martes, 26 de abril de 2011

Introspecciones III

Miraba por la ventana mientras caía la nieve suave como plumitas y me acordé de mi perra Milonga retozando con todos sus novios amagando saltando mordiéndose y destrozando la blanca alfombra pura y virgen ella coquetea con todos pero ellos quieren sólo eso por eso el que más le gusta es el mestizo marrón blanco y negro de ojos celestes casi blancos porque es el único que no quiere sólo eso y siempre le hace l aguardia Ay!a mí también me pasaba que querían sólo eso como el bañero de la playa de Guadalupe profesor de educación física de mi hermanito y yo entonces me iba con Tony al cine club y después él se iba a correr la carrera de moto-cross o la Tecnológica pero las pelis eran para pensar mucho y emocionarse otras veces iba gratis a la presentación de las pelis de acción y romance que llevaba la distribuidora de Carlos Rey que no era un rey ni un emperador ni un príncipe azul era tan feooo pero mejor le hacía caso a mi papá y salía con Julio el hijo de su amigo que estudiaba en la escuela militar de Córdoba y después iba a la Antártida para jubilarse joven decía y para enfriarse pensaba yo y dije no mi ideología combativa no me lo permitiría y mi papá y su amigo se enojaron mucho no tanto Julio ¡Ay! mal de amores con perdón de la Mastreta y la Restrepo perdón por la cacofonía mucho tr tr trr y yo no accedía a las seducciones de mi compañerito de la primaria y del secundario casi digo sí durante el viaje de egresados pero era muy aburrido porque nos conocíamos tanto hasta que en el pub en Bariloche mejor me enredé en la ronda de la cumbia con Martín que me agarraba de la cintura y yo con mi pollerita colorá al tono con la remerita de amapolas rojas los Wawancó y cómo bailaba con los Creadence Moliiiina Moliiiina y le dije no al compañerito y le di mi dirección al otro porque era más divertido tener que develar el misterio de la vida de Martín que me dijo que vivía en un campamento de gitanos la abundante barba negra y ojos amarronados diferentes a todos los rubiecitos gringos de mi pueblo de ojos azules que tanto conocía y después de cinco años de romance le dije sí y yo sería su esposa durante treinta y tres cuántos años y otra vez cuando salía recién bañadita cara lavada con mis pantalones y camisa calipso esas mañanita en Sevilla caminaba por la calle de los naranjos en el barrio de Santa Cruz cuando al doblar en la esquina me topé con Miguel Angel de la Universidad Complutense de Madrid y yo de la Universidad Nacional del Litoral de Argentina y ¡Ay! el aroma de los azahares y déjame verte qué lindos ojos y me tomó por los hombros y me zampó un beso que me derritió en ese mediodía de 36º grados mientras pasaban los carruajes enjaezados y las sevillanas Olé con sus peinetones y la calle Santa María La Blanca y yo qué impertinente este gallego pensé y me tengo que ir y corrí y corrí hasta que cuando me di vuelta en la Avenida Menéndez y Pelayo no lo vi más no me correspondía porque mi marido allá en Argentina sufría un mal incurable... una vez también en Chicago cuando me presentaron a Leo yanqui de Cincinatti que me pasaba a buscar por el Lincoln Park en Lake Shore Drive para mostrarme la ciudad y comprarme alfajores de maizena y dulce de leche para que no extrañe y además donnas mientras pasábamos por el barrio gay con banderitas y luces roja naranja amarillo verde azul y violeta y subimos al Sears Tower me señaló allá en el piso 12 vivo yo sugestivo y yo me hice la distraida y le di la espalda para mirar el lago Michigan porque él también seguro que quería solamente eso y después nos fuimos al barrio vietnamita y allá bajo ese puente se filmó Los intocables y... otra vez cuando iba desde Alicante a Barcelona la luna espectral en la noche blanca el tanito Luiggi que trabajaba en fábrica de papinis a Nápoli me dijo que estaba de vacaciones y me parlaba cerquita al oído desde el asiento de al lado y yo accedí a que me acompañara y acarree el largo bolso portaesquíes hasta el albergue de Plaza Catalunya y luego adío Luiggi adío ragazza me dijo y siempre el respeto por la famiglia y Martín que estaba al otro lado del océano extrañándome sufriendo  y los ancestros filibusteros de Holanda o las valkirias y las divinidades germánicas anunciando lo previsible, pronto...

-Hoy has hablado de amores y males de amor, Silvia. Nos veremos el próximo mes. Se la ve muy bien ahora -dijo el psiquiatra.


lunes, 25 de abril de 2011

La túnica blanca, sola y traslúcida ( última parte)

Las mesas están dispuestas en toda la extensión de la cancha de volley, y la de basquet y en el antiguo frontón de pelota a paleta.
1970 - indica el cartelito reservando nuestros lugares.
Nos vamos acomodando mientras descubrimes a un Sr. de bigotes canosos, alto y robusto, casi obeso que, desorientado y bamboleándose, se acerca.
-Es el flaco Héctor!
Una señora elegante y de pelo corto cenizoso, con trensitas en lo alto de su cabeza, también se encamina por la izquierda.
-Viniste, Nelly, al fin! -sus ojos son inconfundibles, aunque ya no luzca su cabellera rubia, como cascada da trigales de enero mecidos por el viento.

Risas y voces altisonantes intentan sobreponerse al altoparlante y a la música:
-Soy abogada.
-Yo también.
-Me separé y tengo una hija hermosa.
-Yo no, pero creo que a mi regreso voy a encontrar el bolsito con mis pilchas en la vereda.
-Que te salven tus hijos, de la futura catástrofe.
-Pronto me jubilo.
-A mí me faltan tres años, todavía.
-Si mi mujer se hace unas trencitas como la de Nelly, la echo de la casa.
Un estruendo de risas, bocaditos, brindis y flashes para atesorar recuerdos.
-Sigo con la orquesta, el jazz y los blues.
-Siempre tan sensual vos, con el saxo...
-Quedé viuda hace tres años.
-Yo también, hace mucho. Uds. lo saben.
-¿Y?, siguen solas?, qué desperdicio!

-¿Estamos todos ahora?

-No me ven, pero yo estoy con Uds. eh? -Otro susurro alcanzo a percibir, mientras evito que manchen con salsa golf la túnica blanca, junto a mí.

-A Raquel la largaron, pero su marido fue un desaparecido.
-Yo me tuve que exiliar en España por esos años.
-El colorado está trabajando en la esclusa 14 del Canal de Panamá.
-Y Claudio es ingeniero en una multinacional, en Chicago.
-¡Cómo le hubiese gustado a Gloria organizar este reencuentro!
-Igual colaboré, porque sugerí, di ideas, propuse, sin que lo advirtieran -escucho su voz, como un arrullo.
-La acompañé hasta los últimos momentos a hacer los tratamientos, pero no hubo caso- la voz de Abel se quiebra y sus ojos se nublan por un instante.

-Dame una pechuga -el gordo Héctor, el ex flaco, se sirve por segunda vez, sin ningún recato, y devora.
-Es el stress -dice, engullendo a la vez.

Las más jóvenes, las de las últimas promociones, transpiran y saltan en el centro de la pista con la música electrónica, como desaforadas en su propio ritual, mientras los chicos las rodean. El pogo no ha comenzado todavía.

¡Promoción 1970!, al living para la foto -nos llaman por micrófono.
Arracimados en el amplio sillón, todos.
Treinta y tres. Whisky.!
No la ven, pero yo sé que entre Abel y yo está Gloria.

Mientras bailamos al ritmo de Bill Halley y sus cometas, con Charly, con Elvis, con la Mona y los cuartetos, Gloria es el centro del grupo. Más aún cuando las cumbias se repiten... "Era un bikini, amarillo, a lunares, diminuto..."

La túnica blanca baila y baila, sola y traslúcida, mientras hacemos el brindis final.

Nuevas evocaciones (3º parte)

Es el momento de homenajear a los primeros profesores que trabajaron "ad honorem" al iniciarse la escuela -anuncian y van pasando a recibir un recordatorio.
El Dr. Aletti, profesor de historia y presidente del club, un rato antes, cuando me había acercado, me reconoció y tomándome de las manos, me despidió con un "Dios te bendiga, hija".

Salvo algunos sobresaltos por sonoros aplausos, vuelvo a pasajes del secundario, que me hacen sonreir.
-¿Te acordás cuando...? -Un nuevo susurro gelatinoso y sutil. Nadie escucha, ni advierte su presencia.

Las chicas siempre aprobábamos Contabilidad. Hacia finales del trimestre, hacíamos alarde de nuestras contorneadas piernas; las cruzábamos y descruzábamos, desde las minifaldas, debajo del guardapolvo. Lográbamos suspiros, sudores y "aprobados" por parte del profesor; contrastaba todo, más tarde, con los reproches de los chicos y los chistes muy apropiados de Julio César en el tiempo oportuno. Fin de trimestre

La actual directora de la escuela, hace uso de la palabra.

Aunque hubiese querido, tuve que abstenerme de comentarle a Gloria, en secreto, lo que en esos momentos  recordaba.

La otra Gloria y yo abusábamos de la Profesora de Lengua y de la de Inglés, porque en esa mímesis que da la amistad, nos peinábamos igual, copiábamos los mismos gestos, vestíamos parecido, o nos intercambiábamos la ropa.
Como antenas telepáticas, desde la silla intermedia, la flaca me dice:
-¿Te acordás cuando vos pasabas a dar lección de Literatura por Gloria C.?
-Sí, y ella pasaba al frente por mí, en Inglés.
-¿Por qué no vino Gloria C.?
-Está muy medicada y de tanto en tanto, cae en profundos pozos depresivos.
-No va a venir, dijo por teléfono.
En secreto con Gloria, nos miramos furtivamente y con complicidad. Ella sí estaba ahí, con su túnica blanca y su larga cabellera.

Es el turno de la representante del Ministerio de Educación, quien pasa a descubrir una placa recordatoria, que brilla, flamante, frente a la Dirección.

-¡Qué horrible tortura, hacer los libros contables con caligrafía inglesa o redondilla! -pensaba y agradecía a alguna compañera que hoy no está, porque hacía la tarea por mí; para ella, era un gusto incomparable.
-O los balances. Debe/Haber/Saldo.
-A mí me hacía los libros mi hermana, que ya había terminado el secundario -como en comunión, nuestros pensamientos recorren los mismos recovecos de la evocación. Siento que Gloria está ahí, presente, y por momentos se aleja como una exhalación.

Un cerrado aplauso me hizo concentrarme nuevamente en el acto, que concluía.

La cena de los 50 años de la escuela nos esperaba en el club social.

domingo, 24 de abril de 2011

Estos días azules y este sol...

A todo lo ancho del flanco izquierdo, en la cuarta fila, nos acomodamos y le hacemos lugar a Alicia, que se arrima tímidamente.
-¡Qué señora, tan aseñorada!
Alicia conserva todavía su estilo. Siempre como observadora, a la retaguardia, sumiéndose en el país de sus propias fantasías. Ya no más el pelo lacio y prolijo, de hebillas plateadas. Ahora, un corte de pelo formal, acorde a la edad.
-¡Coya!, callate, que va a empezar el acto.
-Es que por allá está el profesor de gimnasia. ¿Vamos a saludarlo?

Sé que sólo yo veo entre la gente esa silueta volátil, casi etérea, que va acercándose envuelta en una túnica blanca.
Los grandes ojos verdes me sonríen.
La larga cabellera negra, enmarca un rostro dulce de amplia boca risueña, como si el dolor ya no la atormentara.

-Ahora, para dar comienzo al acto, recibiremos a nuestra bandera de ceremonias...
-¿Se acuerdan de la Pepa, la de Inglés? Está allá, en la segunda fila -y los aplausos tapan las conversaciones y las risas.
-Ahí viene la flaca . Graciela no está tan flaca, hasta tiene papada...
-Hagámosle un lugar -me dice Abel, por lo bajo.

La túnica blanca, frágil y silenciosa, como una rosa que nace en el rocío de la mañana, se ubica sin provocar trastorno alguno. Aunque, confieso, la presencia de Gloria me sobresalta y me trastorna un poco.

Mientras se escucha el discurso de un miembro de la comisión de ex alumnos, me acuerdo cómo Graciela exhibía con honores las muestras de efusiva pasión en su cuello y en su nuca, último escalón al que le permitía acceder al afiebrado novio, candidato a marido.
Me río y escondo las carcajadas, y los nervios, porque la ocasión no amerita reírse justo en esos momentos tan solemnes. Mabel, en ese preciso instante, contagiándose, no para de reírse, hasta las lágrimas, como solíamos hacer en el secundario.
En el baño de mujeres, la flaca mostraba, para envidia de las demás, sus lívidos trofeos desanudando el pañuelo que, aún cuando el calor apretaba, abrigaba su cuello. Los chicos, cuando la veían envuelta en el famoso pañuelo rojo, la corrían para desatárselo y descubrir, finalmente las marcas borravino, indelebles en su cuello.
Mabel, como adivinando mis pensamientos, no para de reír, un poco exultante, un poco por la alegría del reencuentro.
-¡Eh, Uds. dos! No cambian más.
Es el momento en que el oportuno codazo de Abel nos hace callar.
Un escozor me recorre también.
Aunque la mirada penetrante y certera de las dos señoras de adelante nos piden silencio, no puedo evitar que lejanas imágenes se presenten en ese inoportuno instante.

El intendente municipal se muestra contundente y sensible para disimular las formalidades del cargo. Él es también un ex alumno.
-Mi hermano, qué elegante, qué sobrio, qué seguro de sí mismo -me cuchichea ella al oído. Otro estremecimiento me conmueve y algún zumbido me apacigua.

-El Bicho no va a venir, estoy casi seguro.
Víctor se llama el Bicho, tan feo era. Lo recuerdo.  Con sus groserías pretendía contribuir a ser el centro de atención, especialmente en la clase de Matemática. Él estaba enamorado de la profesora, pero como respuesta, recibía, indefectiblemente, severos llamados de atención.

Los discursos y evocaciones continúan a la par de mis recuerdos.
Otras, como las dos Glorias ( Gloria C y la otra Gloria), Alicia, Nelly y yo, nos esforzábamos en el coqueteo con el primo de uno, con el vecino de la otra, o con el flaco Héctor, que se incorporó al grupo en tercero. Él nos seducía alternativamente, aunque no conseguía jamás, sus lascivos objetivos, eso creo, porque nosotras estábamos recién ingresando a la adolescencia.
-¿Me manché el guardapolvo? -preguntaban las mayorcitas.
Y como yo seguía en calidad de niña, no de señorita, para hacerme la mayor, me escondía en el baño a fumar un cigarrillo compartido con las de tercero.
Transgresiones, picardías y hojas de ligustrina mascada con devoción para quitar el olor, antes de entrar a la próxima clase.

Ahora, con gran soltura y desenvolvimiento habla un recatado ex alumno de la promoción 75, mientras los de atrás comentan que él tiene dos hijas y una mujer que se fue con un psicólogo el año pasado. Chismes que no puedo evitar escuchar.

Me pierdo en evocaciones del 5º año.
El negrito y yo, como grandes expertos en la materia, accedimos a dar clases de Educación Sexual a los cursos inferiores, mostrando fríos gráficos que no alcanzaban a expllicar lo que ni el negrito, ni yo, sabíamos de la vida. Sobre láminas prolijamente diseñadas, las trompas de Falopio, el recorrido de los espermatozoides, el método Oggino Knous y la anticoncepción, eran descriptos con absoluta responsabilidad.
Por el compromiso con que encaramos la misión, nos ganamos el respeto de los más chicos. Lo sabíamos.
-Tres cosas hay en la vida, las más placenteras: hacer el amor, comer y defecar -nos decía la gorda, profesora de Higiene y Puericultura. Y yo la recordaba. Ya no está entre nosotros.
Mi compañero hoy es un médico de reconocida trayectoria.
-Nos vamos a EL Cairo con mi mujer el mes próximo -nos había dicho antes de empezar el acto -y después a París, a un congreso de medicina.

sábado, 23 de abril de 2011

Cicatrices del recuerdo ( en cuatro entregas)

"Estos días azules, y este sol de la infancia..." (versos inéditos de Antonio Machado, hallados en el bolsillo de su gabán cuando murió en Colliure)

Sonría, lo estamos filmando.
Sonría y diga treinta y tres.
Sonría y las expresiones de su rostro resaltarán su belleza.
Sonría y afronte con optimismo cada mañana.

No es un anuncio de una cámara activa en una farmacia para desalentar a los ladrones.
No es la fórmula perfecta para la foto grupal.
No es un jingle publicitario.
Todo lo antedicho, respectivamente, con el añadido de un consejo para el bienestar.

Me pregunto, ¿cómo les cuento esto, cómo expreso las diferencias entre una foto grupal en blanco y negro, con bordes ribeteados, ajada y aplastada por el peso de los años y de las otras fotos, y la foto actual del grupo, a todo color de las mismas personas, o casi todas, cuarenta años después?
Mirás una, mirás la otra y pensás ¿se trata de las mismas personas?

Dos amigas, Mabel y Silvia, quien suscribe, habían trabajado arduamente en la composición de una figura más o menos decorosa, a partir de una generosa carga de cremas humectantes y un toque de rubor.
-¿Qué te vas a poner?
-Mirá que está fresco, eh?
-Sí, pero en el salón hará calor.
Una, acudió al mérito de los ruleros para dar un poco la sensación de voluptuosidad a las mechas flacas y desvigorizadas; la otra, había echado mano al alisador eléctrico de pelos, más efectivo que la "toca" de los años 70, para aplastar las ondas rebeldes a causa de la humedad.
Las canas y el rigor de tantos inviernos habían hecho estragos a la tierna doncellez de los diecisiete años, que querían arremeter por la vida, danzando en el fino alambre de los equilibristas, bebiendo sorbo a sorbo el placer de la amistad, de los secretos compartidos, de a dos, o de a tres, según se hubiesen afirmado las confidencias y las experiencias escasamente vividas.

Glora, Nelly y yo, alternábamos de a dos; como siamesas rotábamos acorde a fidelidades, envidias, celos, discusiones, reproches, o escaramuzas por tiempos efímeros, para disputarse el poder en la comandancia de la tropa femenina. Todo, aderezado con abundante aceto balsámico.

Éramos ocho diecisieteañeras y eran ocho jóvenes imberbes, tímidos, desorientados y torpes en sus cuerpos atléticos, que pugnaban por competir con la madurez de las chicas, las que mirábamos hacia otros cursos o seducíamos con nuestros encantos a los forasteros que acudían al baile del club social.
Claro, era mejor visto enredarse con los de afuera, y si eran mayores, mucho mejor.
Los chicos habían asistido, divertidos, a las contiendas del sector femenino, o intervenían para suavizar roces, inventando trapisondas para hacerse notar y llamar nuestra atención.

Abel nos deleitaba arrojando avioncitos con los resultados de los ejercicios de Matemática; Claudio, de igual forma, pero con los problemas de Merceología, que el profesor nos proponía, mientras él leía el diario, indiferente, simulando no darse cuenta. Las chicas estábamos enamoradas de él; el gallego era joven, alto y nos conmovía con su mirada verde de pestañas arqueadas y renegridas, y suspirábamos...
Por su parte, el colorado Jorge nos conquistaba haciendo alardes de sus definiciones políticas, argumentando y teorizando con los profesores, cuando la ocasión lo permitía.

Tres de las chicas ya tenían novio formal. La meta más codiciada había sido alcanzada y había que subir al próximo escaño, el enlace matrimonial, mandato inexcusable para chicas en edad de merecer.

Una romería comienza a reunirse en el patio de la escuela y las sonrisas no son forzadas, como la imposición, "Sonría, lo estamos filmando". Son risas auténticas y curiosidad por el reencuentro.
-Mirá el trío de allá, cerca de la secretaría - Son Abel, el negro y el Coya.
-¡Eh!, negrito. Estás más lindo que nunca -y su mujer lo sujeta del brazo, para no perder al que es de su propiedad. Indiscutible.
-Y a vos, te creció la cabeza, o se te cayó el pelo?
-¡Qué panza, viejo, cortala un poco, che!
-¡Qué elegantes están todas! -como un eufemismo socarrón, recibimos el piropo, sin percatarnos de la ironía.

Una mujer de mediana edad, cuyos ojos no disimulan, sola y a contrmano, entre la gente que ingresa apresurada, desde unos pasos más allá, me observa, sin dejar de mirarme, con una mixtura de curiosidad, de descaro y de asombro.
-¡Oh!, sos la hermana de Gloria...
-¡Qué lindo verte de nuevo -esos ojos grandes y saltones destilan frías lágrimas de tristeza.
Nos confundimos en un estrecho abrazo de plena emoción. Ambas, sabemos por qué.

-Acá está Nidia, la de Geografía -una pasita de uva sonriente nos abraza sin poder contenernos a todos, ese grupo dicharachero que aún conserva el humor y la alegría genuina.

-¡Uy!, allá llegó "la pelotita" -La ex-directora de la escuela ya no era una ágil pelotita de tenis, orgullosa y altanera. Ahora era una negra pelota de basket, aunque desinflada y triste-

-Les pedimos a los presentes, por favor, ubicarse para dar comienzo al acto -anuncia la maestra de ceremonias.

-Miren, allá está la de Lengua.
-Nos reconoció. Ahí viene.
-Hola, mis pichoncitos. ¡Qué alegría reencontrarlos!
Ella tendría unos ocho o diez años más que nosotros. Se la ve radiante y con un abrazo nos traspasa toda su ternura.

-Busquen en mi biblioteca un libro, el que más les guste a cada una, de esos que yo tengo leídos, marcados y subrayados - nos había dicho a Mabel y a mí, cuando la visitamos con nuestras hijas, hace unos años.
Mabel eligió el poemario de Juan L. Ortiz, y yo, aquella novela de Roa Bastos, que leíamos después de clase, todos los que nos asombrábamos con la literatura.
-Esto es un regalo que quiero hacerles, por ser las dos que siguieron mis pasos -nos había dicho en aquella ocasión. Sus ojos negros y sinceros nos transmitieron con ese gesto, el precioso don de ser maestra.
-¡Y qué maestra! -pensé, mientras se aceleraban los preparativos para el festejo.



viernes, 22 de abril de 2011

La gringa se la banca

Recuerdo que una vez tuvo que vérselas con alumnos pandilleros, esos de "armas llevar", que en el ambiente orillero de la escuela secundaria, se firmaban el garabato en la cara o en el pecho, como aquel "un tal Jacinto Chiclana", y no fue en Balvanera, ni por donde merodeaba el chileno Suárez, por los pagos del arroyo Maldonado.
No. El hecho sucedió a la salida de clases. Uno de la patota "Los gorritas", que "se la tenía jurada" al gordito Toro, de un solo puntazo se vengó. Eso ocurrió en el alto de Bariloche.
Y Silvia, directora reciente, no reaccionó porque se paralizó al ver tanta sangre que manaba del brazo izquierdo de ese adolescente. Las atenciones primarias fueron brindadas por otros valientes. Toalla, torniquete, ¡manos a la obra!, a cargarlo rapidito al viejo Renault 12 del profesor de geografía (que quedó manchado de sangre indeleble), rumbo al hospital.
A ella la reacción no tardó en llegarle: un flemón en la mejilla derecha le desfiguró la cara, en la sala de espera. Cinco horas de ansiedad para salvarle el brazo a Torito. ¡Y lo salvaron, nomás!
Llegaron después las reuniones con la comunidad educativa, con el cuerpo docente, con los padres...
-Hay que echar a los patoteros.
-Voy a pedir el pase a otra escuela del centro.
-Ése, el cuchillero había quedado libre, por mafioso.
-Acá los alumnos son todos unos delincuentes.
-No podemos garantizar una guardia permanente a la salida de clases.
-Yo no trabajo más en esta escuela, aunque me quede sin trabajo.
-No hay patrulleros a disposición.
-A mi hija la amenazaron con un arma blanca a la salida del gimnasio.
-No tenemos combustible y falta personal.
-Hay que hacer reuniones con los responsables de la Junta Vecinal.
-Tenemos que organizarnos para apoyar a la salita de salud del barrio, porque el hospital queda muy lejos.
-Y reunirnos con el personal de la salita...
-Hay que organizar talleres de prevención de adicciones.
-Vamos a preparar torneos de futbol intercursos.
-Propongo jornadas sobre la no violencia.
-Podemos hacer entrenamiento en mediación escolar.
-El diálogo es la mejor manera para llegar a acuerdos sin agresiones.

Todos opinaban, pero la solución no aparecía.
-Pedro, por favor, revise a Medina de 3º1º. Cachéelo en el baño, dicen que anda con una navaja.
-No, Sra. Yo vivo en el barrio. Si me agarra la patota, me liquida -contestó el portero.
-Muy bien. Entronces, me encargo yo -afirmó Silvia, y llegando con un estruendoso taconeo, interrumpió la clase de Inglés en 3º1º.
-Medina, dicen que tenés una navaja. ¿Me la das?
-No. No tengo -y amagando bajar el cierre del jean, la provocó -revíseme, si quiere -y también provocó la hilaridad de todos.
-No te voy a cachear. Vení conmigo a la Dirección.
-Dale, flaco, andá que te va a tocar la dire. Andá.
-Si no me das el arma, tenés que ir sabiendo que acá, en la escuela, todos te vamos a tener en la mira -A Silvia le saltaba el corazón debajo de la blusa, pero disimulaba. Y sus ojos rasgados lanzaban destellos de furia.
-Y si querés reventarte en la calle, hacé lo que quieras... pero acá, no jodás. Vas a marchar derechito -le dijo- Si vos sos patotero, yo soy patotera y media -replicó.
-Sí, Sra. -Medina dijo avergonzado, bajando la mirada.

-¡Sra Silvia! -Lucía, la portera, intempestivamente, la llamó -Venga, mire lo que escribieron en el baño de varones.
"La gringa se la banca" en los azulejos blancos con aerosol negro.

Y la gringa era la directora, rubia, ojos azules, tez blanca; todo delataba su descendencia y la tozudez de su carácter.
-No, déjelo por unos días. Es chapa para mí. Significa que he ganado una batalla contra Medina, contra el agresor de Toro, y contra "Los gorritas".

martes, 19 de abril de 2011

Relojeando futuros.

Los chicos pusieron bajo la lupa a los concejales (título de una crónica periodística)
-Es bueno esto de evaluar proyectos y de opinar sobre la sociedad y cómo está la comunidad -decía el grupo de participantes en el Programa "Concejales por un mes".
-Nos entusiasma la idea, sobre todo, porque pertenecemos a la escuela pública, ya que suelen dejarnos relegados en estas iniciativas.
-Es fácil criticar desde afuera, pero ahora que estamos adentro, criticamos, or ejemplo, las superposiciones en el uso de la palabra, las interrupciones y las llegadas tarde.
-Todo implica responsabilidad para asumir decisiones que involucran al conjunto de la comunidad.

Y volviendo a la mediación. como una blanca redención, los jóvenes aprendieron estrategias par la resolución de conflictos; entre ellas, la escucha actia como encuadre para favorecer el diálogo y la comunicación, lo que los concejales no habían respetado durante su breve experiencia en el Concejo Deliberante.
Así hablaron las alumnas que recibieron entrenamiento en mediación.
-No es magia, tiene su encuadre y da buenos resultados, hasta para tu propia vida. Ahora ya no peleo más con mis hermanos, converamos, y tmbién intervengo cuando mis viejos discuten.
-Cuando apelamos a la mediación nadie pierde, ambos contendientes salen ganando.
-Apuntamos a resolver conflictos que antes no se solucionaron en determinadas instancias... cuando lo tradicional y lo ya visto, no da resultados positivos.
"La paz no se encuentra. Se construye" - así se proclamaba el lema en un folleto elaborado en torno al tema.
"Hablando se entiende la gente. Hablar y hablar hasta entenderse" -decía la consigna emitida en el programa de la radio comunitaria, donde cada semana los chicos iban desarrollando estrategias de mediación, aportando a los oyentes las herramientas para resolver conflictos, sin llegar a la violencia.
Algunas veces dramatizaban alguna situación a la manera de los radioteatros. Los temas eran de origen muy variado.
Las chicas que se peleaban por el novio.
Un tema muy recurrente. Peleas, revolcones, rasguños, tirones de pelo frente a un público que alienta a una, o a la otra, siempre a cuadra y media de la escuela, en horario de salida, como si las chicas fueran el centro del escenario para dar el espectáculo público.
-Dale, Moni, ponésela-gritaban los de un bando.
-Te vamos a deformar esa carita de mosca muerta. Mañana, a la salida del gimnasio -prometían lasdel otro lado.
Mientras, la policía llegaba a pura sirena para despejar la calle, a la vista de las vecinas.
-No puede ser, esto pasa todos los días -decían las curiosas.
Estos sucesos ocurrían generalmente al llegar la primaera, cuando las hormonas se dejan ver a flor de piel.
-Ninguna quería aflojar y se inculpaban, sin poder detener la cascada de agresiones. Esto no llevaba a ninguna solución.
Poco a poco, fueron entendiéndose. Vino la lluvia de ideas y en ese proceso, pasaron de ignorarse o insultarse, a mirarse a los ojos y proponer una solución sin violencia-así relataban las mediadoras.

¿Y la publicidad? ¿Cuál es la representación cultural que los medios nos dan?
Ësa había sido la consigna, que como disparador, se constituía en desafío para la investigación.
El tema fue abordado a partir del análisis de los mitos griegos. Por ejemplo, Narciso, el que despreció el amor de las ninfas y se enamoró de su propia belleza. La auto-admiración, la superficialidad y el ideal femenino en todos los tiempos, pudo relacionarse con las modelos, las pasarelas, las mdas, los problemas de nutrición, entre otros temas.
-¡Ah!, Silvia, entonces la literatura da para tratar todos esos temas? -descubrió un alumno que nunca aprobaba la materia.
Un grupo de alumnas concluyó su análisis según los discursos de los diferentes medios. En su exposición dijeron:
-Observamos que las mujeres que muestran son todas flacas, casi raquíticas. El aspecto físico es lo único que les interesa, por lo general son huecas y... mejor que ni hablen!
-¿Qué tiene la mujer flaca que anuncia las virtudes de  tal champú, por ejemplo?
-A mí me gustan las gorditas y pechugonas -interrumpió un compañero sin ningún prejuicio.
-Los medios no son la realidad. Sólo la representan y nosotras, las mujeres debemos ser receptores críticos de todos esos estereotipos que, día a día, nos quieren imponer- completó Patricia, mostrando las láminas seleccionadas para graficar la exposición.
-Las mujeres no somos como muestran las publicidades -señaló Inés -El modelo que nos imponen no coincide en nada con la realidad.
-Claro! Y la realidad es la que estamos viendo en este momento. Me gustás así, gordita -contestó Agustín, para poner una cuota de humor ante tanta sapiencia.

En una entrevista al CODEMA (Consejo de los derechos del niño y del adolescente), los nóveles periodistas arrancaron a un miembro del organismo, la siguiente conclusión:
"Debemos reclamar decisiones políticas que ataquen las causas, y no los síntomas... Los roles de víctima y victimario se alternan, pero siempre las víctimas más frecuentes de los hechos de violencia son los niños y jóvenes, los más desprotegidos"
-Sabemos que la responsabilidad es de todos, pero la obligación es de las autoridades y de las instituciones del Estado -cerraron la nota los reporteros.
En una charla informal entre colegas, los vericuetos de la memoria comienzan a hacerse visibles y a despejar anécdotas que nos hicieron rabiar, porque el suceso implicaba siempre alguna complicación, o te hacían llorar de risa, cuando lo políticamente correcto hubiera sido el enojo, y el sermón posterior.
-¿Te acordás, Elena, cuando el Rafa, aunque él decía, con su mejor cara de sota, que no lo había hecho, nos inundó el baño de varones y el agua corría escaleras abajo y hacia el patio, por el otro lado?
-Sí, y yo, cuando pasaba taconeando para ver qué pasaba, con semejante alboroto, el atorrante me decía "¿Le alcanzo la escoba, Sra.?"- Te daban ganas de reír, o ceñir el entrecejo y gritar, o agarrar la escoba de bruja, que tan amablemente me ofrecía, para salir volando hacia otra dimención, más idílica, con menos complicaciones.
-Contá, Elena, cuando tenías que dilucidar qué libro te estaban pidiendo.
-Déme el libro de tapa verde, ése que tienen un tipo desnudo en la tapa con las piernas y los brazos abiertos -contaba la bibliotecaria- Me mandó la de Biología.
-¿Título?
-No sé.
-¿Autor?
-¡Y yo qué sé! -recordaba Elena.
Se acercó más tarde a la ronda de recuerdos, la pro-secretaria.
-Y se acuerdan de ése, no sé cómo se llamaba, que siempre estaba fuera del aula y no quería entrar, entonces...
-¡Ah, sí,! Matías.
-¿Quiere que suba al techo y arregle la gotera?
-Y bueno, dale -y ahí iba con los emplastos, listo para solucionar el tema.
-Una vez traje una pala y dos renovales de cerezo para armar el jardincito de atrás, y estaba feliz con la tarea que le encomendé.
-Creo que tardó unos diez años para llegar a 5º; le tiraban las tareas comunitarias, más que aburrirse en la clase de Química, o divertirse con la cervatana, tirando papel mojado contra el cielo raso del aula.

En el semblante de todas nosotras pasaban las imágenes risueñas, curiosas, que nos hacían decir, sin dudarlo, que a nuestra tarea jamás iba a aplastarla la rutina. Cada día, nuevos desafíos nos obligaban a resolver con creatividad.

¿Han visto Uds. cómo los chicos comprometidos ponen en jacque a los adultos?

Hojeando, ojeando y relojeando (en dos entregas)

Así comienzan los chicos mirando diarios, revistas, publicaciones, hojeando con displicencia.
Ojeando, observando con relativa desconfianza, o "relojeando" hasta gastarlos, cuando encuentran algún tema que los atrapa.
Cuando se les da voz, obtienen el poder de la palabra y son capaces de expresarse. Es la escuela la institución que les brinda la oportunidad de ver, leer y criticar con fundamentos.
-Eso no es mágico, descubren alternativas de indagación de la realidad, se transforman en exigentes consumidores activos, en buscadores inteligentes de herramientas técnicas... y "entonces, ya nadie puede quitarles lo que poseen " -la asistente técnica reflexiona.
-No me gusta leer. Es muy largo!
-Sólo miro las publicidades , o las historietas.
-Me gustan los policiales.
-¡Uy!, mirá, a ése lo conozco, es de mi barrio, y se da con todo.
-¿A ver qué dice?
-Mirá, salimos en el diario, salió lo de la Feria de Turismo, la que armaron los de 4º y 5º!.
-A mí me gustan las páginas de deportes.
-Nosostros vamos a buscar las noticias deportivas. Jugamos al fútbol en la canchita de la otra cuadra.
-¿Y si armamos el grupo "Los deporteros"?
-Claro, una mezcla de reporteros y deportes. Eso vamos a hacer. Y somos cuatro para armar el grupo.
-Podemos organizar un campeonato de fútbol 7 con los chicos de los otros cursos.

Esa gran convocatoria se hizo y se resolvió así:
"Los pata e'cumbia se impusieron ante Los Changas" -informan en el periódico.
Vino después el reportaje a los protagonistas y el relato de la contienda con fotos del encuentro.

-Pudimos comprar grabadores de periodista y cámaras de fotos -comenta la profesora de Historia.
-Pareciera que la escuela está por un lado, y los medios, por el otro. Cuando en realidad, los medios están todos los días en las aulas. Primero les cuesta darse cuenta que ellos también pueden ser protagonistas, pero después, nadie los para!! -la preceptora nos dice.

Violencia, alcohol y drogas fueron los temas más tratados durante el desarrollo del programa "La escuela y los medios"
Violencia escolar
Detrás de la conducta violenta que manifiesta cada alumno, hay un problema que lo afecta, y mayoritariamente, se debe a la existencia de algún conflicto dentro de la familia -los chicos dicen en la nota que les publicaron en un diario local.
-A veces da miedo salir a la calle -dice una vecina entrevistada.
-El alcohol se ve ya en chicos de la primaria. Son niños de ocho años que a la salida de la escuela están tomando vino, sin ningún escrúpulo y a pleno día -afirma Gloria, una maestra a punto de jubilarse.
-Toman porque no tienen otra cosa que hacer -dice un alumno de 5º año.
-Los adolescentes están perdidos en un laberinto sin salida. Piden ayuda a gritos -comenta la profesora de Inglés.
-Trabajamos en la representación cultural que muestran los medios -le explico al cronista de un diario de la ciudad -Los alumnos consiguieron un espacio rdial en un micro y están hablando sucesivamente de temas tales como la pobreza, las dos caras de la ciudad, la postal turística y la marginalidad, además del Sida, Bulimia, Anorexia y también sobre la protección de los bosques en el Cerro Carbón.
-Si nosotros no cuidamos nuestra naturaleza, quién podrá hacerlo? -se preguntaba un alumno en la clase de Biología Aplicada al Turismo -propongo ir a entrevistar al Secretario de Medio Ambiente.
-Pero antes, consigamos una excursión al lugar para fotografiar y ver el terreno -aporta un compañero -¿Cómo puede ser? Estamos estudiando turismo, pero en teoría, nada más.

Violencia infantil (artículo publicado por los alumnos en un periódica local)
"Los indicadores para ayudar a reconocer el problema son, básicamente, el maltrato físico y el maltrato emocional"
 
-Rajá de acá, pendejo. Si querés comer, andá a chorear o buscar en la basura , te dije.
-¿Cuánto hiciste hoy? Dame, no te hagás el boludo.
En el trabajo con los medios, se van cumpliendo etapas que los chicos asumen con suma responsabilidad. Análisis e investigación en la gráfica, en radios y en televisión. Luego entrevistas, visitas, encuestas callejeras con tabulación de datos y finalmente, dan a conocer a la comunidad las conclusiones, además de obtener una publicación -señala la coordinadora pedagógica.

¿Cómo  dicen los medios que somos los adolescentes? Es la pregunta que los entrevistadores hacen en la escuela, en la calle, en el barrio.
 -No todos los jóvenes vivimos en una nuba-aclaran- No sólo nos interesa la diversió. Hay quienes trabajan, estudian y concurren a cursos, hacen deportes.
-Las mujeres no somos como nos muestran las publicidades -dicen luego de participar del "Encuentro Nacional de Mujeres" -El modelo de mujer que nos tratan de imponer, no coincide con nuestra realidad.
"Recordá, no dudes en pedir ayuda" -proclama el folleto preparado en torno al tema de la violencia, que es distribuido entre sus compañeros.

Violencia familiar
-Decidimos trabajar este tipo de violencia, ya que el ser humano comienza a desarrollarse dentro del seno familiar, y se refuerza más tarde, con la socialización.
-¿Qué, no hay comida hoy? -un empujón y una patada -Si cocinás, te perdés la novela, eh? Imbécil, cornuda!

Delincuencia juvenil 
-Casi ningún medio se ocupa del tratamiento de esta problemática, y cuando lo hacen, de lo que menos hablan, es de las causas.
-Dale, dame la guita, rápido! -apuntan con una pistola.
 -Y Uds., agarren todas las birras. Rápido!.
"Quizás te robaron tu infancia, pero hoy, podés hacer que la delincuencia no te arruine la adolescencia" -es el texto en una de las carteleras del patio central.

Discriminación
Los resultados de las encuestan informan las causas, según el siguiente orden:
Aspecto físico, color de piel, situación social, religión, nacionalidad, y otros.
-Por ejemplo, si lo veo todo vestido de negro, digo que es un indio de mierda, o cuando habla, lo trato de paisano...
-O pertenece a alguna tribu urbana.
-Me sentí discriminado porquee dicen que soy un concheto y pienso diferente.
-Me dicen maricón porque me gusta la poesía...

Piloteando futuros sobre sexualidad y derechos reproductivos.otra posibilidad para que los jóvenes decidan su propia vida.
"Un gesto era suficiente... en un instante olvidaba insultos que antes parecían agravios imposibles de perdonar..., con sólo una caricia, una mirada de ternura, desaparecían mis pudores y me entregaba al placer, al desenfado de gozar la vida... él era sincero, lo creía, llenando mi corazón de esperanza, de alegría, como un elixir dulce que prolongaba nuestro amor"   (fragmento de una redacción sobre el amor, presentado por una alumna)

En tiempos de violencia, un gesto realizado con el corazón
Las alumnas visitaron el Hogar de Ancianos. Escucharon sus historias de vida, les leyeron relatos de su autoría y compartieron gratos momentos entre mates y guitarreada.
El canto de un abuelo coronó el encuentro de generacion es -destacaban en la prensa e incitaban para que eventos de este tipo se repitan.

Entre tanta violencia familiar, escolar e infantil, discriminación, delincuencia juvenil, supimos que éstas son consecuencia de la violencia social. Nos propusimos, entonces, introducir el programa de Mediación entre pares para la resolución pacífica de conflictos. 
-Las drogas son una forma de aislarse de la realidad-decía una alumna de 4º año, con absoluta convicción.
-Y sí, la violencia tiene que ver con el contexto social de Argentina. La desocupación, la marginalidad y el desempleo en la ciudad, lleva al alcoholismo y a las drogas. La violencia juvenil existe y comienza primero en la casa, y sigue con los viejos -apunta una  profesora durante la entrevista.


sábado, 16 de abril de 2011

Salvar la dignidad

Ya se movió el balón y ... a correr tras él!
La pelota tiene alma y vida; va hacia algún jugador, según la urgencia del llamado, como por ondas telepáticas. Ríe a carcajadas, cuando escapa entre las piernas y los botines, o llora cuando recibe un golpe fuerte; a veces se aburre y se va del perímetro, coqueteando, para que la vayan a buscar.
Mi experiencia futbolera se limitó a acompañar a mi papá a la cancha, cuando tenía cinco años, y después, no más. Pero supe, enseguida, que había una estrategia, una táctica planeada de antemano en el vestuario, o simplemente, dejar que el ritmo del partido dicte las jugadas.
-Profe Juan, ponete las pilas! -gritaban las chicas desde la tribuna.
El "Maestro", desde un lateral, de vez en cuando gritaba alguna indicación, ahuecando sus manos como megáfono.
-Ti-bu-ro-nes!!! Ti-bu-ro-nes!!! -alentaban los alumnos del profe.
Terminó el primer tiempo ganando 2 a 0 los Colorados. Claro, los más activos!.
En el segundo tiempo Los Tiburones salvaron su dignidad con un gol. Y brillaron con el sol de diciembre, como sus frentes y sus ojos.
Entre algarabía, saludos, sudor y risas se retiraron de la cancha.
Mientras se preparaba el otro partido, pensaba cómo el deporte, el juego en equipo y la actividad física mantienen las mentes lúcidas, y la salud, la solidaridad, los afectos, aunque ahora se diga "elongar", y antes, "precalentamiento". No podía dejar de analizar tampoco, cómo el futbol profesional y la compra de jugadores les sacan la camiseta de "sus amores" como "bombacha veloz". Cómo se cambia tan fácil el potrero, la canchita de barrio o el club, por un superestadio, donde impera el dinero, la fama y las botineras. Elucubraciones y nostalgias que aparecen de vez en cuando, y de cuando en vez.
Dos canales de televisión filmaban los entretelones y las entrevistas al D.T.: Guido, al capitán de Los Tiburones, el Pony Alvarado y al goleador de Los Colorados, Emir Basabez, una "bestia", aunque sea parte de la fauna del equipo contrario.
Luego, llegaron los premios por la participación, el recuerdo por los que ya no están, algún "quiebre" del locutor, fotos, abrazos y promesas de convocarse nuevamente el año próximo. Pero, eso sí, con entrenamiento previo y más organización.
El cielo seguía diáfano y ese sol, tan intenso, proponía mayor brillo a la jornada, a los jugadores, a la hinchada y, por supuesto, al "Maestro" marcador de Pelé, y sabalero.

Un poco aburrida, a la hora de la siesta, en la cama del hospital, recorrí las anotaciones hechas en la libretita roja, aquella vez que me senté en la tribuna del Club Estudiantes para ver el encuentro, homenaje de "las glorias del futbol barilochense".
¿Faltará mucho para el horario de visitas? Juan estaría, sin falta, para brindarme paz, para cuidarme, para que me reponga pronto.

viernes, 15 de abril de 2011

Y yo marqué a Pelé. (en dos entregas)

Esto nos dijo el maestro Guido, D.T. de Alas Argentinas en sus tiempos mozos.
Iban llegando los veteranos, las glorias del futbol barilochense. Así los llamó el partido político organizador del encuentro, en homenaje al futbol de todos los tiempos.
-¡Eh, maestro! ¡Qué gusto verlo!! -el Jabalí, de amplia sonrisa despareja y mirada salvaje, lo había reconocido.
-¿Se acuerda, maestro, de éste? -El caballo loco, Varguitas, el más memorioso y fisonomista, iba anunciando a los recién llegados.
-No lo reconozco ... tantos años ya pasaron- por lo bajo y desconcertado.
-Tatú, acercate -entre abrazos, saludó a Varguitas.
-El D.T., pero qué bien que está, "maestro"!! -el Tatú, encorvado, casi metiéndose en la cueva, y un poco tímido, lo saludó reverenciándolo.
-Y también jugué en Colón de Santa Fe -decía a quien quisiera escucharlo -¡Qué años ésos, che! -el semblante firme y la emoción en los labios.
En esos momentos, me sentí más cómoda entre ese grupo de hombres valerosos. Porque era "sapo de otro pozo", orillera del río.
-Y yo soy sabalera y santafesina- comenté. Pude percibir que se instalaba una sintonía entre el maestro y yo. No sé, quizás, el amor por el deporte y las nostalgias.
-Profe Juan, acá estamos -un grupo desparejo en años y en sentimientos, dicharacheros y vocingleros gritó -Vinimos a alentarlos, eh!! -Se trataba del grupo de alienados y desmanicomializados que juegan al futbol con Juan dirigiéndolos.
Ahora le dicen "profe", pero la jerarquía de "maestro" es mayor, por trayectoria, por autoridad bien ganada y por experiencia -pensé.
Una secuencia de imágenes, recuerdos de contiendas, de partidos bien peleados, pasaban como ramalazos de agua fresca por la mente del "Maestro", así, con mayúscula. Sé que no iba a corregirlos pidiendo que lo llamen Juan Carlos, porque el apodo, sabía, lo ponía más que orgulloso, casi arrogante en su humildad.
Las chicas de la organización, por ser jóvenes, entre desconcertadas y confundidas, iban haciendo pasar a mujeres, chicos, jóvenes madres con sus bebés en cochecitos, familias enteras, abuelos arrastrando a sus nietos, y curiosos.
De pronto, una panza redonda y oronda se acercaba. Entraba también un canoso asomándose, tras sus anteojos negros, retacón y compadrito. Era el Pony Alvarado.
También estaba ingresando, intrigado por no saber qué iba a pasar, quiénes estarían y cómo se iban a organizar, el Perro Moncada. Sus belfos, su nariz recia de perro de caza y su mirada torva, interrogaban.
-¿Quién es ése, "Maestro"? -le preguntaban.
-El Perro Moncada, sin dudas -Un apretón de manos y un abrazo -Pero estás panzón, viejo! -exclamaba.
Las piernas del Maestro hacían un gran esfuerzo para sostenerlo altivo. El evento con las glorias del fútbol desde hace treinta años, debía conmocionar hasta al más macho.
¿De qué iban a hablar? 
Y... de fútbol, las anécdotas, los encuentros difíciles, los viajes a Ingeniero Jacobacci, o a Los Menucos, las victorias, las derrotas, las peleas con el canchero y con la prensa...
-Y entonces fui a la cabina y le quité el micrófono para que deje de decir pavadas -recordaba J.C. Guido, entre eufórico y exasperado.
-Y la remató con un par de piñas! -me acuerdo. Los ojos del Perro se habían avispado un poco.
Se sucedieron anécdotas de partidos frente a Huahuel Niyeo, el club Boca Juniors, Estudiantes, Independiente... y más. Los tres chuecos, perros de la calle, también rondaban por ahí. El Chimango Knell llegó apurado y disculpándose.
-En pocos minutos daremos comienzo al primer partido -anunció la propaladora, mientras recomendaba los choripanes, "allá donde sale humo", y las gaseosas.
El olorcito a chori auspiciaba sabrosura en el encuentro. Infaltable en una cancha esos nutrientes, que sumaban más energía a la ya existente en los pequeños grupos que iban armándose.
Por su parte, el zoológico estaba casi completo. Sólo faltó el monito Castañeda, por qué será?
-¿Qué vamos a hacer?
-¿Cómo formamos?
-¿Los más viejos contra los jóvenes?
-Los de Alas contra Independiente -propuso con decisión un cincuentón aguerrido y panzón.
Las chicas de la entrada no sabían.
El canchero actual no sabía.
El canchero veterano no sabía.
El masajista jubilado no sabía.
El único concejal no sabía.
El choripanero no sabía.
El aguatero no sabía.
Los "lineman" no sabían.
Los árbitros no sabían.
-Dale, Varguitas. Vos sabés, organizalo. Estos no son del palo! -propuso un pelado, al que le brillaba la cabeza al sol del mediodía.
Todos se alejaron hacia los vestuarios, confiando más en los nombres de la libretita, que en su propia memoria.
Me distraje, por un rato, observando a los teros que, en la copa de los pinos, junto al arco derecho, chillaban frenéticamente, no sé si por proteger a sus crías, o por adherir al alboroto desorganizado.
Los chimangos, por su parte, custodiaban la parrilla desde el árbol más cercano, intentando "choricearse" algún chorizo desorientado.
La pasión, el trabajo en equipo, de años, y esa incansable sensación de correr tras la redonda hasta dejar la vida, los unía.
Recordé que la radio, esa mañana, presagiaba caídas, esguinces, cambio de jugadores cada 5' por torceduras, por falta de aire, por magulladuras. ¡Uy!, qué desafío!
-El primer partido está por comenzar entre Los tiburones y Los colorados -anunciaron al fin.
Mis simpatías estaban por Los Tiburones, no por ser los reyes del mar, sino porque aún son capaces de "comerte la boca", como dice la canción.
-Deberían llamarse "Los dinosaurios", porque eran los más veteranos, o "El zoológico", porque había bichos de toda calaña -me reía sola, disponiéndome a ver el espectáculo.
La mayoría había tirado los botines, o los guardaba celosamente, como trofeo; unos pocos, aún jugaban una vez por semana.
Al entrar a la cancha con sus camisetas bordó, la hidalguía los hacía brillar.
Los colorados eran veteranos, pero más jóvenes. Hicieron su aparición con casaca roja, por supuesto. En la espalda decía algo así como Luelmo o Lueiro, pero no supe descifrarlo, porque me faltaban las gafas de lejos, y el movimiento no me ayudó.
Era un auspicio de una farmacia, o de un partido político, creo.
Cosas de la edad. La elección de los colores, rojo y bordó, resultaría un problema para los daltónicos, pensé. No se había previsto el tema de las camisetas, claro.


lunes, 11 de abril de 2011

Una realidad para ser chupada.

Mientras tanto, la abuela visita a una enferma en la sala de mujeres y cuenta las novedades: no es Rodrigo.
-Póngale Rodriga, entonces!! -Un portentoso pedo corona la idea entre risas y las caras de "yonofui" de otros enfermos y visitas en la sala grande.

Subdigresión, según la lógica saussureana: son controversias legítimas de un escritor: ¿Es posible lo escatológico con lo literario? ¿El lenguaje adecuado a las circunstancias del coloquio, admite u obliga a echar mano de eufemismos, sin perturbar lo poético?
Segunda digresión. Rodrigo iba a ser el nombre ... Rodrigo Ruiz Díaz de Vivar, Ruy Díaz, el gran campeador, el hidalgo castellano.
El nombre define la personalidad del portador/a y conviene revisar la compatibilidad con el apellido. No queda bien, por ejemplo, Washington Aravena, o Eduviges Mc Luan, o Rudesindo Andersen. ¿No les parece? Las revistas para futuras mamá, como "Ser padres, hoy" o ediciones domingueras, así lo recomiendan.
En todo caso, si no es Rodrigo, iría bien el nombre de la esposa del Cid, Elvira, o de las hijas, Jimena (¿Ximena?) o Sol.

-Hoy se llama Antonella, mañana no sé - confirma una de las abuelas por el celular.
-Llámenla Misteria, entonces -le recomiendan- así la apodan "Misterixa".

¿Nombre italiano para apellido italiano? Si es así, está bien, sino habría que hacer largas disquisiciones filosóficas, revisiones históricas, reminiscencias literarias, elucubraciones raciales o fundamentaciones psicopedagógicas. Eso sí, todo en familia, en contexto y en territorio (neutral, en lo posible). Eso sería trama para la nueva filmografía almodovariana.
Tercera digresión. En cuanto a la relación nombre-destino, vale la pena considerar primero el origen del nombre. En este caso, el nombre fue incierto desde el comienzo, por no anticipar el sexo acertadamente (¿o acertivamente, por eso de la acertividad, tan en boga hoy)
Sea Rodrigo/a, Antonella/Antonio, Jimeno/a, Misterio/a, habrá que estar atento a las conductas desarrolladas por la recién nacida durante los estadios (¿o estadíos, como suele decirse ahora?) evolutivos, las preferencias en juguetes, los juegos infantiles y de los adolescentes, la vestimenta, las inevitables imitaciones de las conductas adultas, entre otros factores. Por suerte, ya fue aprobada la ley de matrimonio sin distinción de sexos.
Según estudios piaggetianos, "El mundo para el recién nacido es, esencialmente, una realidad que puede ser chupada... y más tarde... "Una realidad que puede ser mirada, o escuchada,... zarandeada" Por tanto, recomiendo observar qué succionará, qué mirará, qué escuchará, qué tocará, o toqueteará, qué vestirá, también entre otras variantes.
Su destino dependerá, en consecuencia, de todo esto, de otros llamados de alerta que cada uno pueda percibir, o según los preceptos de la Psicología freudiana o lacaneana, en lo posible.
¿Vio Ud. que cuando los nombren han sido bien puestos, hay una identificación con el cuerpo, las conductas, sus subjetividades, sus profesiones?
Y porque este escrito no pretende ser tampoco un tratado de Psicología, dejo a Ud, lector, libertad de interpretación.
Silvia apela así, a sus interlocutores, esos activos lectores.

domingo, 10 de abril de 2011

De lunas, nombres y destinos. (en dos entregas)

Este texto no pretende constituirse en un ensayo, ni en una investigación metodológica, ni en una práctica de escritura con recomendaciones de Van Dijk, o Bajtin, o de nuestra Maite Alvarado.
Sí, es una reflexión sobre cómo el transcurso de las nueve lunas durante el embarazo, tendrá una relación directa con el sexo del recién nacido, y qué influencia adquirirá el nombre elegido, en su destino.

-Nació Rodrigo, 3,200Kg., todo bien. El msj se multiplicó en todas direcciones. La abuela, portando ropas y adminículos celestes, lo comunicaba, orgullosa, a sus conocidos y allegados.
-¡Ah!, entonces, en julio, en pleno invierno barilochense -calculaba la suegra, retrocediendo nueve meses con sus dedos. -La turra lo engañó a mi hijito!
-La quiere llenar de hijos -decía la otra bruja.
-No podemos hacer cesárea, por la operación que tuvo mientras había quedado embarazada- opinaba una médica.
-La fecha precisa de la concepción no puede determinarse -afirmaba otra doctora- por lo tanto, no hay fecha probable de parto.
-El bebé o la beba, nacerá cuando deba ser -aseguraba con el índice enhiesto, la jefa de Neonatología, vieja y experimentada -y en forma natural -afirmaba -y sin inducción, ni cesárea.
-No te preocupes, Andrea. Te hacemos cesárea y luego determinamos la fecha -tranquilizaba el par de residentes, al ritmo de la canción de Calamaro.
La joven e inexperta Andrea trajinaba de consulta en consulta, entre dudas y miedos lógicos.
-Será varón -única certeza que indicaba la ecografía. Luego, la consecuente búsqueda de ropa, accesorios y juguetes apropiados.
-Sí, voy a tener la parejita -comentaba el padre en rueda de amigos, mientras brindaban con abundante cerveza.

En los pasillos del hospital, los familiares esperan, ojo avizor, hacia la puerta de Neo.
Padres nerviosos, abuelas impacientes tropiezan para consultar a enfermeras que salen y entran presurosas. Un revoltijo de carteras, tacones, ayes, disculpas y suspiros.
-¿Viste que podés jugar a las muñecas con tu hermanita? -una enfermera acarició la cabeza de Agustina. Con evidentes signos de angustia, la nena corrió hacia los brazos de la abuela Mirta.
-Pero, cómo? Si nació Rodrigo!. No quiero nena, quiero un hermanito -berrincheaba la chiquita, limpiándose mocos y lágrimas, al para que zapateaba ruidosamente.
A esta altura, toda la parentela, en su máxima efervescencia, está llegando al punto culminante de una crisis nerviosa, casi histérica. El escenario perfecto para una peli de Almodóvar.
-Linda nena, todo bien -El neonatólogo, sacándose el barbijo, anunció al padre boquiabierto.
-Pero si nació varón!, ¿Y Rodrigo? -el padre ya no obtuvo respuesta.
Más tarde, desde el hondo pasillo aparece en silla de ruedas, la flamante madre.
-No lo vi, me lo sacaron, lo llevaron a la incubadora. Al final, era nena, y tiene problemas respiratorios -dijo, ya al borde del llanto.
-¿Y qué nombre le pondremos? -una madre siempre admite uno u otro sexo, ahora su preocupación era otra.

Una primera digresión.
Se recordará el lector las anécdotas en el campo cuando nacían los hijos.
-Ponele Bartolo -indicaba la madre al pie del malacara, cuando el niño ya tenía casi un año - Así decía el Santoral, acordate, Remigio.
El paisano Barbosa iniciaba el largo trayecto entre la neblina matinal con su flete, hacia la comuna o el juzgado. Previamente, y como indica la tradición, una parada en el almacén de ramos generales, o el boliche, por un poco de ginebra. Resultaban ser más de una, casi siempre.
Al llegar a destino, operaba la nublazón de la mente alcoholizada. Ya se había levantado la neblinas entonces el Remigio, nada recordaba.
-Póngale Neblino, porque es bien macho m'hijo! -afirmaba con voz pastosa y mirada turbia.

sábado, 9 de abril de 2011

De pasiones y bríos.

La nona, la estatua Margarita, ahora mira a lo lejos y frunce el ceño, porque recuerda cuando su hija Amalia, la solterona del pueblo, se escapó con el ferroviario y la abandonó.
Silvia, de regreso de alguna fechoría en bicicleta, la mira y piensa que no le gusta ver así a la abuela.
"Estará celosa de mí, de mi trajinar en plena libertad, de mi risa fácil, de lo que tengo por vivir.¿A ella qué le queda por delante? Me vigila, lo sé, como vigilaba a la tía Amalia. Me aburro con ella. Quiero salir otra vez... Ocupa todo mi espacio con su presencia ausente, respira mi aire junto a mi cama. Y ronca. El cuarto está decorado, hacia un lado con fotos, recuerdos, posters de mis cantantes favoritos, y no puedo escuchar mi música! Hacia el otro, cuelga un Cristo, un rosario, estampitas de algún santo, un portavelas. Y ella, siempre en silencio, con sus flacos pelos grises amarrados a las eternas peinetas, también grises..."

Y un día la nona quedó estatua.
-Murió la abuela Margarita. ¡Pobre vieja! -dijo Federico.
-Se dejó morir, nomás -dijo Pochi.
-Y yo no la cuidé lo suficiente -dejo Genaro, el hijo mayor, junto a su esposa, la presumida.
Silvia nada dijo. Se ahogaba entre las coronas de crisantemos y gladiolos, entre las palmas de claveles y de calas. ¡Y ese olor intenso a muerte flotando entre las velas!. Hubiera querido sentir el perfume de las madreselvas y de las violetas de la casa de la nona. Pero eso, ya no era posible.
-No vas a ir a esa fiesta. Habrá más cumpleaños como ése. Hace una semana que murió la nona. Estamos de luto.
-Dejame ir. Te prometo que no bailo. ¿Querés? Es acá cerca, en la casa de Alicia, que cumple quince, y es mi amiga.
-Bueno, pero no bailes... ¡Ah!, y volvé a las doce, no más. ¿De acuerdo?
-¡Prometido!

-Todavía me arde la cachetada en la mejilla derecha -solía contar Silvia, después que su padre la fue a controlar. Eran como las doce y treinta, y la encontró bailando apretadito con Ricardo, el de los rulos ensortijados, que no corría tras la pelota, precisamente.

-Todavía imagino el dolor de Federico y de Pochi cuando me escapé tras un amor, con mi título de profesora debajo del brazo, en el tren, hacia el sur -continuaba - Como la tía Amalia, la que no fue maestra y se escapó con el maquinista Eduardo.
-Todavía veo la imagen de Pochi, juvenil, dinámica y feliz. Y no quiero guardar en la memoria el cuerpo frágil, diminuto, vencido, de mi mamá en el lecho de muerte.

 

En sepia, los recuerdos. (en dos entregas)

Sentada en una mecedora y cubierta por una pañoleta gris tejida al crochet en otros tiempos, la abuela Margarita medita, y Silvia la recuerda.
Se hamaca, monótona y paciente, y en ese vaivén, sus mejillas regordetas se arrebolan al ritmo de los recuerdos.
Su niñez, allá en la colonia agrícola Bella Italia; las travesuras en el campo junto a sus hermanos y los hijos de los otros inmigrantes. Los polaquitos de pantalones emparchados, los judíos masticando con aburrimiento,  las semillas de girasol, y las tertulias nocturnas de las familias vecinas, reunidas en torno a los cartones de la lotería, las fichas de madera y los porotos.
¡Quintina!, gritaba uno y así pasaban agradables momentos.
Por un instante, una leve sonrisa se escapa de sus labios finos y multiplica más aún las arrugas de su rostro cansado. Es que rememora los devaneos amorosos con el abuelo Bartolo.

En una caja de fotos añejas, Margarita y Bartolo posan para la foto de casamiento. Silvia había curioseado una tarjeta bordada con primor; el novio, con letra prolija, le deseaba felicidades para el próximo año, allá por el 1900, inicio de un nuevo siglo, el que seguramente traería dicha.

"Sta. Margarita: le deceo a Ud. un año pleno de felisidad. Ahora, lo que más me gustaría es robarle un beso de su boca.
                                Con afecto y respeto.
                                         Bartolo"

Sus ojos grises, ausentes, se distancian más y más, mientras a su alrededor, la vida fluye en la casa de Federico, su hijo, de Pochi, su nuera, y de Silvia, su única nieta.
Ella, con la prepotencia de su juventud, no entendía la quietud de su abuela, "la estatua Margarita", le decía en sus pensamientos caprichosos, pero lo que sí entendía era esa sonrisa pudorosa que no alcanzaba a contagiar a esos ojos de nostalgia, casi blancos, de nubarrones estivales.
Su nieta, ya empezaba a percibir y a sentir como mujer, y como un impulso, tomaba la escoba y salía a barrer la vereda, distraída, para ver a sus ídolos, el Pato y Ricardito, que la encantaban con sus gambetas. Uno, con un flequillo al viento. El otro, con unos rulos transpirados al sol, tras la pelota.

A Silvia le gustaba màs retener la imagen de la nona, allá en el campo.
Camina piando "piú, pi,pi, piú" y arroja alpiste a las gallinas. Cosecha unas zanahorias, una planta de lechuga, unos tomates, un zapallo, un gran repollo, de su huerta. Rasguña la tierra y extrae papas y batatas nuevas. Enciende el fuego de la cocina a leña. Reina de las cacerolas, hace un arroz con la leche de la vaca Blanca, prepara los ingredientes para el gran puchero de gallina, y más tarde, riega los geranios rojos, los amarantos gigantes, los nácares de variados tonos y los helechos. Toda la galería está impregnada por el aroma dulce de las madreselvas.
Comienza a hervir la olla grande y despide olores gratificantes que ya despiertan el hambre voraz. Mientras, sobre la mesa de madera, nevada de harina blanca, van levando los pancitos recién amasados.
Su mamá saca agua fresquísima del aljibe. Para Silvia, esa niña pequeña, es una obsesión asomarse al brocal, parada en un banquito de madera pintado de azul, cuando el balde sube tintineando y desbordando, cada vez.
Cosechar tunas maduras, junto al alambrado, más allá del galpón de herramientas, y aprender a pelarlas sin pincharse, como le enseña su papá, y saborear después el néctar vegetal, era una rujina en esos días de verano.
Todavía su lengua tiene memoria de ese sabor, o el de los nísperos dulces que chupa con fruición, trepada al viejo árbol.
También recuerda el croar de los sapos en la zanja, al atardecer, y el chirrido de las chicharras en el sopor de la siesta, mientras la niña se deleita con un durazno caliente aquí, una naranja allá, una mandarina acá, y se tiñe la boca, toda la cara y el vestidito rosa, en lo alto de la morera.
Pochi y la tía Amalia conversan y se ponen al día con las novedades familiares.
Nació Susy en noviembre, se casó el hijo de Hilda, la mujer de Humberto se murió de repente, bautizaron a la hija adoptiva de Aurelio... y mucho más.
Mientras, una bate la nata que recién sacaron de la lechera tibia, para hacer manteca, y la otra, cuchara de madera en mano, revuelve la marmita para hacer el dulce de leche.
A la sombra del roble añoso, se menea la fiambrera con charqui, panceta y chorizos.
Es un primor el jardín de la nona, cuando se puebla de petí-rojos y zorzales en las mañanas tempranas de rocío, picoteando insectos entre las amapolas, las clavelinas, las rosas y las violetas. Todo, custodiado por los girasoles altos que se inclinan ya hacia el este, donde un amplio y generoso sol les sonríe.
Ahora, la nena de cinco años, corretea a la bataraza y esquiva al gallo crespón para rescatar los huevos de cáscara verde que le fascinan (las gallinas comen pasto todo el día) y que brillan en el reparo del gallinero.
Ya son las doce, parece, porque se oye a lo lejos el largo pitido del tren que está arribando, y la tía Amalia se apresura para llevar de la mano a su sobrina a la estación. Para ver el tren, dice, pero se supo después que ella iba a ver a Eduardo, el maquinista que siempre la saludaba con la gorra de cuero en la mano engrasada, cuando el tren ya partía.
Desde la alta y angosta puerta de entrada a la casa, la nona Margarita, brazos en jarro, ceño fruncido y desconfiado, vigila con su vestido de medio luto de margaritas blancas silvestres, las que se agrandan debajo del delantal. La chiva negriblanca, Eulalia, a los trompicones las persigue por la calle polvorienta.
La tía Amalia saca un cuaderno ajado y le lee a Silvia los poemas de amor que había escrito. Los comparte, a la vez que le aconseja:
-Tenés que ser maestra cuando seas grande. Como yo no puedo, vos serás una maestra -decía mientras le enseñaba a deletrear la palabra "AMOR".


miércoles, 6 de abril de 2011

Gata siamesa.

Debajo de la manta de lana tejida al crochet, de colores crudos, entre beiges y marrones, asomó una pierna extendida y unos ojos impacientes observaron el entablonado del techo rústico.
Recorrí las paredes blancas y blanca se había puesto mi mente por un instante. Sólo un breve segmento de tiempo, para dar paso al recuerdo cercano de una sucesión de imágenes que transcurrieron entre el sueño profundo y la vigilia.

-No se puede tomar la quinta cucharada, sin antes tomar la primera -mi abuela Margarita me aconsejaba desde su sillón-hamaca, y yo la escuchaba desde mi pequeña silla de madera, a su lado.
¿Habré sido desde muy niña, tan apresurada para tomar decisiones de alta envergadura, como por ejemplo, escaparme a vagar en bicicleta, a la hora de la siesta, cuando regía la prohibición paterna? O me voy al sur, cada vez más al sur, a iniciar una vida nueva, a gozar del amor, a escapar de negros nubarrones. Sólo la intuición me guiaba, los impulsos a puro corazón; nunca el razonamiento ni la planificación, paso a paso.

-Vamos a visitar Isla Negra -me decía Juan no hace mucho, luego de recitarme el poema 20 y "Oh, centina de escombros..." de la Canción Desesperada.
Y yo soñaba, y me acurrucaba entre sus brazos y una blanda nube de modorra me mecía, como acariciándome.

Esta mañana recordé y en voz alta, relaté lo soñado, antes de que queden sólo retazos dispersos que acaban por transformarse en nimbos blancos o rosas, desperdigados en el cielo del amanecer, cuando el sol comienza a asomar. Mi voz se oía por encima del canto del gallo cercano en el algodonoso silencio.
No estoy segura si el paisaje que veíamos en compañía era Bolivia, o Perú. Sí, era un país surrealista. Juan iba conmigo y yo llevaba en mis brazos a la gata de siete colores, ronroneante, peluda y mimosa.
-¡Qué fineza, una gata siamesa! -él me interrumpía cuando le contaba el sueño.

Algún susto la hizo saltar y desapareció.
La buscaba entre cacharros, enseres de labranza y domésticos, trabajos de cuero y muchas cerámicas con serpientes, cóndores y pumas, "chacanas" de piedra verde, tejidos de colores intensos y mantas de lana de llama del altiplano.
¡Ah, sí, tiene que ser Perú, porque el sol imponente está tallado, esculpido, esmaltado, en cada objeto que se expone.
Ya a esta hora, en Puno, empieza a somarse una luna de cuarto creciente, y la gata no aparece.
¿Es de noche, o es de día? Mientras, camino entre los stands de la feria. No, es Pisac, sin duda. Voy alejándome y junto a un sembradío de quiñoa, casi tropiezo con unos sepulcros a ras de la tierra, bajo un cielo azul, límpido, y un sol esplendoroso. Es el sol del Perú, que me ciega. Y ya no veo a Juan. Acabo de perderlo también a él.
Aluviones de turistas con alforjas de vivos colores y bastones emplumados, curiosean entre las artesanías. 
Me llamó la atención un artesano de rasgos aindiados que contaba anécdotas, narraba leyendas y desplegaba mitos, al momento de vender, subyugando a los forasteros.
-Soy un coleccionista de imágenes -decía con su mirada pícara y ojos brillantes e inteligentes.
Era Juan, el artesano de la madera. Ya no me acompañaba. Estaba mostrando un hacha, una talla de madaer ruda y olorosa, semejante al hacha que Manco Capac, el descendiente directo del Soll todos los íconos se vendían a lo largo de todos los pueblos del Valle Sagrado.
Una mujer, pasita de uvas, piel morena curtida y cabellos canos, se acercaba hacia las sepulturas  y silenciosa y reconcentrada, como cumpliendo un ritual, ingresaba en uno de los pozos y se acostaba. Una nube de polvo ancestral y tinieblas subía desde lo profundo y un olor sulfuroso se expandía entre las otras sepulturas. El diario menester se cumplía rigurosamente para sus cansados huesos, en cada mañana. Los turistas, sin perder detalle, fotografiaban, grababan y depositaban unas monedas junto a las fosas.

Desde una de las tumbas, ronronea mi gata siamesa, como invitándome a acostar también junto a los ancianos. Una corriente de energía me atrae, me llama hacia el fondo frío y mullido de polvo, como cuando en Moray, la tierra y la eternidad me buscaban entre las papas y los maíces  supremos. Plenitud y nostalgia, esos arcanos de la vida.

Descendí para buscar a mi gata y el símbolo de la cruz del sur me protegió para encontrar el equilibrio de la vida en el tiempo, en el espacio, en la materia y en la enegía.
Sí, una energía. En un torbellino de polvo místico, el día y la noche, el hombre y la mujer, el cielo y la tierra, el sol y la luna, me revitalizaron.
Afuera, estampas de pintura cuzqueña. Virgen de la Natividad. El cristo moreno; el señor de los temblores. Pesebres cristianos. Retablos paganos. Comparsas, proseciones. Pasan imágenes coloridas y ruidosas y se superponen los sones, así como se suceden serpientes, cóndores, pumas. Y yo, con mi gata siamesa, bailo con ritmo cadencioso. Palpo la chacana que pende de mi cuello.

Me desperezo y debo hacer un esfuerzo para equilibrar los tres mundos, lo material, lo subterráneo y lo superior. 
La caricia de Juan en mi cabeza, y su ternura, me instalan nuevamente en la realidad, mientras me cubre con la manta de lana, porque el frío de la madrugada es ahora intenso.





sábado, 2 de abril de 2011

El mar... el mar.

De espaldas al sol que haraganea para alzarse, frente al mar, ella mira los pliegues tersos que como un paño van arrugando la calma de terciopelo gris.
La luna soñolienta comienza a hundirse hacia el poniente.
Ahora el mar va desperezándose, cuando unas lentas y mansas ondas van persiguiéndose, con cadencia y sincronía, dibujando un sutil velo de brumas; aguas blancas de espuma, primero se detienen, y después se recuestan, plácidas, en la arena fría.
Charcas de luz bruñen la playa. Conchillas saladas se adormecen con el arrullo del agua que las acaricia; insectos saltarines perforan el agua quieta, y vuelan dejando destellos multicolores.

Llega su compañero y juntos, desde el acantilado rocoso, divisan una barca lejana que se mece en el inmenso azul. Un esquife, repletas sus redes de frutos de mar, más acá, enfila hacia la costa, mientras los pescadores y los buzos de una chalupa, se esfuerzan por alejarse del arrecife.
Ella imagina las madréporas rojas adheridas a las paredes coralinas, sanguinarias, que asoman para saludar al sol. Se empieza a calentar la mañana. Él piensa en las faenas con sogas, redes, canastos y enseres de pesca.
Al refugio de las rocas, en la playa, se acarician con calma, con ojos, sin zapatos, con amor.

Como barcarola, un rumor de chillidos y graznidos de aves marinas. Cormoranes y gaviotas van surcando el azul y la playa; desafían el bramido del mar, que aún no se oye. Van al encuentro de los hombres de mar, y de su pesca.

Llenos de besos y de arena, mareados de pasión, no perciben lo que pronto irá a ocurrir.

Los pescadores saben, lo presienten; algo distinto está por suceder; lo ven en la ola caprichosa que se cruza frente al navío; en los pequeños peces, en los cornalitos temerosos, que hoy no suben a la red; en las algas coloradas que se arrastran por la proa; en la sucia espuma fosforescente que se adhiere por la popa; lo sienten en la fuerza de los brazos que compiten con la red, empeñada en resistir y no entregar su carga; lo huelen en el aire, en el recio viento helado que ahora les pega en las caras curtidas y que les sopla ese olor a resaca de corales desprendidos y de ovas destruidas.

Y los cuerpos se aprisionan, se mecen, estallan en el alborozo final, hecho de toda el agua de las olas marinas, como la poesía y el entorno de sal y caracolas. Beso mojado con sabor a tierra, a algas saladas. Es un beso profundo, como se llegara de las oquedades del mar, que se eleva de nuevo, para, otra vez, descender y sumergirse hasta el fondo de la vida.

Ahora, como una carcajada sarcástica, el mar sacude las barcas, para humillarlas en su pequeñez, entre el flujo y el reflujo de la ansiedad, en el vértigo de las marejadas sin tiempo y  en el alboroto de las aves que huyen en escándalo de alas y chillidos.

Desde el roquedal en la playa de arena fina, entrelazados, los amantes ven cómo el rizado muro de agua se empina hacia adelante y en creciente velocidad acumulada, hace jinetear sobre las olas, a las barcas y al esquife. El mar se embravece, se encabrita, se impone y descarga aguaceros helados y borrascas.
El sol se oculta. Ola verde, ola azul, ahora se tornan grises y plomizas en su cólera.

Ahora ellos, muertos de miedo y de frío, corren, trepan y buscan refugio en el promontorio, sin dejar de ver hacia atrás. Las barcas navegan de lado, de popa, de proa, en el torrente que se eleva, se dilata y las crestas se rizan como la crin de un caballo al galope, hierven y fluctúan como el fuego.
Ven e imaginan en la casa del promontorio, cómo Pablo y Matilde se empeñan en protegerse para salvar su amor y cuidar sus objetos ceremoniales. Los mascarones de proa, los dibujos, los poemas, las piedras, las caracolas, las conchillas. Toda su ternura, toda su lujuria, parecen derrumbarse y caer de los estantes, de las vitrinas y de la biblioteca. Hasta pueden oír, entre el rugido de las olas, los martillazos para atrancar con tablas, las aberturas frente al mar. Desde una de las ventanas moriscas del este, ven pasar el contorno de Pablo con su gorra requintada, intentando detener el derrotero de furia y destrucción.
Afuera, asisten azorados al espectáculo, al movimiento violento de la entraña hirviente y vertiginosa, al remolino de despojos fugitivos, de tablas, de peces ahogados, de matas y de algas, brincando y sumergiéndose en el tumulto oscuro alrededor, sin retroceso.
Las barcas embican, una tras otra, en la playa entre los restos flotantes, como si el mar hubiera vomitado en su paroxismo final.

El amor, la poesía y la casa de arte han sobrevivido a las tormentas; así permenecen el gran ancla en la arena y las hortensias violáceas, junto a la estatua del gran poeta.

"Compañeros, enterradme en Isla Negra
frente al mar que conozco
cada área rugosa de piedras y de olas
que mis ojos perdidos
no volverán a ver"