porque dejé de ser espectadora de los amores ajenos, ahora soy Venus-Afrodita-protagonista, y no de la cybernética. Soy una diosa que palpa y que devora con todas las terminales sensitivas; es un amor tangible que me devuelve la omnipotencia de vislumbrar un horizonte lleno de luz ,que me invita (nos invita) a develar los misterios más allá de la cima por la que escalo (escalamos y ascendemos) ,hasta ver la fiesta de fuegos y relámpagos en la cúspide, para descender (descendemos) hacia la playa de arena mojada, rendidos, donde las mansas espumas nos lamen los pies.

viernes, 20 de mayo de 2011

De guarachas, de amores y de letanías (1º parte)

Nunca me creí capaz de asesorar en amores, porque siempre asistí, boquiabierta, a las aventuras y desventuras que mis amigas me contaban. Y escuché y sugerí basándome en mis intuiciones.
Y siempre son veces,
son cuandos,
y siempre debe haber
un tú, 
para que sea.
Y siempre debe haber 
un yo, 
para contártelo, ¿No?
Entre nuncas y siempres, los tímidos tal vez, los inasibles quizás, los ocultos acasos, fui aconsejando sobre desencuentros, pasiones incontenibles e historias de celos. Me las arreglaba, sí, con las percepciones que, como guiños, daban alguna señal.
Manos que gesticulan para reforzar lo que las palabras, sin convencimiento, quieren expresar, o lo que se esconde en fragmentos de una historia.
Caminar altanero, mirando hacia el horizonte, como diciendo " abran paso, que voy yo, a conquistar el mundo".
Espaldas encorvadas, siempre escudriñando el piso, para darle firmeza a cada pisada.
Un brillo en los ojos que antes no se descubría.
-¡Qué bien que estás! -le dicen a su mirada que casi grita sus "buenamores".
-El que sólo se ríe, de sus picardías se acuerda -le replica la otra, con complicidad.
Otros ojos, a veces, cuando la tarde está opaca, casi a punto de nevar, se mimetizan con el cielo y por el lagrimal izquierdo, se deja caer una gorda lágrima suelta para desencadenar el llanto profuso. Mañana, cuando la lluvia haya ya suplantado a la nieve se desatará implacable, y un viento portentoso se burlará de su soledad.
Porque las palabras de amor suelen ser engañosas, como las letras de los boleros.
Arráncame la vida, de un tirón

Bésame, bésame mucho, 
que tengo miedo perderte,
perderte después. 
En eso de jugar siempre desde el banco de suplente, como espectadora, pude conocer historias de este tiempo.
Los prodigios de la tecnología se suman para el amor, un clásico. También se sustentan en palabras, salvo cuando se intercambian imágenes. Una puede descubrir la retórica de los ojos, las triquiñuelas de la entonación, el fruncir engañoso de la nariz, un temblor en el lado derecho del rictus, el quiebre de la voz. Son sólo palabras que desnudan lo que se omite decir; en los retruécanos y las elipsis puede develarse el fondo, todo lo demás son formas ornamentales que se transforman en palabras vacuas, o en turbios estereotipos.
"Mueren las ilusiones
con sus promesas crueles.
Con candor
el alma entera
yo te di.
 Una vez, una amiga dijo conocer el amor de su vida por internet, cuando el chateo era la estrategia para iniciar una conversación. El encuentro fue romántico y apasionado; luego el casamiento y el bautismo de las mellizas, y las fiestitas de cumpleaños, los viajes inolvidables y las fotos a todo color. Hasta que el tránsito por el limbo de la felicidad, fue mostrando su rostro verdadero.
Las postales perdieron su brilloM las fotos se ajaron y se han tornado lavadas, de color indefinido, entre sepia y pastel, y dan ganas de dibujar en las sonrisas, una mueca de tristeza.
Sobrevino, después, un abandono repentino para nunca más verse, y allí está ahora, Anita con sus mellizas, pero sin el papá, ya organizando la fiesta de los quince años, que Disneylandia, que la presentación en sociedad, o cualquier invención mágica de las intervenciones en un mundo plástico, como un foto-shop, que diluye, borronea y confunde lo real.

"vo tampoco sos el amor de mi vida" -el mensaje titilaba en el celular de mi amiga Alejandra.
Ella ha encontrado, hace poco, en su computadora a un ex amor.
Habían pasado los años y Ale se casó, tuvo tres hijos y se separó.
"Si fui infiel,
si fui cruel,
te di todo,
hasta lo que no tenía".
El amor tiene esas cosas y esto no es una novela rosa, ni un folletín o cursilería barata. Suceden algunos traspiés, algunas equivocaciones, que después hay que salvar. Retrotraer el tiempo, porque "sino perdés el tren", dicen.
-Silvia, me podés explicar qué quiere decir eso? -ella preguntaba, ya al borde de la desesperación.
-¡Ma!, dejame ver a mí!
-No, vos no podés.
-Dejame ver, please!
-Ahí tenés, lee! -le dijo a su hija, luego de cambiar a otro mensaje recibido.
Hablando en clave, entre las dos no podíamos desentrañar ese confuso mensaje.
-¿Qué quiso decir, vos o yo? Puso el dedo en la letra equivocada, o se salteó la s -pensamos.
-Falta una coma, o un punto.
"Te di mis soles,
te di mis lunas,
te di mis sueños,
mis pesadillas..."
-Me voy a vengar. ¡Lo odio! -Alejandra gritaba y lloraba, nariz roja y ojos extraviados.
Una catarata de lágrimas de amor.
Y continuaba una retahila de insultos, imprecaciones y despropósitos, pasando por una letanía de invocaciones a los dioses del Olimpo.
-Yo, como Afrodita, que busqué el amor y la belleza en tantos otros... ahora que encontré a mi Apolo, me dice eso? ¿Qué se cree, el Adonis contemporáneo? Me voy a vengar, te lo juro -grita desconsolada.
Hasta caer en las frases hechas de un son cubano, o una guaracha.
                                                                           "Dos gardenias para tí.
Te quiero,
te adoro,
mi vida"
Es el momento en que la gata Flora hace su aparición. Porque a las mujeres nos gusta que nos halaguen, aunque lo que nos digan sean falsas promesas o medias verdades. Si no lo dicen, ellos no son románticos, no transmiten poesía, son materialistas y prosaicos. Si después, lo dicho no se refleja en actos, sobrevienen las catástrofes. Somos salvajes y vengativas en los huracanes que todo lo arrasan, nos derrumbamos luego de aluviones y lava ardiente, y provocamos un tsunami de escándalos y llanto.
"No me abandones,
hoy, mi vida.
No me abandones,
todavía".
-Pero hace falta saber qué le habías escrito vos antes. Porque la comunicación es un ida y vuelta. ¿Sabés? -con paciencia.
-No podés prejuzgar, recapacitá pronto! -ya no tan calma.
-"Desde que te reencontré, no dejé de quererte ni un día. Sólo que no nos entendimos."
Luego, una sola expresión de amor romántico, nos derrite. Una flor, la sorpresa de un regalo, un ansiado viaje, una cena junto al hogar, la terenura de un beso o el recitado al oído del poema preferido, abrazodos en una puesta de sol.




 




viernes, 13 de mayo de 2011

Ni grillos, ni saltamontes (última parte)

Las moscas zumbaban a su alrededor y transpirando de angustia, se despertó. Asustada en una ardua incomprensión, que le impedía ver la relación entre la niña, los mecánicos, Carmela y Julio, la poetisa, el amante frustrado, el amigo borracho, salió del sueño y emitió un sollozo sin sonidos. En la rapidez de ensoñaciones dispersas, sintió primero una cosa intensa y lívida, como el terror, y después, un urgente alivio por el final de la pesadilla en un grito imposible. Hurgaba con furia para descubrir el yo que había perdido, en una súbita e insondable niebla de presentimientos.
Al fin, logró recoger como retazos de una tienda de ofertas, los pensamientos esparcidos y volvió a amontonar fuerzas. Porque una mira, come, ama, sonríe, se irrita, se aburre, llora, se complace, pero hay que continuar, aún sabiendo que otra vez, ha de encontrarse cabeza abajo, sin un mínimo de ímpetu para proseguir la tarea.
Ven a mí, dolor
despedázame,
desentiérrame con tus colmillos
y recóbrame como una elegía.

Una hoja casi seca, quemada por el sol, cae suave sobre la reposera y deja oír un sonido seco y metálico, de final, como cuando se cierra la tapa de un ataúd, al pie del foso.
En la duermevela, las patas sigilosas de un saltamontes, arañan su rodilla y no se asusta, porque piensa que es un grillo, el de la buena suerte; inclinada, observa su deslizarse hasta que, afirmando sus patas, salta hacia el seto de hiedras.
Se da cuenta que le invande la conciencia otra vez; sus pies, sus raíces, se apoyan junto a la cama. Buscan a tientas en el piso, los zuecos, las pantuflas, o algo para calzar, pero no las encuentra.

Rapsodia de una herejía (1º parte)

¡Todos a casa!
Uds. pensarán que esta directora quiere "desalumnarse" muy fácilmente, como ocurrió a comienzos de diciembre de 1998, y eso no era porque no los aguantaba más, luego de haber compartido todo un ciclo lectivo. ¡No! Ya les contaré.
Una sola vez, como nunca, había deseado que ese año termine pronto. Los quintos años que promovían eran por demás desagradables. Se notaba que el paso por la escuela había sido una tortura para ambos bandos, y para no aburrirse, hacían toda clase de trapisondas, que ponía a todo el plantel docente en un estado cercano a la esquizofrenia.
El acto de egresados se haría en los próximos días, aún sabiendo que se trataba sólo de una formalidad, porque realmente eran pocos los que se graduaban; la mayoría quedaba adeudando un promedio de cinco materias, para poder recibir su título de Bachiller en Turismo.
Me fui por las ramas, creo. No fue ése el caso, de mandar a todos a casa.
Así decía el subtítulo de la noticia, que, a toda plana, se desarrollaba en la sección Policiales, explicando el hecho delictivo acaecido en la escuela, esa madrugada de sábado.
El día anterior, o sea, viernes por la mañana, una comisión de docentes estuvo probando a toda música y volumen, en el patio cubierto, la calidad del flamante equipo de sonido para estrenar en el acto de egresados.
Había sido adquirido con fondos propios, es decir, con gran esfuerzo de las madres de cooperadora, quienes transpiraron "la gota gorda" haciendo feria de platos, venta de empanadas, de ropa y calzado, rifas, y muchas cosas más.
Recuerdo que escuchábamos "Rapsodia bohemia" de Queen. Y nos deleitábamos con los sublimes acordes que conmovían el alma. Ese Freddy enaltecía la música, en verdad.
La fiesta de promoción se estaba preparando a toda máquina. Era "la previa", o sea, la antesala de lo que sería el festejo; la confección de invitaciones con litografías sobre papel reciclado, una verdadera obra de arte. Siempre se centraban en un símbolo que, como eje rector, sería la idea a transmitir y repetir en la decoración del escenario, como telón de fondo y en la selección de los textos para las glosas.
Ese año sería el camino. "No te quedes al borde del camino..." valorando el poema de Mario Benedetti. Antes habían sido las manos: "Dame tu mano, y vamos ya..." Otras veces, la luz y los guerreros de la luz; en algunas ocasiones, eran pensamientos la mar de poéticos de los propios alumnos, en relación con los sueños: "Para cumplir un sueño, tenés que estar despierto".
Se ensayaban los números artísticos, una y otra vez, y el cambio de abanderados.
Cada comisión se encargaba de su rol. Estaban los de relaciones públicas, los del sonido, los de recepción, los de iluminación, los del decorado, entre otros.
El entusiasmo de los docentes no era la expresión de abnegadas maestras con vocación, quienes por lo general se especializan en la taumaturgia (léase, el arte de la simulación de prodigios). Tan sosos, tan cursis, como los estereotipos o la falsa copia de épicas grandiosas. No, todo lo contrario, era una alegoría a la celebración.
No es poca cosa haber formado durante varios años a esos indómitos adolescentes que llegaron un día a la escuela con curiosidad, con miedo, con asombro, con calzados nuevos y con desobediencia.
Por esos días, y como sucede desde hace unos cuantos años, la escuela pública estaba transitando por grandes conflictos por falta de aulas, deficiencias edilicias con techos y baños rotos, paredes electrificadas, profesores precarios en su formación, y mal pagos, padres desinteresados por la educación de sus hijos, falta de seguridad, infraestructura en bancarrota. En fin, una real pandemia acosaba a todas las escuelas.
Se realizaban actividades "en defensa de la escuela pública", autoconvocatorias de estudiantes, marchas y cánticos con toda clase de improperios contra los funcionarios, sentadas, pancartas y denuncias en los medios. La mayoría de las veces, se trataba de trasvasamientos ideológicos de los adultos en los más jóvenes, tanto que cuando se les preguntaba por los moitivos, su osadía consistía en repetir siempre las mismas muletillas: "Estamos en lucha, en defensa de la educación pública", sin poder extenderse en mayores argumentaciones. Un pandemonium de confusión y rebeldía de puro panfleto.
La decisión en nuestra escuela fue ocupar durante las noches las instalaciones y negarse a concurrir a las clases de los pocos docentes que no adherían al paro. Cada noche, rotándose, custodiaban la escuela un grupo pequeño de alumnos y uno o dos padres o docentes.
Ni les quiero contar todo el trabajo que nos significaba conseguir la firma de un acta, cada día, de lquienes pernoctarían durante la ocupación! Alumnos y adultos, perfectamente identificados, para confiarles las llaves y la responsabilidad civil del resguardo de los bienes y de las personas, dentro del edificio.
-¡Él es mayor de edad. Es mi cuñado; mi papá no puede quedarse esta noche- decían.
Y resultaba ser que, al indagar con mayor profundidad, era el primo de tal y el novio de cual...
Tampoco voy a ahondar en descripciones profusas del escenario que encontrábamos cada mañana, antes de tocar el timbre. Chicos y chicas despeinados, legañosos y somnolientos que, arrastrando los cordones de sus zapatillas, se zambullían para seguir durmiendo en otro sitio, más recóndito.
¡Y la cocina!! Chorretes de yerba, colillas de cigarrillos por todos lados, y un olor a fritanga!!! Todo esto hacía que las porteras entrasen en estado de cólera. Su reino había sido vulnerado, y, escoba en mano, los corrían a otros rincones.
la noche del viernes eran siete varones, tres chicas y un profesor. Y, porque había que mantenerse despiertos a toda costa, (total podían dormir en las aulas desocupadas durante la mañana), tomaban mate y estaban preparando tortas fritas en la cocina, al lado de la Dirección, a eso de la una de la mañana.
-No se las coman todas, eh?, guárdenme algunas -había dicho el Pity, mientras se iba con su bolsa de dormir a la preceptoría - y bajen la música, que me caigo de sueño.

Rapsodia de una herejía (última parte)

A esa hora escucharon que alguien golpeaba la puerta de ingreso y sin dudar, con la prepotencia que da estar en plan de lucha, y pensando que algún compañero solidario quería pasar la noche, Panchi abrió...
-¡Correte, chabón! -tres siluetas negras encapuchadas le apuntaban con un arma que no parecía de juguete, y lo empujaban.
Y así, siempre apuntándoles, los llevaban al baño de varones a los diez ocupantes, y también al Pity, que espiaba desde la cabina de preceptoría. Una fuerte patada en el estómago lo obligaba a obedecer.
Charly, por lo bajo, cantaba la historia de Mariel y el ascensor, y no dejaba oír el sonido de la llave que se cerraba.
El Pity tenía dudas; unos ojos detrás del pasamontañas, le parecieron demasiado familiares. Más tarde, en declaraciones a la prensa, el Pity, el más locuaz, declararía: "Tenían los ojos enrojecidos, como si estuvieran drogados". Las escenas de "La naranja mecánica" que él había leído hacía poco, le pasaron por su mente, lo que le permitió decidir que ni ante la policía, ni ante los periodistas, iba a hablar de sus sospechas, de esos ojos que le resultaban tan conocidos.
Adriana y Ely chillaban histéricas. La seguridad del "segundo hogar" les estaba jugando una mala pasada. Leticia, en cambio, con su natural sentido de la practicidad, razonaba a toda velocidad.
El profesor de Física, con un cortaplumas que colgaba de su cinturón, fue desarmando la llave interruptora de la luz que estaba junto a la puerta del baño.
La tarea se dificultaba, porque la chapita del artefacto se doblaba una y otra vez, con el peligro de cortarse, mientras Ariel lidiaba con la cerradura.
El gran espejo, siempre salpicado, porque los chicos se mojaban la cabeza y después se sacudían, les devolvía a todos, la perfecta imagen del miedo y la impotencia.
Se oía el trajinar de los malhechores por el pasillo, momentos después de haber escuchado el estruendo de una puerta que echaban abajo. Era la antigua biblioteca.
También se podía oler aceite quemado, pero era la grasa que chirriaba en la gran cacerola. Eso las asustaba todavía más.
-Morir encerrados y quemados. ¡No! -era Leti ahora que ya había perdido la calma.
-Todo esto que estamos pasando, es porque estamos en lucha.
-Si estamos en lucha, callate, por favor! -recomendaba el profe.
"La única lucha que se pierde, es la que se abandona". Casi todos recordaban el gran cartel colgado en el patio interno, que entonces no podían ver.
Pasaban los largos minutos y ellos estaban todavía adentro, cuando sintieron un fuerte portazo.
Charly también se había callado cuando terminó de cantar la historia de Mister Jones y una familia muy normal.
Un alivio infinito, luego de hora y media, los desplomó en el pasillo, cuando una fuerte patada de Cristian y los siguientes empujones, derribaron la puerta del baño.
De la cocina salía humo negro y las chicas corrieron a cerrar la llave del gas. Un ataque de tos les ayudó a aflojar la tensión y salieron a tomar aire puro.
Afuera todavía humeaba la sábana que colgaba de las rejas de la Dirección, la que con letras negras anunciaba "Estudiantes en lucha". Le habían prendido fuego, antes de huir, dejando manchones de tizne en la pared.
Eran casi las dos de la mañana del sábado.
Los intrusos se habían ido dejando un gran vacío en la salita del fondo. Se habían llevado el nuevo equipo de sonido sin estrenar y quién sabe qué más.
Después se sabría que además habían robado la guitarra criolla, varias calculadoras, algunos libros, las bolsas de dormir, las camperas, las mochilas y las zapatillas del Pity. La computadora estaba ahí y también los doce tomos de la Enciclopedia Británica, recientemente donados.
Esa mañana me telefonearon y llamamos a la Policía. La intervención detectivesca consistió en tomar huellas, fotografías y declaraciones a las víctimas. Y a rastrear las huellas que habían dejado afuera, junto al cerco perimetral, donde el alambre romboidal había sido cortado.
-"Contrabando hormiga" -anotaban en una libretita ajada.
"Tres encapuchados armados asaltaron un colegio"-informaba el gran titular.
Los estudiantes fueron parcos en sus exposiciones. Querían impedir que los uniformados permanezcan mucho tiempo en el edificio escolar en esa mañana de sábado.
Los investigadores desestimaron cualquier relación con connotaciones políticas por el motivo de la protesta.
-Se trata de delincuentes comunes -afirmaban.

Por eso, la decisión fue levantar la medida de fuerza, sin más, y ¡Todos a casa!!


miércoles, 11 de mayo de 2011

Ni grillos, ni saltamontes ( 1º parte)

Ella llegó con su bicicleta, no se sabe cómo, justito frente al cementerio donde están enterrados sus padres. Las gomas estaban desinfladas y uno de los aros quedó hecho un símbolo de infinito, después de chocar contra el cordón de la vereda.
-Le ayudamos, señora?- le dijeron los muchachos del taller mecánico, melenudos y grasientos, parados junto a una imagen de Santa Rita, y otra de la virgen de Lourdes.
Fantasmas de noche y de día se revuelcan entre sábanas, sudores y cáscaras sucesivas del alma, que la aprisionan.
¡Crash! ¡Pum! ¡Trac! Su coche se había incrustado en el otro vehículo que giró sin poner el guiño, raudo, para llegar a su casa. Para acordar detalles administrativos, el chofer la invitó a ingresar a su oficina. Mientras le cura las heridas, la seduce y la somete sobre el escritorio. Llaman a la puerta y todo se interrumpe. Es su esposa; lleva una bolsa colgada de un mosquetón, que contiene huesos para alimentar a los perros. Afuera, en el portal, auyan de hambre.
-¿Por qué llorás, nena?
-Porque mi compañerita se burla de mi malla, que es gastada y muy usada, porque la heredé de mi hermana.
Va, van flotando no se sabe con quién, con el vehículo anfibio, andando sebre los techos, las barandas, los postes de luz, los árboles y ventanales de un pueblo inundado, en un agua borrosa de confusión y marejadas. No se hunden, pero sí se sumergen en uno de esos silencios rotos que se sumen en las profundidades, para no estrellarse contra la orilla verde de los sauces, que apenas asoman sobre la loma.
Me hundiré un día, sin que nadie intente salvarme.
En el bañado de la esquina no hay flores de irupé, está aceitoso de botellas y plásticos; ve a su  amigo borracho de sol y de alcohol y corre a ayudarlo.
-No me acuerdo para qué venís a verme hoy -él dijo en la intrincada noche en que el amor se entrecruza con otros amores -y pensó cómo forma nudos que después se desatan con violencia y cómo nos dejan tan solos, ante las triviales vanidades de la vida, sin poder percibir el súbito ardor, que antes hacía llamear los cuerpos y acompasar las almas.
-Antes de despertarnos soñé con vos. Te reconocí por la cabellera, te ibas para siempre -él agregó.
Ahora ve un conventillo derruido y descascarado de muchas piezas, que ostenta manchas de humedad en las paredes y el cielo raso. En una de ellas vive Julio, que hoy, nostálgico por la lluvia que repiquetea sobre las chapas de zinc, está aburrido y con los bajos instintos exacerbados. Cruza el patio atravesado por cuerdas y ropas colgadas que chorrean gotas sucias, y va en busca de Carmela, que piensa qué rauda pasa la vida gris, de enero a diciembre. ¿Y por qué no? Acepta el convite.
Sutil como un fantasma que merodea de noche, se revuelca sin dejar rastros. Alguien pide unas zapatillas. Del par, encuentra sólo una, mojada de orina, junto a una batea para bañar a un bebé.
Oye confusos gritos que provienen de un agua de lodo, pero ve únicamente al pájaro solitario sobre la estaca sola del muelle roto. Y más tarde ve a la amiga poetisa que flota apenas, sin peso, sin visión, sin ilusión, en las aguas turbulentas, aprisionando las ojotas rojas, como si ésas fueran una tabla de salvación y quiere atrapar el mensaje dentro de la botella que cabecea sobre las olas.
El jardín es todo flor y profusión de aromas. La amistad es una flor más de muchas facetas.
Una abeja se posa en la lila lila, en la lila blanca y vuela hacia la glicina, que expande sus pétalos violáceos en la sombra de la galería. Una oruga se transforma en mariposa y descubre su vuelo inicial.
-Pero no, dejame sola con esos huéspedes parlantes que alargan sus garras para tomarme justo ahora, que intento huir entre las sombras, y me quedo en este vacío insustancial, como un recuerdo.
La madre de Carmela golpeó la puerta de su pieza y le entregó un paquetito prolijo conteniendo sus bombachas, la roja, la verde a lunares, y la blanca de broderie, limpias y dobladas.
- Dice la vecina que "gracias".
Habían destruido una de las paredes de adobe de la casa y habían roto una de las botellas adosadas que daban luminosidad y un toque de color. En el baño también habían aflojado las piezas del pedestal, y el agua destilaba por el piso. Un barquito de papel de diario navega.
Ella corría a gran velocidad en su coche por una carretera desierta, hasta que notó que el volante se estaba descentrando, aflojándose los mecanismos. Trató de llegar hasta donde pudo. Dejó algunos tornillos en el asiento trasero. Cuando ya no pudo maniobrar, buscó los repuestos y no los pudo hallar.


domingo, 8 de mayo de 2011

Si tenés documento, sos. (última parte)

-Mejor me dedico a observar el abanico de tipos humanos que esperan, tan variado, que es posible diseñar un recorte diacrónico de nuestra sociedad. Esto es un semillero, un vergel, es tierra fértil -me digo.
Veo al sociólogo Wladimiro, que anoche vi por televisión, opinólogo avezado sobre el problema habitacional y los "okupas". ¿También tendrá que demostrar que "es"?
Un flaco miope, intelectual, está apoyado en una columna.
Una jubilada resopla y suspira, mientras lee los poemas del suplemento cultural del domingo.
Dos mamás primerizas conversan sobre los mohínes de sus bebitos y lo caro que sale la indumentaria infantil.
Un anciano lee un diario, menea su cabeza hacia uno y otro lado, mientras asoma su lengua rosada entre las encías desdentadas.
Tres niñas esqueléticas hablan de la medicina alopática, de las bondades de las lináceas y de la última dieta que vieron por internet.
-Se cayó el sistema... a esta hora se empieza a cortar. Es la hora "pico" -dice una empleada.
Un japonés no sale de su asombro, tanto, que se le redondean los ojos achinados.
-No se olvide de traer fotocopias de la primera, segunda y tercera hoja del DNI.
-Tendrá que madrugar. A partir de las siete puede hacer la cola y esperar que le demos el numerito.
-La campaña del gobierno nacional asegura que los documentos serán enviados a su domicilio, en no más de veinte días.
-¿Y yo qué hago ahora? -dice una mamá que afirma a su hijito sobre la cadera derecha -Hace seis meses que tramité el documento y no me llegó. En el correo no está, en Migraciones, no está. No me voy de acá hasta que me lo entreguen!!.
Me entretengo leyendo todos, absolutamente todos los anuncios de la cartelera.
"Donar sangre es donar vida"
"La ley 2345/06 de la provincia de Río Negro da inicio a los procesos de desmanicomialización".
"Campaña en defensa y protección de los niños con discapacidad mental y motora".
"Para todo trámite, abone con cambio en la oficina de correo, hasta las 13, de lunes a viernes".
Dos fotos de nenas desaparecidas. Comuníquese a "Missing children"...
-18, violeta! -sí, volvió el sistema.
-¡39, azul! -alguien grita desde arriba.
Un joven impetuoso, perdón!, perdón!, atropella a los que están reclinados en las barandas de la escalera.
De ojito leo las noticias: 
"El intendente vetó la última ordenanza municipal"
"Los trabajadores del hospital público anuncian 72 horas de paro.
"Aprobaron el uso y destino de un predio para la creación de un espacio verde. El proyecto había sido presentado en 1998. Arboretum de especies nativas, juegos para niños, bici-sendas, paseos, instalación de implementos deportivos".
-¡57, amarillo!
-Tome asiento, señora.
-¿Domicilio? ¿Teléfono?
-¡Uy!, acaba de colgarse otra vez el sistema....
Como toda respuesta, lo miro con fijeza, mientras se escuchan esos ruiditos intestinales, que anuncian que es hora de comer.
-Bien, volvió. Mire la camarita, sáquese los anteojos, ponga derecha la cabeza contra el panel blanco... Ahora ponga aquí el índice izquierdo...
Obedezco mansamente y me retiro, al fin, con el comprobante de trámite concluido. Veo mis manos; no se han manchado ni embadurnado. Esos aparatitos modernos, son una perlita!!!


sábado, 7 de mayo de 2011

Si tenés documento, sos. (en dos entregas)

Tomo mi vieja agenda del 2001 que tiene hojas rayadas sin usar. Aunque hayan pasado diez años, se mantuvieron en blanco, no las estrujé haciendo una pelota. Los días pasaron sin pena ni gloria, ese año. No me acuerdo de circunstancias especiales. En la inercia del constante movimiento y de las farragosas labores, no me había detenido a pensar, ni a leer, ni a escribir, ni a escuchar la melodía de los pajaritos, ni del rugido del viento entre los pinos, ni del silencio de la nieve cayendo, lenta y suave, en los inviernos.
Quiero escribir lo que se me viene a la cabeza, cuando recuerdo las largas horas que pasé en el Registro Civil, no para casarme, no!, sino para renovar el documento y el pasaporte, ya vencido.
Cuatro horas pasé haciendo cola, guardando celosamente el cartoncito con el número de la suerte, para que me atendieran.
57 amarillo.
Hay números celestes para la firma de los testigos de matrimonio o de unión de hecho.
Hay números violetas para hacer cambio de domicilio.
Hay números naranjas para registrar a los recién nacidos.
Hay números rojos para registrar las defunciones.
Hay números verdes para la renovación de los documentos de mayores de 8 años y para los que cumplen 16.
Hay números rosados para los extranjeros que deben demostrar su estadía en el país.
Hay números y colores en todas partes y manos gruesas, finas, gordas, delgadas, lozanas, arrugadas, rudas, que sostienen los cartoncitos hasta ajarlos, entre largos bostezos.
Están los que cambian de apoyo en una pierna, después en la otra.
Están los que conversan estrepitosamente para que todos los de la fila conozcan sus cuitas y avatares.
Están los atentos, prestos a correr hacia la silla que acaba de desocuparse.
Están las embarazadas que sacan panza, para que las empleadas se apiaden y les concedan el turno.
Están los colados que interrumpen un trámite, sin inmutarse por la mirada penetrante, dagas y cuchillos filosos, del señor de saco de gabardina marrón.-¿Tenés noticias de lo mío, Laura? -y le entrega una tarjeta personal.
Están los viejitos que se limitan a esperar, pacientes, sin saber si hoy lograrán que los atiendan, o tendrán que ir al día siguiente a hacer cola otra vez.
Están las parejitas que se dan arrumacos, una encima del otro. Las sillas disponibles escasean.
Están las quejosas que le dicen a su hijo adolescente: "Estos negros qué se creen? Te dejan acá esperando. Si nosotros les pagamos el sueldo" -Y bueno, mamá, te mandaron al final de la fila, porque quisiste robarle el turno a los primeros. -Encima, se creen que están dando clases de ciudadanía, con esa máscara de empleado público amable y diligente. ¡Qué se creen!!!
Están las ridículas señoras con atuendos a la moda de las jovencitas, mostrando rollos y escotes, con colgantes colorinches para tapar colgajos, arrugas y manchas.
Están las obesas, de ésas que a mi nieta le da por decirme al oído: "Esa señora no debería tomar helado..."
Están los que hablan por el celular: "Cortá las verduras en juliana, rehogá las cebollas, poné a remojar las lentejas, que yo tengo para rato. O "No voy a concurrir a la audiencia de divorcio", o "Cómo, ¿otra vez te dijo que vayas a cobrarle la semana que viene?"
Escucho que a una señora mayor le preguntan su estado civil y contesta: soltera. Pero aclara, con dos hijas y tres nietos que son una delicia!. Se me cae la baba, mire.
-Bueno, Sra. Mire la camarita, cierre la boca y no pestañee, que le voy a sacar la foto.
-¡36 amarillo!
-Y bueno, si estoy en el baile, tendré que bailar...
Como bailar no puedo, porque la música de parloteos, discursos, palabras sueltas, carcajadas, llanto de bebés y niños cargosos, es muy disonante, entonces, mejor pienso imágenes como hace el pintor cuando boceta una obra, compone elementos, y elige los colores en su paleta.
Esta mañana había una gotita de rocío en los tulipanes rojos y los amarillos. Los gladiolos recién cortados del invernadero yacen ahora en el piletón, listos para ser cargados en los grandes canastos y transportarlos a la feria de Escobar. Una margarita silvestre, sola, está protegida por un cantero de piedras para que no la pisoteen. Las amancay tornan amarillo el paisaje, camino al cerro Chalhuaco. Los lupinos azules, rosas y amarillos, tapizan la banquina , rumbo a El Bolsón, en primavera. Saco una zanahoria al pasar, le sacudo la tierrita y me la como, mientras voy hacia el gallinero. Las gallinas batarazas salen al cruce con sus picos abiertos, cacareando y exigiendo los restos. El manzano arquea sus ramas hacia abajo, casi no pueden contener tantas manzanas, que ya empiezan a colorear. Los tomates están ya pintones, pronto haré una conserva o los secaré al sol, cortados y salados, sobre la zaranda. Hongo por hongo se buscan los champignones en ototño. La jarra con agua tiene burbujas que brillan al sol asomando por la ventana. Una botella de vino tinto, junto a la copa que transpira..
-¡42 amarillo! - interrumpo la composición artística, que ya empezaba a tomar forma.Una naturaleza muerta, un bodegón, un paisaje impresionista, una pintura naif. Miro la hora y me desespero, mientras espero.





jueves, 5 de mayo de 2011

Sólido, líquido, gaseoso. (última entrega)

¿La felicidad es sólida? Es más trascendente, más perdurable, más cómplice, más... más,  y superar los altibajos, juntos, apuntando hacia un sendero bordeado de margaritas, las que no deshojaré "me quiere, no me quiere", y también de espinas de rosas silvestres o pinches del jarillal, todo aún envuelto en el olor penetrante de la vida, aromas dulces, hasta ser melosos; acres, hasta ser picantes; suaves, hasta ser somnolientos.
Sigo combatiendo al tijeretal, cadáveres asquerosos; otros cuerpos semi muertos, retorciénhdose repulsivamente en su último estertor. Ya se van.
-Hay que hacer limpieza de la casa -los emails en cadena lo recomiendan, siempre con la condición de enviarlo a otros usuarios de la agenda, ojo!, porque sino, el efecto será el contrario.
-Soy pavo real -me digo- y el horóscopo dice que congenio con el tortugo.
-Júpiter, su planeta dominante, está alineado a su signo -dicen las cartas del tarot.
-Podré desbloquear las malas ondas, a través de la gran ceremonia mágica astral -pronostica la médium visionaria -Su destino está marcado. Un futuro promisorio le está esperando.
-No necesito que me dirijan el porvenir -digo- Soy capaz, con omnipotencia, sin San Expedito, con prepotencia y rigor, forjar mi propio destino.
Cuido mis ojos de los avances innegables de los defectos visuales. Presbicia, astigmatismo, hipermetría, son términos que ya he incorporado a mi acervo cultural y veo, presumo, pretendo una felicidad sólida.

Frágil, como un tul, como una gasa de manto suave, la neblina no deja ver el sol que puja por despuntar entre las nubes rosadas.
Luego, una niebla espesa y opaca silencia los ruidos en sordina.
Ahora, la lluvia pertinaz forma charcos frescos, movedizos, vitales, y entre vahos que la lluvia provoca, el olor de la vegetación lavada y limpísima es vibrante.

El acné juvenil, la seria adultez, la edad madura, en esa secuencia.
La felicidad o el amor, dependen de una alquimia de los estados, gaseoso, líquido, sólido, en ese orden. ¿No?

Por ahora, la lluvia, insistente, sólo me da alegrías líquidas, que ya no se me escapan entre los dedos.
Veo golpear las gotas contra la ventana de la sala de mujeres del hospital.

Antielegía al tijeretal (en dos entregas)

Dicen que la alegría es líquida, porque se te escapa entre los dedos. Es breve y pasajera ; surfea en la espuma de las olas que rompen en la playa. En cuanto se fue la última gota de dulces risas, de ojos sorprendidos que te devoran, abarcándote, de afinidades compartidas que se nutren, se va escurriendo hacia el resumidero y se transforma en un charquito estancado, que pronto desprenderá vahos tumefactos, donde se crían las larvas de mosquitos y donde desovan las tijeretas resistentes.
Hoy intenté llamar al flautista-veneno para combatir insectos de toda calaña; Hamelín no acudió a la cita. También me propuse, apuntándoles con mi carabina, una rauda expulsión hacia el lago, para que no me apenen, para que resurjan las sonrisas y las miradas pícaras, para que el humor vuelva a generar brillantes reflexiones, para que las carcajadas, hasta las lágrimas, exploten y derriben desinteligencias y anulen monotonías lisas y aburridas.
Se anunciaba clima inestable; se presentan tormentas eléctricas, con relámpagos y negros nubarrones presagiaban próximos aluviones de barro turbio y de cascotes embadurnados.
En estos días perdí la llave, que luego encontré. Destrocé la alarma a puro martillazo, pero seguía sonando, insistente y metálica. ¿Será que no quería reconocer tiempos inclementes con ventarrones amenazantes? Falló, también, el control remoto. Tal vez, no tenía que dejarme invadir por historias ajenas de la televisión, ni por literatura de ficción, ni por incesantes trabajos y movimiento constante. No debía plantearme turismo hacia otros horizontes. Quizás, quizás... era preciso hacer una inmersión en los toques suaves del alma, en las aguas transparentes, casi quietas, apenas moviéndose por el remo solitario.
Sacar la cáscara que recubre el interior blando de las emociones. Arañar durezas, casi encallecidas, esconden el alma, y descascarar cortezas, como se sacan las costras de los plátanos, o las finas canelas de los arrayanes. ¡Fuera el raciocinio y las elucubraciones! Despejar ese mar de dudas, descomprimir elipsis o meta lenguajes sospechados.
-Estamos en estado de meseta -le decía a mi amiga.
Una relación que no avanza, que se estanca, que no progresa, que si asciende hasta cierta altura, no sube más. Sólo caminar por la ancha meseta (Cerro Mesa, le dicen), sin riesgos, sin pasión, con seguridad, sin piedras, sin tropiezos, oteando el horizonte lejano.
Y pensando en bordes y precipicios, ¿será mejor circular por el filo de la cornisa, de las sorpresas, de la adrenalina de no saber qué pasará, o embarrarse en las aguas cenagosas, en las arenas movedizas, de las que hay que salir, sin más?

Hoy asecendimos a la cumbre del Daulaghiri, sino al Everest. Hoy vi cómo las tres Marías jugaban con la Cruz del Sur, y la Osa Mayor perseguía a la Osa Mayor, mientras Pegasus observaba, distante. Una luna turca también vigilaba. Las estrellas frías, lejanas se acercaban, se electrizaban en rojos furiosos, en violetas-magenta estridentes, y los verdeazules se confundían en el cielo despejado. Una luna gorda pronto aplaudirá al amor y escucharemos sus carcajadas de risa franca.
Las sábanas frías de la clandestinidad, rápido, se entibian con besos, con manos, con ojos, con babas, con efluvios, con aromas candentes. Ahora las sábanas del amor transpiran, hasta que llegamos a la cumbre, y sobrevino la calma de los cuerpos exhaustos.