martes, 9 de abril de 2024

Fantasmas hambrientos

 

 

 

Un alma ultrajada en sombras deambula entre las penumbras de la noche profunda.

Susurros invisibles llenan el aire y llevan y traen historias ancestrales.

En las fronteras entre lo real y lo sobrenatural, los espectros disputan verdades a medias o medias mentiras.

Cicatrices que la mente desorienta, como fantasmas hambrientos.

Las velas parpadean en un rincón olvidado.

Hay sed de venganza y una maldición pende sobre la mansión derruida.

 

 

Desde la ultratumba

Indiscretos fisgones, a partir de un sortilegio pierden la razón y la cordura. El misterio de lo desconocido es tentación para los audaces.

El silbido del viento rechifla en las chapas, golpetea las ventanas, hace crujir las maderas. El miedo no los amilana, aunque a ellos le castañeteen los dientes y les tiemblen las rodillas. El frío les socava las fuerzas.

-Busquemos allá, donde aparece esa mancha de humedad. Dame el martillo.

-Yo lo soñé, y éste es el lugar. -El solterón, el ermitaño,  era tacaño (valga la rima y la cacofonía). En todo el pueblo decían que guardaba una fortuna que nunca compartió. Cuando murió, el olor a cadáver podrido, delató el suceso. Revolvieron todo, y nada; se llevaron muebles, canillas, recuerdos… y nada.

Robertito y Alina no habían probado en el cementerio, en la fosa común, donde van a parar los indocumentados. Tenían que hallar la ocasión para salir de noche y con linternas.

Bajo la mesada, una gran mancha de humedad y unos ladrillos flojos, les indicaron que ahí tenían que romper, y allá, donde alguna vez una vela titilaba; todavía puede verse el chorrete de cera.

-Dale, yo saco unas baldosas por acá, y vos, metele con la masa.

Pese al miedo y el frío, ella sonríe recordando. -Vamos a la casa abandonada. -Está en las lindes del pueblo. Alina lleva de la mano a Robertito. -¿Me mostrás tu pilín? -¿Te bajás la bombachita? – Sí, primero nos observamos, y después, a lo que vinimos…

De un parante podrido asoma un gusano gordo que parece burlarse de su inocencia. -Pero yo leí que la aparición de gusanos en una casa indica que son guardianes de tesoros terrenales. -Alina está entusiasmadísima.

-Yo lo soñé. – Robertito trata de hilar la secuencia de ese sueño, pero las imágenes se esfuman. Él ya es Roberto, con el que Alina soñó siempre.

Curiosamente, como antenas telepáticas, él recuerda lo mismo y martilla con tenacidad, afiebrado y sudoroso.

Un silencio sofocante se apoderó del ambiente cuando apareció una lápida desdibujada por el tiempo y el óxido. Alcanzaron a ver un mensaje de ultratumba:

“Los monstruos de la noche los guiarán”.

La luna de abril iluminaba la fosa, cuando una mano huesuda atrapó a Roberto y lo sumergió en las profundidades de la tierra removida.

-Mamá, ¿cómo murió papá? – Alina no supo responder al misterio.

Pinceladas patagónicas

 

 

Me llamo Perla como el nombre del centro de detención de Neuquén la cuestión es que llegué a la Patagonia  justo el 24/3/76 dos días seguidos viajé en tren me había acostumbrado al paisaje amarillento de comienzos de otoño y los ojos azules se tornaban en grises como cuando cambia el tiempo y sí las nubes cubrían casi todo el entorno y sólo se veían esas pertinaces flores amarillas que crecen entre el canto rodado y en las grietas de las piedras como si fuera la última exhalación de ésas que son para mirar porque emanan un fuerte olor acre sacudidas por el viento y si las tocás te ponen las manos pegajosas porque no se deben cortar ojo! de improviso la estación se había teñido de verde militar nada entendía porque durante el trayecto mi mente estaba ocupada con la huida y la carta dejada a los viejos que ya a esas alturas se habían enterado y estarían sufriendo porque había elegido vivir un horizonte de amor o realmente escapaba … la chuparon a Elda cállense hijas de puta  por el teléfono… y una vida profesional traía en el equipaje el flamante título y las esperanzas  y vinieron los cacheos cuando el soldado vio el documento y mi nombre me auscultó con desconfianza y tiró al tacho de basura para ser quemado el único libro que llevaba el que recomendaba cómo leer al Pato Donald y yo no sabía que también estaba prohibido y la revisión exhaustiva de los bártulos y las miradas sospechosas mientras los pobladores me observaban con la exasperante pasividad que da la calma y la aridez del paisaje ¡Ah! lo que más extrañé era no ver el verde de la llanura y el fluir de las aguas corriendo mansas allá pero acá el viento constante todo lo secaba y los cardo rusos rodaban a merced del viento… un tratamiento facial hacía el arenado en seco sobre la piel y para proteger los ojos unas gruesas antiparras y la nariz cubierta con un pañuelo parecía una terrorista chiíta cuando iba a trabajar a la escuela agarrada de las paredes para que el viento ululante exasperante no me estampara una vez o correr hasta la vereda de enfrente la de la estación de tren de Plaza Huincul para que no me degollara el cartel metálico de chapa y pintura que se bamboleaba peligrosamente terminé de cruzar y cayó primero uno y después los otros álamos uno a uno cuando había logrado adelantarme y los gatos petroleros seguían impasibles subiendo y bajando y una podía pensar que abajo muy abajo fluían ríos de petróleo negro espeso mientras circulaban las camionetas petroleras y los obreros del gas con sus mamelucos engrasados ahora me acuerdo de las profesoras de la escuela técnica esposas de los directivos me observaban desde sus hombros altaneros la ropa que llevaba que no era lujosas como la de ellas y nunca acepté tomar el té a sus casas porque había escuchado cómo criticaban en la sala de profesores al día siguiente el mantel y la vajilla con la que servían el té en la casa de la anfitriona las tacitas cachadas viste y las servilletas que no hacían juego con el mantel ¡ah! me acuerdo que cuando tomábamos exámenes de Lengua llenaba sólo con mis iniciales mi nombre los otros renglones los ocupaban ellas con sus dobles apellidos de rancia estirpe ya me había acostumbrado a usar el disfraz de profesora trajecito oscuro de pollera y blazer nunca pantalones porque también estaba prohibido y después correr a ponerme cómoda e ir hasta el predio del hogar de niños para ver el único chorrito de agua que chorreaba a borbotones con olor a azufre ahí es cuando más añoraba los ríos de mi litoral y el verdor de sus campos y los gatos seguían subiendo y bajando había también otros gatos en los prostíbulos de la ciudad petrolero que maullaban llorando y compadeciéndose de la vida que les tocó y las lágrimas de cocodrilo les corrían el maquillaje grotesco después oía en la madrugada gritos frenazos alaridos y botellazos por la Av. Del Trabajo cuando estaba terminando la batahola los ingenieros borrachos volvían al Hotel Alfa para descansar unas pocas horas antes de sacudirse la resaca y reiniciar la dura tarea en la construcción del acueducto o las quinientas viviendas, o en los campos petroleros… y el viento el viento que todo lo arrasaba hasta la juventud se ajaba en los rostros curtidos que ocultaban quién sabe qué vida anterior y el chofer de la empresa no podía superar las pesadillas cada noche volvían y se despertaba gritando sudoroso porque volvía a oír los aullidos de los cuerpos amarrados con piedras grandes que eran arrojados al lago San Roque cuando él hacía la colimba… un regalo de la vida fue el nacimiento de mi hija en la foto de presentación en sociedad se ve la barba frondosa y la pipa del papá y yo jovencísima atrás el Pozo Nº 1 y el Citroën azul constrastando con el panorama gris y otra foto del zanjón que quedó después del aluvión y la soldad la Pasto Verde y ahora me acuerdo de la primera estampida social y Teresa Rodriguez … y yo tenía miedo que me robaran a la beba o que se quedara sin madre…por aquellos tiempos soñaba con aguas turbulentas y cenagosas ahora son aguas cristalinas y hago la plancha y veo el cielo azul y soleado y las montañas con toda la lujuria de colores y hablando de agua tengo mucha sed porque tengo la garganta seca. Un vaso de agua, por favor.

lunes, 12 de febrero de 2024

Blanca, la atormentada

 

 

Blanca tiene la tez pálida, como un cúmulo nuboso en los cielos de verano, cuando se espera la lluvia. En los días brillantes de sol, sus ojos son azules. Azul lavanda, diría, como si ese color y ese aroma le diera la calma que tanto necesita.

De mirada huidiza, el azul se torna gris, cuando anticipa la tempestad que seguro vendrá. Hasta puede vaticinar rayos y relámpagos en medio de los truenos.

¿Vieron que hay gente que se queda quieta y se paraliza cuando el humo de los pensamientos comienzan a desarmonizarla? Es preciso, entonces, descolgar del tendedero los vestidos del miedo. Por el contrario, otros miran a los ojos, y sonríen más que con la boca, con los ojos. Son los que buscan comunicación y socializan aún con desconocidos.

 Pero la mujercita en cuestión, camina mirando el suelo, sólo ve zapatos de transeúntes apurados; nunca viste ropas llamativas, como para atraer a las mariposas. Un rostro opaco, así jamás será motivo de encuentros, ni siquiera con los pocos recuerdos felices.  Tampoco hallará alivio. Por las noches, casi siempre, los demonios la acechan y no le dan respiro para alcanzar el sosiego.

-Tenés que hacer trabajo físico, gimnasia, no sé, para dejar el cuerpo cansado y vas a ver que dormirás como tronco.

-Vamos a seguir un tratamiento con psicofármacos, Blanca, para ahuyentar a esos fantasmas.

_¿Y si te centraras en una introspección? Autoconocimiento, le dicen.

-Dejate de joder con tantas vueltas, No te empastilles más…

-¿Y si ves a un a curandera o una bruja?

-Probé con todo ya. Medicina tradicional, Medicina alternativa. Y lo único que tranquiliza mi angustia, son las tisanas de hipericum, que se hace con hojas y flores… Pero, de nuevo, en mitad de la noche, y aún con el velador prendido, veo sombras, vuelven esos malditos y sufro cada vez más.

Un sujeto muy entrometido que escuchó esa última conversación, se animó a aconsejarla.

-Señorita, perdón por la intromisión, oí todo y no puedo contenerme. Para sus males, lo mejor es poner entre la funda y la almohada, una bolsita de semillas, flores y hojas de lavanda. Verá que podrá dormir ocho horas seguidas sin complicaciones.

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Ahora sí, en secreto, está presente aquí, en nuestra tertulia, el último personaje de este relato. Se llama Oscar. Lo invito a deleitarnos con su conversación, al momento de abrir el micrófono. Gracias.

martes, 16 de enero de 2024

De paisajes y emociones.

 

 

Esta señora necesita recorrer los lugares donde fue feliz, y por qué no, aquellos que la angustiaron en el pasado, en este presente y lo que vislumbra para su futuro. Es que la vida, una vida intensa, tiene sus claroscuros y vamos a intentarlo.

Perseguir mariposas en las tardes soleadas, seguir el camino de babas de los caracoles con las primas, guardar en un frasco los bichitos de luz para soñar en las noches.

En el pastizal verde del potrero, la oveja negra ramonea y retoza. ¿Quién diría que ella sería después la oveja negra de la familia? Los trigales ondean en la brisa y el campo de linos se asemeja a un lago sureño. ¿Quién diría que en su juventud gozaría en esa contemplación?

Ve la vaca Blanca en la casa de la abuela Margherita. Oye el piu-piu de las gallinas. Saborea el arroz con leche junto a la cocina a leña. Se enamora con el perfume de la Madreselva y los geranios rojos. Sonríe cuando ve el banquito azul para asomarse al brocal y mira el balde tintineante rebalsando el agua fría. Memoria de los sabores del durazno caliente y de las moras que tiñen el primoroso vestidito blanco. Sopor de la siesta y chillido de las chicharras.

El intenso perfume de las violetas entre los rosales, mitiga el dolor. Su gata ha sido aplastada en la calle. La llegada de su hermanito le alegra los días jugando a ser mamá. Las travesuras e la escuela y las compresas de té de malva para calmar raspones y magulladuras.

Ahora la veo sonreír, mientras ve caer la nieve desde su ventana.

-¡Te dije que volvieras antes de las 12! ¡Estamos de luto! Y vos, bailando con ése. Ella se toca la mejilla, porque todavía le arde la cachetada. A puro alpargatazo el padre interrumpió el baile de los lentos.

El pic-nic de la primavera. Un eucaliptus con un corazón tallado y el primer beso. La veo suspirar emocionada.

Ahora le voy destilando imágenes que la angustian, pero es preciso retomarlas para no esconderlas en el baúl de candados. -La chuparon a Elda en su casa de la isla. -¡Cállense, hijas de puta! -oyó en el teléfono pinchado

Una fogata en la terraza de la pensión de estudiantes transformó en cenizas revistas, afiches, volantes y libros prohibidos

-Conseguí trabajo en el sur. O te venís conmigo, o este largo romance se acaba ya. – Elegir opciones. Despejar dudas. Las disyuntivas suelen ser difíciles de procesar, hasta encontrar un término medio. ¿Me voy por amor o para huir de las conmociones políticas? Llevo mi flamante título en la maleta. Por la ventanilla ve un paisaje de cardos rusos volantes, de aridez extrema, donde el amarillo de las flores es lo más luminoso, entre los tristes ocres achaparrados.

-Cuando lean esta esquela de despedida, debajo de su almohada, estaré viajando hacia Patagonia. Tengo sueños que podré concretar en otros sitios. Me voy por propia voluntad.

Unas lágrimas dolientes empañan la languidez del espacio. En un pestañeo repite los poemas que su compañero le escribía. Ahora va a su encuentro.

El verde militar ocupaba todo el espacio, y allá, al fondo, su compañero.

-¿Qué trae ahí? – Un libro sobre el Pato Donald. - ¿Y eso? -Sáqueselo, soldado!

Mientras escribe, desde el acantilado azul de los recuerdos, rememora su vida en Patagonia, el nacimiento de sus hijas, la agonía y la muerte, la soledad, la trayectoria profesional, los viajes, todo, como un pellizco de sosiego.

El lago sereno y coruscante le sonríe. Esta mujer no ha perdido el tren de la historia. En los silencios testarudos ha develado los secretos en el remoto cajón de la memoria.

Hay conjuntos disyuntivos de mediocres epopeyas y mieles-caramelos. Está la laxa fragilidad del miedo, estampidas de pavor y calma chicha de las barcazas. Asida al calabrote de jinetear tormentas, ahora está en armonía por lo que resta vivir. Molicie y modorra en la tarde sepia, ella se aferra a los tientos de la historia. Agradece, pide perdón, lava las culpas, comparte, cumple promesas… Fluir, amar, reír y disfrutar es tu presente, le digo yo que soy todos tus paisajes guardados en la retina y en las venas.

CONJETURAS Y MASCARADAS

 

 

La fiesta ya está a pleno, entonces me ubico en un rincón para hacer un análisis sociológico de los asistentes, o tal vez, psicológico de los enmascarados. Nos congrega el Arca de Noé. Todos quieren salvarse del diluvio, no hay duda. Tras las máscaras unos esconden su verdadera personalidad. ¿Por miedo? ¿Por inseguridad? Encubren su propio yo y pretenden demostrar lo que no son realmente. Verdad versus mentira.

Entonces, qué hace ese gigante cabezón gordo, verde con ojos saltones y unas sopapas potentes. Es el coronavirus, al que nadie se le acerca. ¿O es el farmacéutico que vende pasta con recetas truchas? Sí, algunos se le arriman.

Como los asistentes son también mis amigos, trataré de identificarlos por su postura corporal o por su voz. Están los tímidos, los audaces, los hipócritas, los sagaces. Allá está la reina coronada con oropel, de blanca tez y boca roja sensual. Es un traje de opulenta brillantez de pacotilla.

-Bajemos por esta escalinata para despertar asombro, en nuestra presentación en sociedad. -Por la voz reconozco a Grace, pero enseguida desecho la idea, ya que por principios nunca querría ser monárquica; la he visto encabezando marchas de feministas y luchadoras en pos de la libertad sexual y el poliamor. Lleva un traje verde y un pañuelo haciendo juego, atado a la muñeca.

-Vayamos allá, donde están los diablos y los brujos. Fijate, ¿no te parece conocido aquel con cabeza de zapallo de Halloween?

-Mmmm…

En el otro extremo el ingreso al salón es una gran jaula. Se liberan los pajarracos encabezados por un pájaro loco que picotea a cuantos se le acercan; su risa es maquiavélica y asusta.

Un cóndor sobrevuela como protegiendo la libertad. Un puma quiere mostrar la fuerza que no tiene. Entre las patas de los danzarines, se contonea una serpiente que saca su lengua viperina, burlona. Con su astucia pretende dominar a todos. ¿Vendrá del inframundo? Va presurosa hacia el cuy; varios lo rodean implorando que los libere de las penas y los maleficios.

Un halcón bate sus alas grises y se aferra junto a la barra con sus garras portentosas y parece buscar a su presa con su pico carroñero. ¡Uy! Y allá ve a una paloma indefensa acurrucada entre el cortinado rojo. Una batahola de plumas da cuenta de su cometido.

Un pato, a cada paso, va ensuciando con sus heces el piso que ya está cubierto de papel picado y lentejuelas desprendidas. Pero es una pata, porque lleva un moño rosa. Eso lo confirma.

Voy hacia la terraza y ahí veo a tantos gorriones que picotean, insaciables, las semillas que han caído… el arca está acercándose a la Madre Tierra, la Pachamama. Han bebido licor de ruda macho. Ellos también quieren salvarse.

No sólo se trata de pájaros. La pantera rosa, un buey, un zorro, un coyote que persigue al correcaminos. Éste se escabulle emprendiendo su carrera, entre los asistentes. Bip-Bip, se oye, y vuela bajito cuando ve el peligro inminente. Bip-Bip.  ¡No me alcanzan los ojos para registrar tanto dinamismo!

El bartender no da abasto. -Dos sangrías con mucho limón. -Un mojito, porfi.  -Quiero un gin-tónic. -Dame una copa de vino con aroma a roble y un dejo frutal. Ése que tomé recién. -Una birra negra para mí. -Un whisky on the rocks.  Veo al pianista que ya se escapa con la tarotista tras los cortinados.

La máscara de la justicia, a estas horas está perdiendo el equilibrio. -¿Me convidás con pucho? (y todos sabemos que pide un porro). En ese momento se le cae la espada liberadora y ya no está ciega. Hace esfuerzos para mantener en equilibrio las balanzas, pero el trago que le han dado no se lo permite. Está empastillada, mal. El traje dorado ahora se destiñe y pierde todo su esplendor.

Un león de cabellera rojiza toda revuelta irrumpe en el centro de la acción y gruñendo corre a abrazarse a la pata. Ella primero duda, pero después se afloja y se deja proteger sin más. Se advierte su cansancio, después de tantos esfuerzos.

Con sólo un antifaz veo caracterizada a una reina egipcia. Una Cleopatra de traje blanco, purísimo; un cinturón dorado le ciñe la cintura. Una diadema en su cabeza es una serpiente de coral. Un brazalete con incrustaciones de esmeralda en el brazo izquierdo. En el otro brazo, aferra su cartera Louis Vuitton. Ahora baila con el panqueque que está medio quemado, en el medio de la pista. Él quiere seducirla con besos de dulce de leche y crema, pero ella se resiste, simulando ponerse colorada.

Efectivamente, en la casona comienzan los abrazos. El pianista ya se escapa con la tarotista tras los cortinados.  La soprano que llegó para quedarse, ronca sonoramente apoyada en el piano de cola. Todo es confusión, sin distinción de jerarquías ni diferencias entre trabajadores y funcionarios. El cura, con su sotana habitual, en vez de crucifijo, porta un medallón hippie de paz y amor.

La música tecno atruena y salgo. En los jardines tropiezo con un montículo de ropas y zapatos. Cuando voy a tomar agua del bebedero, caigo en el barro. Se oyen carcajadas y gemidos. Esquivo copas y charcos de color indefinido. El aroma a perfume barato de la pescadera, no logra disimular los efluvios de escama y pescado.

Otros se doblan tras un árbol, como si quisieran expulsar de su cuerpo todos los demonios. Los placeres desenfrenados se desatan. Varias siluetas buscan intimidad en las sombras. Las intrigas se arman ante mis ojos.

Sin embargo, no daré nombres en la nota de chismes que escribiré para revista de difusión nacional e internacional. Dejaré a los lectores su habilidad para interpretar.

La forma de la culpa

 Se oye en la sala una ópera de Wagner. Quizás, por lo misterioso y por lo nebuloso de ese pueblo subterráneo de enanos en busca del tesoro escondido. Ël, Joaquín, no puede ver, así que por defecto, escucha a Vivaldi con sus acordes melodioso, el resurgimiento de la vida.

El bastón verde está apoyado en el respaldo del sillón. La ventana está empañada. ¿Será la lluvia mansa que llora? Sin pánico por lo desconocido, la música le concede un tiempo de paz y sosiego, aunque el ambiente es sombrío a sus espaldas.

En vez de ver sombras sigilosas que se desplazan tras el jarrón de flores marchitas, él ve el rebrote de la primavera bajo el sol. El que llega no es más que un amigo de la infancia, con quien había vivido experiencias cotidianas de niños traviesos. Escapar en bicicleta hacia el río, ring-rajo para enloquecer a las vecinas, robar paltas desde la medianera, comer damascos dulcísimos sin pagar, en la verdulería de la esquina... Fueron picardías que se transformaron en malignas aventuras, cuando se incorporó Julio en el despertar de la adolescencia. Los tres, Pedro, Joaquín y Julio, viviendo en gerundios, enlazando el ayer al hoy de la vigilia y el sueño.

Ahora, una luz negra asoma entre los vibrantes colores, tras el jarrón.

-¿Qué, no ves? -Una voz interrumpió ese estado de éxtasis. Otra vez los acordes wagnerianos lo retrotraen al pasado compartido. Espiar desde el ojo de la cerradura y ver cómo el amigo subyugó a su hermana Celia y la sometió. Callar y guardar ese secreto, sin recriminar, cuando asistió a su casamiento con Julio.

Es tiempo de tristezas; la verdad enmudecida puede ridiculizar mentiras, quitar máscaras y develar rostros y monstruos dormidos. Lo sabe. Calló también cuando no vio, pero escuchó el llanto de su hermana humillada y cerró la boca, cuando la justicia dictaminó la prohibición de acercarse a la casa, aunque Julio volvió con su tobillera electrónica por más violencia.

-Sí, Julio, reconozco tu voz. -Interrumpe su fascinación al descubrir otra sombra, o más bien, un  destello que pasa con sigilo y sin darse a conocer.

Una o varias pinturas superpuestas en la casa, no podrán borrar los recuerdos de la niñez, y otros más cercanos. Habían marcado con aerosol el paredón del vecino de enfrente, el que los vigilaba día y noche, desde la mirilla.

Otra vez, niebla y misterio se instalan en la mente de Joaquín, estático. Desde ese día, él quedó imposibilitado de ver con claridad, cuando recibió un chorro de aguarrás en la cara. Los otros escaparon y después se burlaron. El rictus de su cara, desde entonces, denotaba los esfuerzos para entender, para atrapar una luz o una sombra. ¿De qué color será? ¿A qué huele? ¿Qué sonidos tiene? ¿Es áspero o es suave? ¿Tiene olor metálico? ¿Por qué?

Él no puede discernir razones. ¿Quién de los tres es más ciego?

Vuelven los acordes de Vivaldi. Visualiza la obra de Boticcelli, que tanto había admirado cuando estudiaba Bellas Artes. Sus amigos se habían inclinado, uno por la ingeniería, el otro por la publicidad. Julio se dedicó a la Mecánica (se maravillava al ver el ornicóptero de Da Vinci) y Pedro se acercó a la creatividad gráfica, y por qué no, a expresar sus sueños, que parecían inalcanzables por aquellos tiempos. Sin embargo, se desconcentra ahora cuando quiere comprender qué pasó en la vida adulta de los tres.

La sombra que brilla se desplaza hacia atrás. Perversión. Espanto. Malignidad. Cobardía. El tiempo se ha detenido en macabro silencio. Un puñal le atraviesa la espalda y súbitamente el filo le perfora el corazón. Así, su último pensamiento voló. El participio es tiempo pasado de perfidia. La pizarra de la noche deja sus ojos abiertos, acusadores, y su rostro advierte toda la traición. 

Efluvios. Emanaciones

 Se mecen los campos de lino con la brisa qué digo se mecían cuando escapaba en bicicleta después de los alpargatazos que recibía como reprimenda pero después había que volver y ahí estaba mi madre que curaba las rodillas magulladas con té de malva para calmar la irritación ¡ah! en la adolescencia me acuerdo desaparecieron los linos y fueron reemplazados por brotes de soja verdes todo verde lechuga entonces el recuerdo me tranquilizaba luego del alejamiento de mi chico y del otro que quedó paralítico después del accidente en la pista de motocross ¡ah! el intenso olor a eucaliptus junto al árbol tallado con un corazón me hacía llorar de melancolía el primer beso aunque poco a poco iba tranquilizándome Ud. verá que tengo muchos años encima habiendo cambiado de sitio acudo a otros aromas sé que mudarse no es la solución entonces el aroma de lavandas por toda la casa  creaba un ámbito de paz a veces no alcanzaba para descansar el desodorante de ambientes ni los aceites esenciales el insomnio por las noches largas fue mi compañera durante años hasta que caminaba por los campos de lavanda del Circuito Chico siempre andaba con una tijera como una ladrona para cortar ramilletes de tallos y flores frescas poner en una bolsita debajo de la almohada es sanador decían así huían los fantasmas y los monstruos de pesadilla con dos cabezas cuatro ojos saltones amenazantes doble hilera de dientes de cocodrilo lengua viperina y cabellera de serpientes venenososas ahora lo descubro era la representación de mi suegra que empezaba a atemorizarme y así golpe grande fue saber que el campo de lavandas iba a desaparecer con el trabajo de máquinas infernales para instalar una cervecería qué cosa trueque de lavandas por cervezas no era buen negocio para mí pero suelo ver el lago celeste planchado bebo cerveza negra hasta que me duermo en los jardines del bar Señora me dijo el agente de seguridad debe retirarse de inmediato me pregunto cómo calmaré la ansiedad cómo seguiré ahora que la suegra ya no está aún cuando en algunas ocasiones vuelve a aparecer y también otros monstruos muy irritantes entonces por sugerencia del gastroenterólogo tuve que cambiar la dieta color irritable me dijeron las tizanas de lavanda se aconsejan y otras veces viene bien el té de hipéricum para aminorar la angustia ya le veo doctora que está terminando la sesión y me dirá que debemos desbrozar esa palabra usará para comprender las razones de esos fantasmas que me visitan tan a menudo pero ya tengo la respuesta me daré de alta y listo salgo reflexionando camino por la vereda irregular y de lajas flojas y un aroma de lavandas me invado no veo plantas pero huelo su perfume que es un bálsamo es lo que necesito unos niños con alas corren a mi encuentro me abrazan y eso es mi consuelo.